Lo simbólico, la centralidad y la iniciativa son del gobierno de Milei
El anuncio del cierre de la AFIP generó un fuerte impacto que dejó en evidencia que el oficialismo maneja la agenda.
Buscar la centralidad política en la discusión pública no es algo que se pueda planificar ni garantizar. Ni siendo oficialismo ni oposición. Simplemente, a veces sucede y a veces no. Ocurre cuando una agenda logra matchear con lo que la gente considera relevante desde antes o porque acepta la importancia de una cuestión que plantea un espacio político. Muchas veces, carísimos asesores fracasaron buscando estrategias basadas en focus groups o estudios de opinión.
Ayer, en materia de centralidad y simbolismo, el gobierno de Javier Milei metió un pleno con el anuncio del cierre de la AFIP. La reacción de los argentinos ante una mera comunicación generó euforia. Probablemente, ni siquiera el oficialismo pudo anticipar el beneplácito con el que fue recibida la medida.
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Es que, además del cierre de una dependencia estatal (que será absorbida por el Ministerio de Economía en el marco de un organismo más pequeño) la AFIP representaba algo muy oscuro para la mayoría de los argentinos. No hay persona que no haya sufrido los abusos de autoridad de esta agencia, que se convirtió en un ente nefasto en los años del kirchnerismo.
En Rosario, llegó una corona fúnebre al frente de la @AFIPcomunica con remitente del Partido Libertario @PL_SantaFe pic.twitter.com/CMsmS3WTDG
— Mario Galoppo (@mariogaloppo) October 22, 2024
Es claro que hay aproximadamente un tercio del país que jamás va a votar por el bloque político de Milei. Se trata del kirchnerismo incondicional y la izquierda que nunca reconocerá ningún logro del gobierno, por más evidente que sea. También la primera vuelta de 2023 demostró que La Libertad Avanza ya cuenta con su tercio duro. El resto, de donde salieron más votantes para Javier Milei que para Sergio Massa en el balotaje, es un espacio político en disputa permanente.
En esa pecera, el anuncio del cierre de la AFIP generó un gran impacto. Por eso es que podríamos estar hablando de la medida más efectiva de un gobierno que, pese a sus pocos meses de gestión, ya consiguió logros muy trascendentales.
Claro que en la oposición hay indignación. En lo concreto, tiene todo el sentido del mundo. Todavía no se han hecho efectivos despidos, no se han explicado cuáles serán las diferencias concretas para los contribuyentes y todo sigue en el mismo lugar que ayer y anteayer. Los críticos quieren racionalizar y poner el eje allí. Los oficialistas ignoran el hecho y celebran. Lo simbólico es fuertísimo.
El kirchnerismo, que pudo manejar la centralidad política por muchos años, debería aceptar la realidad que ahora tiene en contra. Por un largo tiempo logró que no le entraran las balas, ni ante los evidentes casos de corrupción y de pésima gestión, contexto muy diferente al actual, que justifica mejor las buenas expectativas de una mayoría silenciosa. Hoy, el entusiasmo está en otro lado. O se acepta o será todavía mayor el desengaño cuando se abran las urnas en octubre de 2025.
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