Lo que tiene que pasar el venezolano para conseguir alimentos
Son las cinco de la mañana y ya se empieza a ver personas en las afueras de los supermercados haciendo la cola, esperando que llegue “algo”, lo mismo pasa en los Farmatodo y abastos de todo el país. Parece una historia de una nación en guerra, pero no, es la realidad de Venezuela. El régimen chavista ha sometido al pueblo a rebuscar la comida de todos los días, gracias a la escasez que cada vez es más fuerte. Lo irónico es que el Gobierno no busca soluciones concretas, solo caminos rebuscados que afirman queel país se les salio de las manos y no tienen la voluntad de admitirlo y menos dejar el poder.
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La cola a las 6:00 de la mañana rodea, cual gusano, todo el estacionamiento del Farmatodo de La Trinidad. Es miércoles y pueden comprar productos regulados, “en teoría”, quienes tienenterminal de cédula 4 y 5, pero el rumor generalizado entre los que se encuentran en la mitad de la fila es que para los bachaqueros eso no es limitante.
Maritza Rodríguez, una mujer de 47 años, con su suegra a cuesta, critica que “esos”, en referencia a quienes se aglutinan en la puerta del establecimiento, lleguen a las 2:00 am, como todas las semanas. “Son los mismos bachaqueros de siempre, que vaina tan arrecha”, fustiga.
La misma fémina, unos minutos más tarde se contenta al ver al joven, con uniforme de la cadena de farmacias, salir a repartir los números que servirán de salvoconducto para comprar a “precio justo” los escasos productos que la noche anterior llegaron en un camión.
Zulay Perdomo, una secretaria que secunda a Maritza en la cola, calcula que los tickets no alcanzarán. “Yo deje de ir a trabajar hoy, porque o trabajo o como, y el chamo no va a llegar hasta aquí”, dice dudando si emigra a formar parte de la masa que aguarda afuera del Plan Suárez que está a tres cuadras, a ver que llegó allá. Sabe que en ambas partes, las posibilidades de ser beneficiaria de esa lotería que significa conseguir alimentos para sus hijos ya están reducidas al mínimo.
Se acercan las 7:00 am, quienes parecen tener una etiqueta de especuladores entre ceja y ceja se reacomodan en su lista, atentos a que nadie se les colee al momento el que vigilante abra las puertas del local. La fila parece mucho peor, se reproducen cuales bachacos cuando les quemas la hoguera.
Una señora de leggins, con su pequeña hija de acompañante,insiste en decir que son los mismos de todas las semanas. “Salen de ahí, disparados para el barrio a revender eso a Dios sabe cuánto”, comenta desde el mismo puesto en el que tiene ya casi dos horas. Hasta tiempo de desayunarse una arepa que sacó de la cartera tuvo. Los niños del resto de la multitud, corren entre los carros, como si se tratara de un gran parque de diversiones, olvidando por completo que sus responsabilidad a esa hora, un día de semana, es básicamente estar yendo al colegio.
Un hombre con camisa de flores, canoso y con bigotes, intenta darle ánimos a quienes el azar les ha puesto a sus compañeras fortuitas de aventura. “Yo la semana pasada estaba más atrás y conseguí hasta shampoo”. Acto seguido, reflexiona que hay que seguir buscando porque “la cosa se va a poner peor”.
“Háblame convive, ¿llegó el camión?”
El jueves de la misma semana, la escena es muy similar en Los Símbolos, al otro extremo de la ciudad. La diferencia es que quienes están de primero en la cola, dicen tener un contacto dentro de Farmatodo que la noche anterior les avisa que llegó. “Ya eso está cuadrao desde anoche, catire”, enfatiza un hombre con una sábana colgando del cuello. Durmió afuera porque sabía que conseguiría dos paquetes de pañales, leche en polvo, espaguetis y polvo para lavar la ropa. Llegó
Quienes lo acompañaron durante la madrugada esperando, son los que hacen la compra más rápido. Pasan por el pasillo, recogen las cantidades permitidas de cada producto en venta, dos por persona es el número que regularmente les permiten llevar, y se dirigen a pagar. El vigilante esperan que salgan los primeros 10, para ir dando paso progresivo a los que están afuera, con frío.
Estos, que optaron por no sacrificar su sueño, pueden pasar hasta tres horas esperando para pagar. Las cuentas por lo general no suelen pasar los Bs. 1500: Los pañales cuestan menos de 150 bolívares el paquete, la pasta regulada marca Bs.64, por unidad, un jabón de baño oscila entre Bs. 13 y 36. Solo tienen una cosa clara: el fin de semana la odisea será mucho más larga.
Una gordita a la que la amiga llama Luzmary, esperando para pagar, le dice a su acompañante: “marica en el Open 18 (un abasto gourmet ubicado en Las Mercedes) hay Harina Pan, ahorita nos lanzamos para allá, ya le estoy escribiendo al Jimmy que me guarde el puesto”. Sí, las mafias de las mujeres de leggins y hombres de jordan son una red más organizada que una banda criminal, un hueso duro de roer para quienes insisten en buscar culpables de la supuesta “guerra económica”.
Ni el carnaval los detuvo
Un día más tarde, el viernes antes de carnaval, un grupo de hombres y mujeres, con suéteres, pasamontañas y hasta guantes, parecen haber olvidado que al día siguiente arrancar las fiestas del rey momo. Están concentrados en la prueba de sobrevivencia que significa resistir toda la madrugada en la acera contigua alCentro Comercial El Recreo, en la avenida Casanova de Sábana Sangre, al centro de la ciudad. La meta es la misma, acaparar los productos que luego pueden revender hasta 10 veces más de su valor fijado por el Gobierno.
Son las 10:30 de la noche, y una pareja que sale a esa hora de la última y vacía función del cine, ve atónito a unos enrollados en sábanas y otros acostados en cartones. “Son unos parásitos”, atina a decirle el taxista que los saca del lugar. El hombre, paranoico con la inseguridad de la zona, dejó montar a la pareja en su carro luego de que el fiscal de la línea de turno, los revisara con un detector de metales y les tomarán fotos.
Un acto de fé
Si bien es cierto que las de “Faltatodo” no son las únicas colas, y es que estas van desde supermercados hasta en distribuidoras de baterías y cauchos para automóviles; las de la otrora pionera cadena de farmacias de Venezuela, son las de frecuencia diaria y para que las que los venezolanos más temprano se preparan.
Este acto de fe que significa aguardar esperanzados conseguir en un mismo lugar a productos de higiene personal, alimentos no perecederos y artículos de aseo para el hogar, parece no tener un feliz término a corto plazo. La opinión generalizada en el sondeo a vuelo rasante en estas aglutinaciones es que Maduro no puede “ni metiendo preso a 100 gerentes” con los bachaqueros, ni tampoco la Asamblea Nacional.
Lo que en su momento una dirigente política, cercana a Chávez y crítica a Maduro, calificó como “un cáncer que ha hecho metástasis”, tiene a los venezolanos sufriendo cada madrugada a las afueras de Farmatodo esperando a ver si la suerte le acompaña y se convierten en beneficiarias de parte de un reducido botín que cada vez se limita más a un grupo de “vivos”.
Información de El Cooperante
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