Nuestra ciudadanía en el Cielo | |
Puesta en situación | |
Varios acontecimientos coincidentes sitúan la redacción de esta oración en el invierno de 1896-1897. En aquel invierno, la tuberculosis avanzaba y minaba las fuerzas de Teresa. Sabía que estaba a punto de morir. Hizo acopio de sus fuerzas. Además, las tentaciones contra su fe la acosaban: el Enemigo la retaba a duelo. En esta lucha solitaria, miró a Juana de Arco. | |
Teresa me escribe | |
«Señor Dios de los ejércitos, que nos dijiste en el Evangelio: «No he venido a sembrar paz, sino espadas», ármame para la lucha. Ardo en deseos de combatir por tu gloria, pero te pido que fortalezcas mi valor... Así podré exclamar con el santo rey David: «Tú solo, Señor, eres mi escudo, tú adiestras mis manos para el combate...» ¡Amado mío!, sé muy bien a qué combate me tienes destinada, y que no es en los campos de batalla donde tendré que luchar.... Yo soy prisionera de tu amor, voluntariamente he remachado la cadena que me une a ti y que me separa para siempre del mundo que tú maldijiste... Mi espada no es otra que el Amor; con ella arrojaré del reino al extranjero y te haré proclamar Rey de las almas que no quieren someterse a tu divino poder. Es cierto, Señor, que no necesitas de un instrumento tan débil como yo; pero, como dijo Juana, tu virginal y valiente esposa: «Para que Dios dé la victoria, hay que luchar». Pues bien, Jesús mío, yo lucharé por tu amor hasta la tarde de mi vida. Puesto que tú no has querido gozar de descanso en la tierra, yo quiero seguir tu ejemplo, esperando que así se realice en mí aquella promesa que salió de tus divinos labios: «El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor, y mi Padre lo honrará». Estar contigo, estar en ti, ése es mi único deseo...La certeza que tú me das de que esto se realizará me hace soportar el destierro, a la espera del día radiante del cara a cara eterno...» | |
Or 17 | |
Comprendo | |
¿Cómo podemos vivir en un mundo en el que el engaño y el provecho, como ilustra el Evangelio de hoy, se apoderan de nosotros en cuanto nos alejamos de Dios? Teresa habla del «exilio», ese sentimiento de estar fuera de lugar, de inseguridad, de fragilidad. Sin embargo, ella superó este sufrimiento y nos da la clave. La respuesta se ofrece y se da: el Amor. Responder al mal con Amor, como arma suprema, pero también como camino hacia la alegría, incluso en medio del sufrimiento. Sólo este amor infinito del Padre puede ayudar al hombre a «soportar el destierro», en la esperanza creciente del «día radiante del encuentro eterno cara a cara». | |
Rezo y actúo | |
Cuando una batalla, grande o pequeña, interna o externa, estalla en mi vida o en el curso de mi día, elijo responder con Amor. Como Teresa, dejo que el amor de Dios actúe en mí. Como ciudadana del cielo, me pongo bajo su reino de amor. En este día, también puedo encomendarme a la intercesión de Santa Isabel de la Trinidad, monja carmelita de Dijon que leyó Historia de un Alma y quiso convertirse en «alabanza de gloria» de la Santísima Trinidad. |
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