Venezuela contra la opresión
Descontento no es una simple manera de expresar lo que a diario se vive en la Venezuela saqueada impunemente por la horda de comensales de la perversidad que pasan ya raqueta a las migajas de los fondos públicos. Ya el país está en la más penosa situación económica que condena a la miseria a millones de venezolanos.
La perversidad ha representado la marca de fábrica que ha convertido en miseria lo que constituía una economía envidiable en una Venezuela con formidable crecimiento económico que abría caminos certeros de bienestar social. Ese era el camino por donde transitaba Venezuela con sólidos ingresos provenientes fundamentalmente de la renta petrolera. Eso era lo que representaba la línea de conducta de sectores compenetrados con políticas certeras en función del bienestar deseable en la nación, donde desde hace tiempo está activada la lucha contra la opresión.
Pero también la lucha social y política no se entregaba al regodeo de las oportunidades que transitoriamente dejaba el ingreso petrolero, sino que alertaban sobre las desviaciones que estaban en el camino ante la oportunidad del enriquecimiento con la apropiación de los fondos públicos: riqueza inmediata y delitos que no prescriben. Esa actitud avasallante de corruptelas a diestra y siniestra –de la riqueza impronta– también abrió paso a lo que una dirigencia política distraída frente a lo fundamental en la vida política venezolana, que no se percató a tiempo de lo que tanto daño le causaría en lo fundamental a esta nación. Los resultados están a la vista de un país con graves carencias y una alarmante situación de delincuencia, sobre todo, de la delincuencia de cuello blanco.
Lo que devino para dolencias profundas de la sociedad venezolana es lo que tiene ahora gravísimas consecuencias frente al cuadro de carencias de productos esenciales de diario consumo y privaciones que dejan profundas huellas en la vida de millones de venezolanos. Es una situación triste, dolorosa e inaceptable que mueran niños por desnutrición y enfermedades que eran debidamente tratadas con resultados de curación óptimos cuando había una actitud de humanidad y conocimiento científico para la salud y la vida.
Ahora Venezuela vive en persistentes carencias en todo cuanto es vital para la población desde comida hasta medicinas. Es una situación de sufrimiento que muestra hasta dónde es posible destruir una estructura nacional productiva, admirable hasta con excedentes en rubros que, desde hace largo tiempo, ni siquiera puede suplir las exigencias de los habitantes de esta Venezuela que está hundida en miseria. Pero que, ante el cuadro triste de la economía, tiene arrestos para desterrar todo lo malo y abrirle espacio al esfuerzo creador del venezolano en la reconstrucción del país. Esta es la lucha que sostenemos día a día.
El pueblo no se ausenta de la lucha. Es persistente en el accionar de cambio que le devuelva al venezolano su capacidad productiva. Su dedicación al trabajo, así como la mirada persistente en el quehacer político en constante muestra de preocupación y servicio al país. Y ello es así por cuanto no es posible abstraerse de la responsabilidad de abrirle cauces democráticos de salvación a esta Venezuela que requiere de sus hijos para un destino acorde con las grandes exigencias de una población que durante largo tiempo ha vivido en la escasez y el sufrimiento.
Vamos, unidos en actitud consciente de lo que somos como nación libre y soberana a dar un giro total a este estado de graves carencias en que está la Venezuela de la libertad continental. Unidos podemos hacerlo.
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