El fastidio del diálogo
11 DE NOVIEMBRE 2016 - 12:01 AM CET
A partir de hoy y si la suerte y el buen tiempo nos ampara, es posible despejar el camino del fulano y mal llamado diálogo. Y ojalá de todo este enredo salga algo decente para nuestras vidas ya suficientemente martirizadas por la camarilla civil y militar que usufructúa el poder desde hace ya demasiado tiempo, sin dar muestras de corregir sus errores y, mucho menos, de apartarse del mando que con tan mal tino desempeñan para horror y desgracia del país.
El fulano diálogo no es tal y no lo será nunca porque para que exista algo parecido se necesita que una de las partes deponga su actitud violenta, grosera y chantajista, cosa que el oficialismo no tiene ningunas ganas de asumir. Estamos en una situación semejante a la de una familia a la cual le han secuestrado uno de sus miembros y debe hablar con los secuestradores para pagar el rescate y liberar al prisionero.
Como todos podemos imaginar, quizás por alguna experiencia cercana, los familiares de la víctima acuden al sitio del “diálogo” con la mejor de las disposiciones y con un fin inequívocamente bien intencionado: salvar la vida del secuestrado y lograr su libertad luego de pagar el rescate exigido. Del otro lado están los secuestradores que, por su mismo oficio criminal y su afán de obtener dinero ilícitamente, no son en manera alguna unos angelitos caídos del cielo, puros y simpáticos, dignos de pertenecer a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas.
Pues, para nuestra mala fortuna, hemos caído en las manos de unos personajes que durante casi veinte años no han hecho otra cosa que asaltar el poder, insultar y despreciar a los venezolanos que no comparten sus ideas y destruir hasta las raíces nuestra Constitución Nacional, obra por cierto de una larga discusión y controversia política y pública, y aprobada ciertamente con los votos ingenuos de quienes pensaban que con esa nueva carta magna los asuntos de la república se iban a encaminar por un rumbo cierto y próspero para todos.
Pasados los años y castigados por un vulgar hamponato político, la tan pregonada por Hugo Chávez Constitución de la República Bolivariana de Venezuela no es hoy sino una alfombra vieja y percudida que la camarilla civil y militar no se cansa de pisotear y enlodar, olvidando que ella es hoy lo único ciertamente honesto que queda de la famosa y hoy deshilachada revolución chavista.
Ahora bien, si la cúpula oficialista y su guardia pretoriana maltratan de esa manera el compromiso histórico de su fallecido comandante, cabría preguntarse si van a respetar un diálogo que, desde el principio, han jugado con las cartas marcadas. Basta con revisar los prontuarios de quienes integran las voces oficialistas del diálogo para darse cuenta de que nunca cejarán en el engaño y en la trampa, en la mentira y la jugada sucia.
En estos casos es preferible abandonar la palabra diálogo y emplear más bien “negociaciones”, como las que hacen los ciudadanos con los secuestradores. Quienes se han robado 350.000 millones de dólares delante de todo el mundo no son ni serán gente de diálogo, sino truhanes de marca mayor. Y como tal hay que tratarlos. De lejos.
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