El síndrome de abril
Es comprensible que frente a la crisis cada vez más aguda, con esta inflación sin precedentes en nuestra historia, se expresen manifestaciones de desesperación y la aspiración de un desenlace lo más pronto posible
Más allá del debate de los expertos sobre la pertinencia de la calificación como síndrome, al comportamiento de los rehenes en el atraco a un banco de Estocolmo, a mediados del año setenta y tres. Ese suceso en la capital Sueca, marcó los rasgos de la conducta psicológica de comprensión y afecto de las de víctimas de secuestro hacia sus captores, a partir de allí surgió la denominación de "síndrome de Estocolmo". Al poco tiempo el famoso caso de Patricia Hearst la heredera millonaria norteamericana, que se convirtió en combatiente del Ejército Simbionés de Liberación, después de ser secuestrada, se convirtió en un ejemplo emblemático para caracterizar ese comportamiento.
En nuestro país apareció un síndrome que también tiene rasgos esencialmente psicológicos, su "nacimiento" fue el 11 de abril del 2002. Confieso que tal denominación no es original, me la comentó un ex ministro que estuvo muy cerca de Chávez, al explicarme la razón por la cual cada vez que la oposición convoca una marcha, de inmediato el oficialismo procede a movilizarse hacia el centro de la ciudad para proteger Miraflores.
Llama la atención que también a partir de esa fecha el "llegar a Miraflores" marchando, para algunos sectores de la oposición, constituye el momento culminante de esta lucha. Se olvida que el 4 de febrero del 92, cuando el golpe de Estado, atacaron con tanquetas Miraflores e incluso se combatió en los pasillos del palacio y quien ejercía la presidencia, derrotó la insurgencia desde un canal de Televisión.
No pretendemos ignorar todo el simbolismo que se encierra en nuestra cultura reciente, lo que significa una movilización masiva hacia ese ícono del poder, pero de allí a considerar que a raíz de una manifestación que llegue a Puente Llaguno, se producirá un desenlace y el logro del cambio político medía una gran distancia.
Coincidimos plenamente con el señalamiento que el centro de la ciudad y en particular los alrededores de la sede del gobierno, no debe ser un espacio vedado para las fuerzas democráticas y de utilización exclusiva del oficialismo, ello constituye la negación de un derecho consagrado en la Constitución y las leyes.
En el imaginario el "ir a Miraflores" puede desalojar a la camarilla gobernante del poder semejante al del año 2002, sin la confiscación que de esa gigantesca movilización -con las consecuencias lamentables en cuanto a las víctimas de la brutal represión- hicieran representantes de los poderes fácticos que con sus torpezas posibilitaron el regreso del presidente derrotado.
Es comprensible que frente a la crisis cada vez más aguda, con esta inflación sin precedentes en nuestra historia, se expresen manifestaciones de desesperación y la aspiración de un desenlace lo más pronto posible. El haber conformado una mayoría que tiende a solidificarse ha sido el resultado de un costoso proceso, que ha implicado el diseño de una estrategia que lo ha posibilitado; es el trazado de una ruta insistentemente proclamada como constitucional, pacífica, democrática y electoral. En ese terreno es donde podemos derrotar al adversario y colocarlo a la defensiva, por eso evade cualquier confrontación que signifique medirse electoralmente.
La exigencia de un cronograma que contemple la recolección de firmas para el referéndum, o la celebración de elecciones adelantadas se inscriben en esa estrategia, no se puede abandonar, hay que perseverar en ella, ejerciendo democráticamente toda la presión de que seamos capaces tanto en la calle como en la mesa de diálogos, para así poder alcanzar el cambio político y abrir cauces para conquistar una sociedad de progreso en paz, que en definitiva constituye la aspiración de la mayoría de los venezolanos.
En nuestro país apareció un síndrome que también tiene rasgos esencialmente psicológicos, su "nacimiento" fue el 11 de abril del 2002. Confieso que tal denominación no es original, me la comentó un ex ministro que estuvo muy cerca de Chávez, al explicarme la razón por la cual cada vez que la oposición convoca una marcha, de inmediato el oficialismo procede a movilizarse hacia el centro de la ciudad para proteger Miraflores.
Llama la atención que también a partir de esa fecha el "llegar a Miraflores" marchando, para algunos sectores de la oposición, constituye el momento culminante de esta lucha. Se olvida que el 4 de febrero del 92, cuando el golpe de Estado, atacaron con tanquetas Miraflores e incluso se combatió en los pasillos del palacio y quien ejercía la presidencia, derrotó la insurgencia desde un canal de Televisión.
No pretendemos ignorar todo el simbolismo que se encierra en nuestra cultura reciente, lo que significa una movilización masiva hacia ese ícono del poder, pero de allí a considerar que a raíz de una manifestación que llegue a Puente Llaguno, se producirá un desenlace y el logro del cambio político medía una gran distancia.
Coincidimos plenamente con el señalamiento que el centro de la ciudad y en particular los alrededores de la sede del gobierno, no debe ser un espacio vedado para las fuerzas democráticas y de utilización exclusiva del oficialismo, ello constituye la negación de un derecho consagrado en la Constitución y las leyes.
En el imaginario el "ir a Miraflores" puede desalojar a la camarilla gobernante del poder semejante al del año 2002, sin la confiscación que de esa gigantesca movilización -con las consecuencias lamentables en cuanto a las víctimas de la brutal represión- hicieran representantes de los poderes fácticos que con sus torpezas posibilitaron el regreso del presidente derrotado.
Es comprensible que frente a la crisis cada vez más aguda, con esta inflación sin precedentes en nuestra historia, se expresen manifestaciones de desesperación y la aspiración de un desenlace lo más pronto posible. El haber conformado una mayoría que tiende a solidificarse ha sido el resultado de un costoso proceso, que ha implicado el diseño de una estrategia que lo ha posibilitado; es el trazado de una ruta insistentemente proclamada como constitucional, pacífica, democrática y electoral. En ese terreno es donde podemos derrotar al adversario y colocarlo a la defensiva, por eso evade cualquier confrontación que signifique medirse electoralmente.
La exigencia de un cronograma que contemple la recolección de firmas para el referéndum, o la celebración de elecciones adelantadas se inscriben en esa estrategia, no se puede abandonar, hay que perseverar en ella, ejerciendo democráticamente toda la presión de que seamos capaces tanto en la calle como en la mesa de diálogos, para así poder alcanzar el cambio político y abrir cauces para conquistar una sociedad de progreso en paz, que en definitiva constituye la aspiración de la mayoría de los venezolanos.
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