¿Estaremos pagando una gran “deuda kármica”?
EL NACIONAL, 28 DE NOVIEMBRE 2016 - 00:05
En la Venezuela contemporánea correspondiente al período 1958 -1988 los ingresos por concepto de venta de petróleo alcanzaron el monto aproximado de 400.000 millones de dólares estadounidenses: es decir, 21.325 dólares para cada venezolano (con una población de 18.757.390 habitantes para el año 88). Sin embargo, producto de la inefectiva y equivocada gestión gubernamental, sustentada en complicidades y por un negligente silencio institucional, los problemas de orden estructural se manifestaron en persistentes y recurrentes desequilibrios macroeconómicos: alta inflación, controles de precios, escasez y desabastecimiento, tasa de interés negativa, sobrevaluación, déficit fiscal y en la balanza de pagos, nivel crítico de las reservas internacionales, incremento de la deuda interna y externa (país con alto riesgo de morosidad y quiebra), etc.
Es necesario acotar que del quinquenio gubernamental venezolano 1979-1984 al siguiente 1984-1989 se desprendió una caída significativa en los ingresos petroleros: de un monto aproximado de 89 millardos de dólares a 47 millardos de dólares. Este déficit, en el flujo del fisco nacional de 42 millardos de dólares obligó al gobierno (que iniciaba su período en el año 1989) a solicitar ayuda financiera al Fondo Monetario Internacional. El préstamo fue cedido a Venezuela, de forma que pudiera contrarrestar los efectos nocivos de la crisis multidimensional que hacían estragos en las propias raíces de la sociedad. Un poco más de los 20 millardos de dólares se le fue aprobado bajo estricto control y supervisión por parte del FMI, en el que el Ejecutivo, a cambio, se comprometía, a través de la firma de una carta de intención, a la aplicación inmediata de un “Programa de Ajuste Macroeconómico” que significó, en la práctica, un incuantificable costo social y político.
Expresiones como “dónde están los reales” o “recibo una Venezuela hipotecada” estigmatizan el acontecer venezolano que ha girado en torno al rentismo petrolero. Sobre esta realidad se inicia una “nueva era” gubernamental en el año 1999 con el juramento ante una “moribunda Constitución”. Este período de crecimiento y bonanza no sustentable se ha apoyado en los ingentes recursos monetarios provenientes de la venta de petróleo: hasta 2015 se calcula una cifra superior a los 950 millardos de dólares, lo que equivale a 30.000 dólares aproximadamente por venezolano. Lamentablemente la tesis del desarrollo endógeno no se cristalizó, la cultura del ahorro institucional nunca se consolidó y las previsiones para los tiempos de crisis se subestimaron (los desequilibrios macroeconómicos “mutaron” y reaparecieron con mayor fuerza y contundencia) y, ante la caída estrepitosa de los precios del “oro negro”, otra vez el país cae en una situación de déficit.
Llámese “guerra económica” o “economía de guerra”, lo cierto es que la “hecatombe” económica-social-emotiva que se hace advertir (y que puede aún evitarse), exige la consecución de fuentes alternativas y externas de financiamiento: que sean accesibles en buena lid y que no atenten en contra del acervo patrimonial y moral de la sociedad venezolana.
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