Cómo los bolcheviques destrozaron el rublo
El destrozo de la moneda llegó a tal punto que, pese a la obligación de utilizar la moneda bolchevique, los rusos siguieron atesorando en rublos imperiales
El primer gobierno soviético o Sovnarkom, Consejo de Comisarios del Pueblo en ruso, se encontró un acuciante problema de ingresos nada más llegar al poder. En un primer momento, su interés por la ruptura total por el pasado incluía, como no podía ser de otra forma, un cambio en la moneda. Aunque siguiera llamándose rublo, la nueva moneda debía tener una acuñación distinta y ser claramente diferenciada de la anterior. Ahora bien, en la Rusia de finales del 1917 no había en circulación una moneda, sino dos. La primera de ellas era popularmente conocida como “nikolaevkis” en honor del despuesto zar Nicolás II competía con la moneda acuñada por el efímero Gobierno Provisional, los “kerenkis”, llamados así por el ministro de justicia y segundo primer ministro del Gobierno Provisional, Alexandr Kérenski.
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Ley de Gresham
En un primer momento, el Sovnarkon siguió imprimiendo kerenskis exactamente igual que el Gobierno Provisional. Cuando ya en febrero de 1919, Lenin, con el empeño fehaciente de Bujarin, impuso la nueva moneda bolchevique, el cambio oscilaba para un billete de 1.000 rublos del Gobierno Provisional por 50.000-60.000 rublos soviéticos. Ya el año anterior, el Banco Popular (nombre del banco central) había limitado sus emisiones a dos mil millones de rublos, por supuesto sin ningún tipo de respaldo. En octubre de 1918 el límite ya había tenido que subirse a 33.500 millones de rublos. Pero es que en febrero de 1919 la emisión ya iba por 61.000 millones.
Como vemos, la situación monetaria comprendía la pervivencia en el mismo tiempo y lugar de tres monedas diferentes. En teoría económica, la denominada Ley de Gresham explicita que “el mal dinero expulsa al bueno”. Esto quiere decir que, en el caso de que dos monedas convivan en un momento determinado, la gente tenderá a atesorar la moneda de mejor calidad en detrimento de la peor, mientras que ésta será la que utilice para sus transacciones diarias. En esta versión revolucionaria rusa de la ley, la situación se agrava por la aparición de una tercera moneda. El destrozo de la moneda llegó a tal punto que, pese a la obligación de utilizar la moneda bolchevique, los rusos siguieron atesorando en rublos imperiales y pasándose al trueque en sus transacciones habituales.
Revolución y caos monetario
En apenas dos años de existencia, el mercado negro ya se había generalizado en Rusia para conseguir los suministros esenciales. Fue a partir de la revolución a la inversa, también llamada Nueva Política Económica (NEP, por sus siglas en inglés) cuando el rublo comenzó a bajar sus tasas inflacionarias hasta niveles más o menos normales, aunque ello no llegó hasta 1925 de forma definitiva.
De nuevo, vemos que no existe episodio revolucionario en el que una deficiente política monetaria no haga acto de presencia. Por supuesto, el desorden monetario ya había empezado en la época zarista, agravada por la Primera Guerra Mundial. El Gobierno Provisional siguió por el mismo camino de emisión descontrolada. Pero fueron los bolcheviques los que, ante el colapso en la recaudación como consecuencia de sus estatalizaciones, más tiraron de la impresión de moneda fiduciaria. Para que nos hagamos una idea, tomando el año 1913 como base 1, para 1923 el índice general de precios ya se había ido a 648.230.000. El valor real del rublo cayó desde 1.919.000 millones antes de la Primera Guerra Mundial hasta los 29.000 millones en 1921.
Lenin se adelanta a Lord Keynes
Fue en X Congreso de Partido cuando Lenin propuso la Nueva Política Económica (NEP). Esto es, una suerte de propiedad privada entre los campesinos, aunque la tierra seguía siendo nominalmente del Estado. El Estado siguió controlando la industria, el comercio internacional y la banca. En 1923, el último año antes de la implantación total de la NEP, el rublo se cambiaba por 5.040.000.000 libras esterlinas.
El cambio se produjo hacia un sistema de dos monedas en lugar de tres. En primer lugar, los ‘sovznarks’ estarían respaldados por la segunda moneda, los ‘chervonets’. Como vemos, se trata de un sistema que recuerda bastante al implantado por Keynes en Bretton Woods. Los ‘chervonets’ estarían sustentados en un 25% por una amalgama de metales en poder del banco central y otro 75% restante por divisas internacionales (los rusos tenían prohíbo comprar divisa extranjera).
De nuevo hizo acto de aparición la Ley de Gresham, como siempre que se implanta un sistema monetario dual. Las transacciones habituales se realizaban en sovznarks, mientras que los chervonetz, con su respaldo parcialmente metálico o en divisas extranjeras, quedó como depósito de valor. Este sistema, sin embargo, consiguió contener la inflación y trajo un periodo de relativa calma en la economía soviética hasta las colectivizaciones de Stalin a partir de 1928.
Si el lector desea profundizar en este asunto, puede encontrar este artículo extendido en su versión académica en Economic Affairs.
Este artículo fue publicado inicialmente en el Instituto Juan de Mariana.
Cristóbal Matarán es doctor en Economía por la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid).
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