Los militares a sus cuarteles
Pedro Carmona Estanga dice, desde el exilio, a 14 años del golpe del 11A que “No habría jamás deseado que se desencadenara la crisis”, y confiesa que le propuso a Chávez un amplio diálogo, que no aceptó
“Maduro no se atreve a ordenar un giro que lo salvaría”
Cada vez que he visto al doctor Pedro Carmona Estanga, luego del golpe aquel del 11 de Abril, no ha cambiado de opinión. Es de hablar suave y modales respetuosos. No levanta la voz y sonríe con cierta timidez. Siempre le he preguntado si no se arrepiente de aquellos hechos y siempre su respuesta ha sido la misma. Una vez le pregunté: ¿Valió la pena? Y sólo titubeó un momento para hablar de la familia, pero no contestó mi pregunta, como tampoco esta vez contestó directamente si hoy seguiría considerando a los militares como una alternativa.
Es un convencido que al presidente Maduro lo rodea un ala radical que “le impide moverse”. A su juicio los venezolanos han traspasado el límite de la escasez “a una situación de hambruna, penurias, muertes por falta de medicinas y carencia de bienes de primera necesidad”.
Destaca que nadie sabe hasta dónde aguantará ese cuadro de “hiperinflación, depresión económica, desabastecimiento, colapso de los servicios públicos, inseguridad desbordada, fuga de talentos, envilecimiento del salario, represión política, corrupción rampante, desconocimiento de la voluntad popular y progresivo aislamiento internacional”. Lo califica como “un cóctel explosivo”.
-El país está azotado por el problema económico, moral y de inseguridad, ¿A la luz de la distancia, cómo lo percibe usted?
-Es la peor crisis económica, política, institucional y moral de su historia. El Gobierno se niega a admitirlo, pese al estruendoso fracaso del modelo, pero no tiene capacidad para rectificar. Maduro está atrapado en un país colapsado, en quiebra, pero no se atreve a ordenar un giro que lo salvaría, sea por limitaciones, fanatismos, influencia cubana o porque se siente heredero del discurso y políticas populistas del difunto Presidente, a las cuales cree que traicionaría si en algo se aparta de ellas.
-Álvaro Uribe siempre está en el centro de esa álgida relación con Colombia. En realidad ¿Hay desde el vecino país un plan para derrocar al gobierno venezolano?
-Fui actor en los esfuerzos de integración andina y latinoamericana, y me duele constatar la destrucción de valor ocurrida. El intercambio colombo-venezolano que hasta 2008 excedía los US$7 mil millones, hoy apenas supera los US$ mil millones con barreras, deudas. La frontera lleva 7 meses cerrada, y ello no ha resuelto problemas que ameritan más entendimiento y cooperación entre las autoridades, atacando los males de la inseguridad, el contrabando, el crimen organizado y el narcotráfico. Sobre supuestos planes desde Colombia para derrocar al gobierno venezolano y el presunto involucramiento de Uribe, ello es una de las manoseadas estrategias del régimen para buscar enemigos externos y tender cortinas de humo a su rotundo fracaso.
-Un grupo de militares pretendió llevarlo al poder, ¿Hoy seguiría considerando que los militares son una alternativa para Venezuela?
-La alternativa para Venezuela es la de un gobierno civil, democrático, garante de la Constitución, del Estado de Derecho, de la independencia de los poderes públicos, capaz de aglutinar voluntades para rescatar a Venezuela de las cenizas. La recuperación de Venezuela será ardua, y comprenderá temas. Los militares a sus cuarteles, a ser apolíticos, no deliberantes, subordinados al poder civil y encargados de velar por la paz, la soberanía y la seguridad.
-Han pasado 14 años desde el 11 de Abril, ¿Está arrepentido de su participación en aquel hecho histórico?
-Hay momentos de la vida que no se escogen, sino que lo impulsan a uno sin buscarlo, al ojo del huracán. El 11A fue un tsunami político, complejo, inesperado, cuyo único objetivo fue relegitimar los poderes públicos mediante elecciones limpias e inmediatas, pues ya en ese entonces estaban conculcados por el gobierno de Chávez, como parte esencial de su proyecto totalitario. La crisis de abril tuvo un importante detonante en la toma política de PDVSA, en la aprobación arbitraria del paquete de Decretos-Leyes, en la resistencia a la negociación de contratos colectivos pendientes, y en la insatisfacción nacional con el rumbo autocrático que Chávez imprimía a su gobierno. No habría jamás deseado que se desencadenara la crisis, y en aquél entonces fui sincero con Chávez, al advertirle lo que veía venir, y en proponerle un amplio diálogo; pero más pudo su afán revolucionario que la visión de estadista de la que careció.
-Chávez y Maduro han usado como excusa de la crisis económica y política del país lo que sucedió el 11A, ¿No se siente usted en parte responsable de que Venezuela se mantenga en crisis?
-El 11A y la crisis actual son una consecuencia de la obcecación del régimen y no una causa. Más consecuencias tuvo en su momento el paro petrolero de 2012-2013. La crisis económica y política responde al afán oficialista de imponer al país un modelo estatista, controlista, intervencionista a ultranza, empeñado en estatizar y destruir empresas productivas y asumir sin éxito su control, que ha eliminado la autonomía del BCV para convertirlo en financista del gasto público con emisiones inorgánicas, aplicando una absurda política cambiaria controlada y múltiple, y avalando la liquidación de las reservas internacionales del país. El Gobierno derrochó la bonanza petrolera, apostó por un país sin sector privado y erró costosamente. Creo en la economía de mercado con responsabilidad social, con paridad cambiaria única y libre, con estímulos a la inversión privada, precios justos y diversificación productiva. El Gobierno arrasó con las exportaciones no petroleras y ha hecho depender como nunca a la economía del sector extractivo. En fin, no me siento responsable de los desaciertos del régimen, a los cuales adverso, pues han llevado al país a la ruina.
-¿Cómo imagina hoy a este país si usted se hubiese quedado en el poder?
-Habría sido efímero, de 90 a 180 días, apenas necesarios para convocar a elecciones parlamentarias y presidenciales limpias, sin que luego yo pudiera, por expresa voluntad personal, optar a cargo de elección popular alguno. Se habría salvado la democracia, y el país se habría enrumbado bajo los principios de libertad, progreso, respeto al Estado de Derecho, alternabilidad democrática, y estaría ubicado en el sitial de liderazgo que le corresponde en el contexto latinoamericano, mejorando cada día la calidad de vida de sus habitantes. Es triste ver lo contrario.
-¿Qué le diría a esos jóvenes que quieren irse del país?
-Destaco el ambiente de desesperanza, de pesimismo, de angustia que abate el espíritu de tantos venezolanos, por la falta de oportunidades, por las humillantes colas a las que deben dedicar parte de su vida, hiperinflación, y porque Venezuela se encuentra entre los países más inseguros del mundo. La descapitalización del talento humano es la peor que pueda afectar a un país, pues ha invertido en ello millones de horas de formación que no se recuperarán fácilmente aunque haya un cambio. Cada joven con el cual me cruzo en el exilio me duele. Confío no obstante en que un porcentaje de ellos retornará al país cuando Venezuela vuelva a ser como fue, un país de talento creativo y de oportunidades.
Sebastiana Barráez
QUINTO DÍA, 15-4-2016. barraezsebastiana@gmail.com
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