¡Renuncie, señor Maduro!
Tras la defenestración del coronel Pedro Tellechea, expresidente de Pdvsa y exministro de Petróleo hasta el pasado 27 de agosto, Nicolás Maduro ha desempolvado el “caiga quien caiga”. Dice, robándose palabras de Simón Bolívar, que no dará descanso a su brazo y reposo a su alma en la lucha contra el burocratismo, la indolencia, la corrupción y la traición. Con su brazo y su mano pudiera redactar la carta de renuncia por “probada incompetencia”, sin entrar en el terreno de la violación de los derechos humanos y el reciente y descomunal fraude electoral.
Tellechea fue detenido el domingo en la madrugada por unidades de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim). El lunes, un comunicado de la Fiscalía General informaba que luego de una “exhaustiva investigación científica” se determinó que el exfuncionario y sus más cercanos colaboradores habían incurrido en “graves delitos contra los más altos intereses nacionales”. Entre las causas que se le siguen, siempre según la versión oficial, está “la entrega del Sistema de Control y Mando Automatizado, conocido como el cerebro de Pdvsa, a una empresa controlada por los Servicios de Inteligencia de Estados Unidos”.
Lo que el régimen de Maduro le restriega en la cara a los venezolanos con este nuevo escándalo, si la información tuviera asidero, es que la industria petrolera venezolana, que aporta desde hace muchas décadas los mayores ingresos al país, es el epicentro de todos los negocios corruptos y de toda clase de desmanes, y la evidencia de la falta del más mínimo control de sus operaciones. Puede caer Tellechea, como al año pasado, apenas, cayó Tareck el Aissami, pero el principal responsable tiene nombre y apellidos: Nicolás Maduro Moros.
El presidente de la República es, de acuerdo con el artículo 232 de la Constitución Nacional, “responsable de sus actos y del cumplimiento de las obligaciones inherentes a su cargo”, y entre ellas, según el artículo 236, está dirigir la acción de gobierno, administrar la Hacienda Pública Nacional y nombrar a los funcionarios, particularmente los de mayor relevancia.
Cinco de los ocho ministros de petróleo durante los mandatos de Maduro han estado involucrados en casos de corrupción, según la propia información oficial. Todos fueron designados con su autorización. Tras cada renuncia o destitución de un jefe petrolero, seguía en algunos casos una detención tan penosa como la que sufren miles de venezolanos encarcelados por razones políticas ㅡel exministro de petróleo Nelson Martínez murió en 2018 en prisión, sin que nunca se fijara su juicio ni la audiencia preliminarㅡ y Maduro, como ahora, prometía tras el escándalo poner fin a la corrupción y a la traición.
Corrupción y traición van juntos, como admitió Maduro en su programa televisivo del lunes (tiene tiempo para las cámaras pero no para controlar la (ex)gallina de los huevos de oro). ¿Traicionan esos “corruptos” al país o a los grupos que se reparten el botín petrolero? ¿Tendrá algún viso de credibilidad la información de la Fiscalía o forma parte de esa disputa soterrada entre capos enfrentados?
Ninguna de esas preguntas tiene respuestas porque en Venezuela no existe rendición de cuentas, ni investigaciones parlamentarias, ni citación de ministros a la Asamblea Nacional, ni instituciones que no dependan del poder central, ni periodismo libre. Mucho menos, como ahora lo sabrá Tellechea, como lo supo Tareck el Aissami, como lo padeció hasta su muerte Nelson Martínez, la posibilidad de un juicio justo e imparcial.
El expediente para la renuncia de Nicolás Maduro es grueso, diverso, y gravísimo para el verdadero interés nacional. El “caiga quien caiga” debería empezar por él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario