¡Viva la desigualdad!
PEDRO BERNARDO CELIS | EL UNIVERSAL
viernes 19 de febrero de 2016 12:00 AM
Hay quienes asocian igualdad con justicia social. Sin embargo, no hay nada más injusto y aburrido que la igualdad. Ser iguales nos impide dar y compartir vivencias, conocimientos, juegos, o bienes. Expertos concuerdan que la mayor felicidad del ser humano descansa sobre su capacidad para dar y compartir. No se trata de tener dinero o poder. Se trata de regocijarse en la cara de felicidad de otro ser humano cuando se da o se comparte algo que necesita. Es una experiencia que se vive a diario con los más pequeños de la casa, siempre dispuestos a recibir tiempo, amor y bienes materiales pero también ávidos de negociar los límites impuestos. Que aburrido sería si todos fueran autónomos e independientes y no necesitaran de los otros para nada. La desigualdad es una bendición que permite a unos ser carpinteros y a otros ser políticos, a unos ser científicos y a otros ser periodistas o sacerdotes, a unos ser maestros y a otros ser estudiantes. Unos pueden ser ricos y otros pobres, unos pueden tener poder y otros necesidades, pero la realidad es que todos dependen de los demás, desde el más rico y poderoso hasta el más pobre y necesitado.
Hay quienes afirman que el modelo capitalista está agotado y es necesario cambiarlo, pero nunca dicen con qué lo piensan sustituir. No se dan cuenta que ese modelo es lo único que hay. No hay otro. No tiene sustituto porque sencillamente es parte de la misma naturaleza humana. Para explicar esta condición debemos recurrir al pensamiento sistémico. El capitalismo está íntimamente asociado al arquetipo sistémico del éxito al exitoso. Mientras más exitoso es un individuo, más fácil se le hace ser aún más exitoso. Es algo que observamos comúnmente en cualquier sistema social. Por eso es que los ricos se hacen fácilmente más ricos. Explicado en términos sencillos, el arquetipo del éxito al exitoso lo encontramos en el juego de monopolio. Ocho jugadores arrancan con las mismas oportunidades de éxito y con la misma cantidad de dinero. En la medida que avanza el juego los jugadores empiezan a diferenciarse. La suerte y la pericia son determinantes. Eventualmente con suficientes vueltas al tablero, queda un solo jugador con el monopolio de los medios de producción, y con todo el capital, y los otros siete quedan en la bancarrota.
Los sistemas sociales modulan el arquetipo del éxito al exitoso con leyes y normas que suavizan su impacto. Por ejemplo, ningún sistema social permite monopolios. Es la respuesta natural del ser humano para evitar el impacto devastador del arquetipo. Ningún sistema social está interesado en la bancarrota de sus miembros. La forma en que se modula este arquetipo define las tendencias ideológicas de las sociedades: izquierda o derecha; liberal o conservador; gobierno grande e injerencista o gobierno pequeño que no se entromete en lo que hacen sus miembros. Un sistema social modula el arquetipo mediante mecanismos adecuados a su realidad particular. Existen tantos mecanismos válidos como sistemas sociales hay.
Desde los países democráticos más socialistas hasta los más liberales, todos basan su progreso social en el arquetipo del éxito al exitoso. Todos son capitalistas. En los sistemas sociales libres y democráticos siempre habrá ricos que se hacen más ricos, e incluso llegan a ser groseramente ricos. Pero la belleza del modelo capitalista es que también forma a una clase media cada vez más numerosa y pujante. Los pobres nunca van a desaparecer del todo, sencillamente porque hay quienes no tienen la capacidad de desarrollar talentos que les permitan proveerse a sí mismos. No deberían pasar de un 10% de la población. Ellos cuentan con programas sociales y con los demás talentosos miembros de la sociedad con deseosos de dar y compartir. Es así que absolutamente todos pueden tener acceso a las maravillas que el país entero es capaz de producir a través del capitalismo.
Los regímenes totalitarios, en su afán populista, venden la idea de la igualdad como requisito para que haya justicia social. Utilizan esa quimera para destruir el modelo capitalista, que asocian a la injusticia de la naturaleza humana. Acaban con el arquetipo de éxito al exitoso para que no haya más ricos, pero en el camino logran desaparecer a la clase media y empobrecer una nación. Convierten a los medios de producción en monopolio de Estado y asumen el control absoluto del capital. Se crea una pequeña casta totalitaria que se abroga todos los privilegios en términos de poder y dinero. Esta casta se sostiene sobre las espaldas de millones de ciudadanos pobres, igualados en sus penurias, en sus colas, en sus enfermedades, en su violencia y en su hambre.
El concepto de igualdad y justicia social se convierte así en una entelequia que carcome y destruye a los sistemas sociales. Es necesario trascender el paradigma de la igualdad y entender que esta puede ser fuente perenne de injusticia social.
@ProfPBCelis - pbcelis@usb.ve - pbcelis.tumblr.com
Hay quienes afirman que el modelo capitalista está agotado y es necesario cambiarlo, pero nunca dicen con qué lo piensan sustituir. No se dan cuenta que ese modelo es lo único que hay. No hay otro. No tiene sustituto porque sencillamente es parte de la misma naturaleza humana. Para explicar esta condición debemos recurrir al pensamiento sistémico. El capitalismo está íntimamente asociado al arquetipo sistémico del éxito al exitoso. Mientras más exitoso es un individuo, más fácil se le hace ser aún más exitoso. Es algo que observamos comúnmente en cualquier sistema social. Por eso es que los ricos se hacen fácilmente más ricos. Explicado en términos sencillos, el arquetipo del éxito al exitoso lo encontramos en el juego de monopolio. Ocho jugadores arrancan con las mismas oportunidades de éxito y con la misma cantidad de dinero. En la medida que avanza el juego los jugadores empiezan a diferenciarse. La suerte y la pericia son determinantes. Eventualmente con suficientes vueltas al tablero, queda un solo jugador con el monopolio de los medios de producción, y con todo el capital, y los otros siete quedan en la bancarrota.
Los sistemas sociales modulan el arquetipo del éxito al exitoso con leyes y normas que suavizan su impacto. Por ejemplo, ningún sistema social permite monopolios. Es la respuesta natural del ser humano para evitar el impacto devastador del arquetipo. Ningún sistema social está interesado en la bancarrota de sus miembros. La forma en que se modula este arquetipo define las tendencias ideológicas de las sociedades: izquierda o derecha; liberal o conservador; gobierno grande e injerencista o gobierno pequeño que no se entromete en lo que hacen sus miembros. Un sistema social modula el arquetipo mediante mecanismos adecuados a su realidad particular. Existen tantos mecanismos válidos como sistemas sociales hay.
Desde los países democráticos más socialistas hasta los más liberales, todos basan su progreso social en el arquetipo del éxito al exitoso. Todos son capitalistas. En los sistemas sociales libres y democráticos siempre habrá ricos que se hacen más ricos, e incluso llegan a ser groseramente ricos. Pero la belleza del modelo capitalista es que también forma a una clase media cada vez más numerosa y pujante. Los pobres nunca van a desaparecer del todo, sencillamente porque hay quienes no tienen la capacidad de desarrollar talentos que les permitan proveerse a sí mismos. No deberían pasar de un 10% de la población. Ellos cuentan con programas sociales y con los demás talentosos miembros de la sociedad con deseosos de dar y compartir. Es así que absolutamente todos pueden tener acceso a las maravillas que el país entero es capaz de producir a través del capitalismo.
Los regímenes totalitarios, en su afán populista, venden la idea de la igualdad como requisito para que haya justicia social. Utilizan esa quimera para destruir el modelo capitalista, que asocian a la injusticia de la naturaleza humana. Acaban con el arquetipo de éxito al exitoso para que no haya más ricos, pero en el camino logran desaparecer a la clase media y empobrecer una nación. Convierten a los medios de producción en monopolio de Estado y asumen el control absoluto del capital. Se crea una pequeña casta totalitaria que se abroga todos los privilegios en términos de poder y dinero. Esta casta se sostiene sobre las espaldas de millones de ciudadanos pobres, igualados en sus penurias, en sus colas, en sus enfermedades, en su violencia y en su hambre.
El concepto de igualdad y justicia social se convierte así en una entelequia que carcome y destruye a los sistemas sociales. Es necesario trascender el paradigma de la igualdad y entender que esta puede ser fuente perenne de injusticia social.
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