El cambio, una tendencia irreversible...
El país se torna insostenible, inviable, en manos de Maduro y su grupo de validos. Sienten que el poder que han detentado a su leal saber y entender se les va de las manos, se les escurre, como el agua entre los dedos, sin que puedan detener esa tendencia. A estas alturas, son pocas las maniobras electorales que tienen. Su capacidad de juego, de muñequeo, está reducida, muy mermada. Solo quedan las bravuconadas, cada vez menos efectivas. Sin embargo, todavía manejan los hilos de las instituciones (incluyendo, por supuesto, al dócil y comprometido CNE y a las obsecuentes rectoras que lo integran), lo que les permite seguir maniobrando con las trapisondas de siempre. Pero, esta vez el deseo de cambio de las mayorías nacionales va a resultar muy difícil de torcer, sin hacer una descarada y descomunal trampa, una conjura, que representaría el principio del fin de sus autores.
El oficialismo está fracturado. No todos se arriesgarían a una aventura golpista, insostenible en pleno siglo XXI, y no estoy tan seguro de cuántos estarían dispuestos a acompañar a la cúpula madurista en semejante aventura sin destino cierto. Por supuesto que, como sucede en todos los países, la última palabra la tiene el estamento militar. Hoy en día, los mecanismos internacionales de sanciones son muy refinados y efectivos para frenar estos vulgares despropósitos totalitarios. La época de las “revoluciones” por la fuerza se acabó...
Vistas las cosas así, aun cuando soy consciente de que los días por venir, pre y pos-6 de diciembre van a ser muy difíciles, llenos de tensión e incertidumbre, todo dependerá, en buena parte, de cuánto logre acortar el gobierno la ventaja en el número de diputados que obtendrá la oposición, que es a lo que apuntan los esfuerzos gobierneros. O sea, perder por la menor diferencia posible. Por eso, Tibisay Lucena, está en el ojo del huracán y tendrá que soportar presiones de todos los lados. Como muestra, la fuerte reprimenda del secretario general de la OEA, Luis Almagro, a quien la arrogancia y prepotencia oficialistas han pretendido “ningunear”, tal como hizo el difunto líder de la revolución con el desangelado y taimado José Miguel Insulza, que detentó el cargo por diez años. Los tiempos son distintos. Maduro, no es Chávez, como tanto se ha reiterado, amén de que las arcas están mermadas y es más difícil aplicar el chantaje petrolero. Vistas las cosas así, es cuesta arriba detener la fuerza del cambio, sembrada en el corazón, en el alma de los venezolanos, cansados de tantas promesas incumplidas, cansados de tantas mentiras, obstinados de hacer cola hasta para comprar un simple rollo de papel tualé y de la grosera corrupción –a ojos de todos– que muestran los boliburgueses y funcionarios de toda calaña, incapaces de disimular su riqueza mal habida.
Al correr de los días, la matriz del cambio se acentúa y, por ende, se reducen las posibilidades de Maduro de “parapetear” unos comicios, que tiene perdidos sin remedio. De allí, la desesperación que se hace mayor a medida que nos acercamos al 6 de diciembre. Las cartas están echadas. El cambio es irreversible, nada podrá detenerlo...
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