“SI CIERRAN LA FRONTERA, ¡LO QUE HAY ES TROCHA!”
VERSIÓN FINAL, MARACAIBO, septiembre 04
07:032015
A Ángel le apodan Don Ramón. Su parecido con el famoso personaje de la serie televisiva de El Chavo del 8 es extraordinario. Cincuentón, desgarbado, tembloroso y dicharachero. Rodeado de una docena de pimpinas, botellas y garrafones —repletos algunos de los envases con gasolina de 91 y 95 octanos—, juguetea con la manguera de plástico transparente que mantiene enredada en su mano derecha, mientras aguarda por clientes en la acera central de lazona colombiana de Paraguachón, al norte del estado Zulia. Menciona tres veces en apenas segundos al “sistema”.
El término busca darle aires de legalidad a un esquema condenado por las normas. Se refiere al mecanismo ilegal que le permite ganar entre 18 mil y 20 mil pesos cada día —aproximadamente 4.000 bolívares— para ayudar a sus cuatro hijos y nietos: “chupa” combustible de los vehículos cuyos clientes acceden a vendérselo, compra el botín y luego lo revende.
Labora sin temor en las narices de la Policía y el Ejército colombianos. “Si el ‘sistema’ cae por el cierre de la frontera, lo que hay es trocha, hermano”, dice, ufanado y con notorio aliento a carburante cuando el reloj marca las 10:30 am.
Motor del “sistema”
A sus espaldas, retumba el motor de una motocicleta manejada por un joven de unos 20 años, que viste franelilla blanca, gorra azul y pequeños aretes plateados en ambas orejas. El vehículo sale a toda velocidad desde un camino de arena y piedras que se pierde en el horizonte de los rancheríos de la zona. Carga tres bultos de papel higiénico blanco, marca Sutil.
A sus espaldas, retumba el motor de una motocicleta manejada por un joven de unos 20 años, que viste franelilla blanca, gorra azul y pequeños aretes plateados en ambas orejas. El vehículo sale a toda velocidad desde un camino de arena y piedras que se pierde en el horizonte de los rancheríos de la zona. Carga tres bultos de papel higiénico blanco, marca Sutil.
El muchacho estaciona frente a Refress El Punto, una venta de comida ubicada a tan solo 20 metros de la oficina de la Dirección de Impuestos y Aduanas de Colombia. Se baja, suelta las amarras y entrega los paquetes a un guajiro de porte robusto. Se encarama de nuevo y regresa hacia los adentros de la trilla.
Llega otra moto por la misma vía… y otra… y otra. Transportan bolsas negras, marrones y blancas que no impiden que se trasluzcan los productos. Fracasa el anonimato: en ellas hay arroz, aceite, leche, café, champú, mayonesa y galletas de soda. Otros acarrean a todas luces bultos de sangría La Caroreña y cajas de cervezas.
Llega, en promedio, una motocicleta cada 30 segundos y una que otra “chirrinchera” full de pasajeros y empaques. Todas se detienen en el mismo punto y transitan exactamente por la misma trilla. Es una trocha que inicia en Guarero y otros poblados, a cientos de metros del punto de control de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), y que desembocan en La Raya. Es una de las 17 gargantas polvorientas por donde se evade el “bachaqueo” desde Zulia hasta Colombia. El contrabando a cuentagotas.
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Gustavo Ocando Alex/Foto: Humberto Matheus
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