Sin carné del Partido y sin casa
Misael Espinosa fue ganadero, militante del Partido, internacionalista en Angola. El gobierno lo ha despojado de su finca
lunes, septiembre 28, 2015 | Eduardo García Oliva. Diario de Cubanet.
BAYAMO, Cuba.- Misael Espinosa Puebla es un campesino bayamés de 58 años, casado, con dos hijos y más de dos décadas labrando la tierra y criando ganado vacuno. Este hombre pertenece a una reconocida familia de labriegos que poseía una finca en el poblado de “El Padrón”, localidad ubicada en la periferia de la capital granmense.
A la muerte del patriarca, de tres hermanos, Misael heredó el ganado por la pericia en su tratado.
Cuenta que, antes de entregar su esfuerzo al duro trabajo agrícola, fue combatiente internacionalista en Angola y, por principios ideológicos en los que entonces creía, se hizo militante del Partido Comunista de Cuba al regresar de la misión.
El cambio en su manera de pensar llegó cuando en 1995, impusieron la obligación a cada militante, en una asamblea de núcleo y por orientación superior, de no acceder a la moneda libremente convertible, aún cuando no era posible adquirir calzado y alimentos de otra manera.
Misael afirma que creyó que la ordenanza era un absurdo y contraria a lo que la máxima dirección del país establecía en función de la subsistencia del pueblo. Jamás se les informó sobre resolución oficial que dictaba tal precepto. ¿No eran los militantes del partido parte de la población?
Decidió entregar su carne, sin embargo continuó trabajando junto a las autoridades gubernamentales desde su mayor pasión: el campo.
“Me entregaron una finca bajo nomenclatura de ‘Módulo 4’, totalmente destruida y valorada en medio millón de pesos, que dejaron perder por incompetencia y desinterés”, dice Misael. “Después de construir mi casa, desyerbar y ubicar el ganado, las autoridades provinciales de la agricultura decidieron destruirlo todo nuevamente. Me quitaron el ganado y demolieron mi casa, todo sin otra explicación de que no habían recursos para mantener el proyecto inicial, que era crear una red de pequeñas fincas que suministraran leche a la ciudad de Bayamo.”
Misael hace referencia a un convenio entre campesinos y el Estado Cubano que surgió en el año 1978, consistente en la entrega de cooperativas ganaderas a rurales debido al ineficiente manejo de las autoridades para sacarles provecho. Fueron arrendadas con la condición de entregar la mitad de la producción lechera y del ganado que se producía.
Pero lo pactado no se cumplió. Con visible indignación e impotencia Misael asevera: “Puedo asegurarles que he conocido de bajos intereses por parte de funcionarios del gobierno municipal. Se ha querido beneficiar a otros con el terreno y se ha personado la policía para presionarme a vender forzosamente mi ganado.”
En busca de aclaraciones logramos conversar con el jefe de la unidad de la PNR en “El Padrón”. Este aseguró: “Nuestro trabajo en esa finca ha sido de control y aseguramiento del orden. Hemos recogido su ganado y se ha hecho sin maltrato alguno, a la espera de nuevas orientaciones. Nuestro mayor interés es eliminar de la zona el hurto y sacrificio ilegal de ganado, no hay otro objetivo.”
Ante las acusaciones de este labrador y a través de comunicación telefónica, obtuvimos declaración de Miguel Ciara, director de la Delegación Provincial de la Agricultura en Granma, quien comentó: “Hemos retirado la finca a Misael porque consideramos que es una zona propensa a la ilegalidad. Por estar cerca de la carretera y no tener protección. Existen antecedentes de incontables robos en el lugar. Es incierto que sea de interés institucional o personal apropiarnos del terreno.”
Lo cierto es que Misael ha quedado sin recursos. Asegura que no tiene medios de vida. Ha construido por esfuerzo propio, junto a su esposa, una casa artesanal en el reparto La Unión, conocida como “llega y pon”. Se dedica a la venta ambulante de verduras, frutas y condimentos, quedando atrás los años que se apegó a la tierra y sus animales.
A pesar de las decisiones tomadas por las autoridades, no le han ofrecido otro medio que le permita ganarse el sustento. Concluye: ”Este gobierno está aplicando muy mal las leyes. Están permitiendo que desde las autoridades locales se apliquen códigos unilateralmente, que no están escritos en ninguna parte y van en detrimento de la vida del pueblo. Siempre somos los perjudicados y no hay lugar en dónde quejarse. Se nos amenaza y coacciona con el producto que sale de nuestro trabajo. Hay que cambiar, pues una cosa es el discurso oficial y otra muy distinta es lo que ocurre en la realidad.”
A la muerte del patriarca, de tres hermanos, Misael heredó el ganado por la pericia en su tratado.
Cuenta que, antes de entregar su esfuerzo al duro trabajo agrícola, fue combatiente internacionalista en Angola y, por principios ideológicos en los que entonces creía, se hizo militante del Partido Comunista de Cuba al regresar de la misión.
El cambio en su manera de pensar llegó cuando en 1995, impusieron la obligación a cada militante, en una asamblea de núcleo y por orientación superior, de no acceder a la moneda libremente convertible, aún cuando no era posible adquirir calzado y alimentos de otra manera.
Misael afirma que creyó que la ordenanza era un absurdo y contraria a lo que la máxima dirección del país establecía en función de la subsistencia del pueblo. Jamás se les informó sobre resolución oficial que dictaba tal precepto. ¿No eran los militantes del partido parte de la población?
Decidió entregar su carne, sin embargo continuó trabajando junto a las autoridades gubernamentales desde su mayor pasión: el campo.
“Me entregaron una finca bajo nomenclatura de ‘Módulo 4’, totalmente destruida y valorada en medio millón de pesos, que dejaron perder por incompetencia y desinterés”, dice Misael. “Después de construir mi casa, desyerbar y ubicar el ganado, las autoridades provinciales de la agricultura decidieron destruirlo todo nuevamente. Me quitaron el ganado y demolieron mi casa, todo sin otra explicación de que no habían recursos para mantener el proyecto inicial, que era crear una red de pequeñas fincas que suministraran leche a la ciudad de Bayamo.”
Misael hace referencia a un convenio entre campesinos y el Estado Cubano que surgió en el año 1978, consistente en la entrega de cooperativas ganaderas a rurales debido al ineficiente manejo de las autoridades para sacarles provecho. Fueron arrendadas con la condición de entregar la mitad de la producción lechera y del ganado que se producía.
Pero lo pactado no se cumplió. Con visible indignación e impotencia Misael asevera: “Puedo asegurarles que he conocido de bajos intereses por parte de funcionarios del gobierno municipal. Se ha querido beneficiar a otros con el terreno y se ha personado la policía para presionarme a vender forzosamente mi ganado.”
En busca de aclaraciones logramos conversar con el jefe de la unidad de la PNR en “El Padrón”. Este aseguró: “Nuestro trabajo en esa finca ha sido de control y aseguramiento del orden. Hemos recogido su ganado y se ha hecho sin maltrato alguno, a la espera de nuevas orientaciones. Nuestro mayor interés es eliminar de la zona el hurto y sacrificio ilegal de ganado, no hay otro objetivo.”
Ante las acusaciones de este labrador y a través de comunicación telefónica, obtuvimos declaración de Miguel Ciara, director de la Delegación Provincial de la Agricultura en Granma, quien comentó: “Hemos retirado la finca a Misael porque consideramos que es una zona propensa a la ilegalidad. Por estar cerca de la carretera y no tener protección. Existen antecedentes de incontables robos en el lugar. Es incierto que sea de interés institucional o personal apropiarnos del terreno.”
Lo cierto es que Misael ha quedado sin recursos. Asegura que no tiene medios de vida. Ha construido por esfuerzo propio, junto a su esposa, una casa artesanal en el reparto La Unión, conocida como “llega y pon”. Se dedica a la venta ambulante de verduras, frutas y condimentos, quedando atrás los años que se apegó a la tierra y sus animales.
A pesar de las decisiones tomadas por las autoridades, no le han ofrecido otro medio que le permita ganarse el sustento. Concluye: ”Este gobierno está aplicando muy mal las leyes. Están permitiendo que desde las autoridades locales se apliquen códigos unilateralmente, que no están escritos en ninguna parte y van en detrimento de la vida del pueblo. Siempre somos los perjudicados y no hay lugar en dónde quejarse. Se nos amenaza y coacciona con el producto que sale de nuestro trabajo. Hay que cambiar, pues una cosa es el discurso oficial y otra muy distinta es lo que ocurre en la realidad.”
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