El Cerdo Supremo y sus cerdos revolucionarios
“Los animales asombrados pasaron su mirada
del cerdo al hombre y del hombre al cerdo;
y nuevamente del cerdo al hombre,
pero ya era imposible distinguir
quién era uno y quién era otro”.
George Orwell (Rebelión en la granja)
Un apacible corderito de la granja chavista que se rebela
No soy fabulista ni mucho menos, pero vivir en Venezuela y sufrir el chavismo a menudo me pone creativo. A veces me excedo, lo sé, como en esta ocasión, pero es inevitable: soy un blasfemo. El más buscado.
Pero estemos claros, las blasfemias no son solo cosa mía, también ustedes -pueblo lector- tienen cierta responsabilidad en la subida de tono de mis escritos. Cada vez que nuestra tragicómica realidad tropieza con otro evento animalesco, son ustedes quienes me empujan, pican y arrinconan para que escriba una nueva alegoría.
Si no fuera así -¿quién lo duda?- yo sería un apacible corderito de la granja chavista, otro más.
En esta ocasión, Merentes y Viloria, esos cerdos revolucionarios, son el tropiezo.
Cerdos revolucionarios
El británico George Orwell no vivió en Venezuela pero es como si lo hubiera hecho. Sus fabulosos 1984 y Rebelión en la granja son textos indispensables para comprender al chavismo. Me detendré brevemente sobre el segundo. Ya lo he hecho en anteriores ocasiones, pero si una fabula la “repites adecuadamente mil veces” quién quita que se convierta en una verdad del imaginario colectivo.
No creo que Nelson Merentes y el coronel José Viloria, esos cerdos revolucionarios, hayan leído la Rebelión en la granja, si lo hubiesen hecho no se comportarían como tales, quiero suponer que tendrían un poco de pudicia y de vergüenza.
Intentaré resumirles de qué se trata la novela de Orwell para que no se ofendan conmigo (soy un inocente corderito), es una ingenua fábula como la de Tío Tigre y Tío Conejo de Arráiz (ese sí que era un conspirador, no yo) que no causa ningún daño.
De cualquier modo sería bueno que dejen de retozar en la inmundicia y lean, según dicen el Cerdo Infinito y Supremo lo hacía. Sigan su ejemplo…, rectifico, mejor no lo hagan, no se vayan a poner más creativos.
Mejor les resumo, evitemos peores cerdadas.
Rebelión en la granja (fábula sobre la dictadura de los cerdos)
Enmarcada en la Rusia revolucionaria que se liberó de la indolente monarquía zarista de Nicolás II (vaya qué cosas las del destino y los nombres), la Rebelión en la granja es una sátira a la farsa socialista que sucedió en el poder al monarca ruso, tocayo del nuestro.
El cerdo Mayor, una suerte de Cerdo Supremo de entonces, incitó a los animales de la granja para que se rebelaran contra el régimen opresivo que imponían los hombres (el señor Jones en la novela). Y aunque no pudo ser testigo de la revolución que causó entre sus semejantes (también murió antes de tiempo), logró la proeza de inspirar la sacudida sociopolítica que se instaló posteriormente.
La revolución de los cerdos triunfó y logró que estos se hicieran del poder de la granja (la alevosa imaginación nos obliga a pensar en Venezuela). Una vez en él -en el gobierno- iniciaron una serie de reformas sociales que fueron violando de manera flagrante y cínica, una tras otra, conforme pasaban tiempo en el poder (ese que cuando es absoluto corrompe absolutamente).
Fue de ese modo que comenzaron a comportarse -los cerdos- como los infames hombres que habían derrocado y actuaron de la misma manera despótica y arbitraria, lujosa y oprobiosa como supuestamente lo habían hecho estos: persiguieron con sus “perros” (creo que ahora le llaman “colectivos”) todo indicio de disidencia; caminaron en dos patas (no en cuatro como es su naturaleza); usaron ropa lujosa (como el cerdo Pedro Carreño); durmieron en camas, bebieron alcohol, mataron, y convirtieron la granja en algo mucho más calamitoso que lo que habían combatido.
El cerdo Nicolás -perdón, ¿qué digo?-, el cerdo Napoleón (nombre del protagonista de la novela) fue el encargado de completar la faena cínica revolucionaria. Fue el cerdo que cristalizó la dictadura soñada por el cerdo Mayor (Supremo o Infinito, es lo mismo).
(Disculpo mi equivocación de nombres pero es que las “N” sucesorales se me enredan. Además, hay tanto zar “Nicolás” y monarquías de narcosobrinos en la historia que me confundo. Es de humanos errar).
El desenlace de la novela y su revolución de los cerdos fue un desastre infinitamente peor que el del gobierno de los hombres que habían derrocado.
¿Calza entre nosotros la fábula de los cerdos?
Por obra y desgracia del Cerdo Supremo
Mi analogía surgió después de leer unas declaraciones que hizo el historiador mexicano, Enrique Krauze, al diario ABC de España. Expuso: “El verdadero rostro -del chavismo- aún no lo conocemos y va a tardar en revelarse. El horror que iremos descubriendo no tendrá precedentes, por el grado de corrupción, de descomposición, de destrucción de fuentes económicas, como Pdvsa, y sobre todo de destrucción del tejido social y moral del pueblo venezolano.”
No sé si sea posible descubrir más corrupción que la del cerdo Diosdado, descomposición que la del cerdo Viloria (y su despiadada vejación a mujeres y niños), destrucción de fuentes económicas y destrucción moral que la del cerdo Merentes (sus perversiones y pedofilia con niñas), pero si lo fuera no nos cabe duda de que estaríamos ante la dictadura más cerda de la historia de Latinoamérica.
Y todo por obra y desgracia del Cerdo Supremo.
Todos los animales son iguales
Espero que nadie se sienta ofendido por la analogía fabulosa que me estoy despachando en este suelto, no soy el responsable, fue a Orwell a quien se le ocurrió escribir sobre Venezuela hace más de medio siglo. Yo nunca he sido profeta en mi tierra.
Según el británico, para los cerdos en el poder “todos los animales son iguales, pero algunos animales -sobre todos aquellos que retozan en la inmundicia chavista y su lodo moral- son más iguales que otros. Por eso son inmunes a la crítica y cuando más a la justicia.
No me hago responsable si ofendí a alguien con mi ingenua fábula, fue otro tropiezo con la realidad tragicómica que nos devasta. Insisto no fue idea mía, fui empujado, picado y arrinconado por el pueblo venezolano que me lee y que está asqueado de tanta inmundicia.
A fin de cuentas la voz del pueblo -que es una escandalosa mayoría- es la voz de Dios y a ella yo me someto. Recuerden: tan solo soy un corderito rebelde de la granja chavista.
Y me pongo creativo.
Y escribo…
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