Democracia asediada
Los tres expresidentes, que van y vienen, fracasaron en su intento. Los acuerdos arribados en la Mesa de Diálogo no se cumplieron. Los facilitadores nunca imaginaron que la palabra del chavismo hay que acompañarla de fiadores
Las calles no se vacían, siguen llenas de ciudadanos que protestan. Todos los días y a diversas horas, gritos claman por un cambio de rumbo. Es una protesta de miles, de millones de personas que alzan la voz contra un régimen cuyas virtudes democráticas terminaron de palidecer en la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.
También uniformados de cuerpos militares y policiales, hacen su aparición en la calle para reprimir a quienes tienen sobradas razones para protestar, no para combatir el hampa, de eso no se encarga nadie. A estos uniformados se unen otros que, al amparo de los primeros, destruyen bienes públicos y privados, pero más grave aún, atentan contra la vida de los ciudadanos.
La protesta ha sido dura, diaria y, hasta ahora, multitudinaria. La magnitud de la represión ha sido también dura, inusualmente violenta. Muchos detenidos, con o sin informe policial, pero presos. Los muertos aumentan diariamente. Lágrimas, dolor y rabia aprisionan a los deudos.
La protesta seguirá, razones sobran, no hace falta seguir explicándolas. La represión continuará, seguirá siendo violenta, desmedida y obtendrán nuevos fallecidos. El gobierno necesita poner en evidencia lo que algunos distraídos dudan: su fortaleza. El régimen necesita atemorizar al pueblo y recurre a todos los medios. El gobierno no se está cayendo y necesita hacerlo saber dentro y fuera del país.
El gobierno reprime y la oposición toma la calle. Protesta, represión, gases, disparos, asfixiados, heridos, presos y muertos. Ese es el escenario diario, nada ha cambiado. En esa ruta, sin mirar hacia los lados, se llenarán los penales, las salas de emergencia y los cementerios.
Alguien tiene que atravesarse. Debe aparecer uno o varios individuos con indiscutible auctoritas para llamar la atención a uno y otro lado. Hay que impedir que se profundicen odios entre ciudadanos que comparten una misma nacionalidad y un mismo territorio. No hay razón para que luego de cada protesta el gobierno sume otros muertos a su cuenta.
El país necesita una salida que debe ser negociada con los que hoy se enfrentan. Una negociación política puede abrir los caminos para una solución a la crisis que lleva al país por derroteros indeseados. Hay que decirlo con claridad: es una negociación política la que puede devolver la normalidad extraviada desde inicios de este siglo.
Los tres expresidentes, que van y vienen, fracasaron en su intento. Los acuerdos arribados en la Mesa de Diálogo no se cumplieron. Los facilitadores nunca imaginaron que la palabra del chavismo hay que acompañarla de fiadores.
Una negociación debe garantizar el pleno ejercicio democrático que pasa por el reconocimiento del veredicto popular del 6D, que otorgó amplia mayoría a la oposición en la Asamblea Nacional. Reconocer y aceptar las funciones de la AN es una aspiración irrenunciable, así mismo, exigir el restablecimiento de los derechos del estado Amazonas en cuanto a su representación en la AN.
Insistir en el cumplimiento de la Constitución fijando la fecha de elecciones de gobernadores, suspendidas en clara violación de la norma constitucional, y la fecha de las elecciones de alcaldes y concejales cuyo ejercicio vence este año 2017. Y, qué impide, que se fije la fecha de las elecciones presidenciales de una vez.
Una negociación que repare los daños infringidos al régimen democrático permitiría posteriormente actuar en aquellos otros asuntos que han sido colocados en la mesa de negociación: ayuda humanitaria, liberación de detenidos y de otros tantos que requieren del concurso del Ejecutivo y del Legislativo.
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