¡Con qué rabia, con qué frenesí se ataca hoy a Jesucristo y a la religión que Él fundó! ¡Qué peligro acecha a muchos, peligro presente y apremiante, de dejarse llevar por los engaños del error y perder la fe!
Por eso “el que piensa que está en pie, tenga cuidado de no caer” (I Cor 10, 12). Pero que todos dirijamos también a Dios, con el apoyo de la Virgen, oraciones humildes y apremiantes, para que vuelvan al camino de la verdad quienes han tenido la desgracia de desviarse. Porque sabemos por experiencia que la oración que brota de la caridad y que se funda en la intercesión de María nunca ha sido en vano.
Ciertamente, no hay que esperar que cesen algún día los ataques contra la Iglesia: "porque es necesario que se produzcan herejías, para que se manifiesten entre vosotros almas de fe probada" (I Cor 11, 19).
Pero la Virgen no dejará, por su parte, de sostenernos en nuestras pruebas, por duras que sean, y de continuar la lucha que comenzó desde su concepción, para que diariamente podamos repetir estas palabras: "Hoy la cabeza de la serpiente antigua fue aplastada por Ella" (Oficio de la Inmaculada Concepción en la Liturgia de las Horas).
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