Sin eufemismos
“El diálogo ha servido para dividir a los factores de la oposición y sembrar un mayor pesimismo en la población venezolana acerca del futuro de sus libertades”. Mejor no lo pudo decir la Internacional Demócrata de Centro (IDC), organización de partidos socialcristianos que dirige Andrés Pastrana. Y agregó en su declaración, con una admirable falta de pruritos, que lo que acontece por estos lares no es otra cosa que vida infrahumana, autoritarismo, fragmentación social, ruptura del hilo constitucional y democrático, confiscación de la economía privada, conculcación del derecho al voto, usurpación de la función legislativa de la Asamblea Nacional, narcoterrorismo de Estado y un luminoso etcétera.
Tal muestra de lenguaje sin tapujos ocurrió el 27 de enero, un día después de que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) hiciera un anuncio tan inesperado como encomiable: consultar a lo que llaman “fuerzas vivas” para elaborar una contrapropuesta a ese escarnio en forma de documento presentado por Samper & Cía. Esperando que esta consulta no pase de ser el “anuncio de un anuncio”, e independientemente de cuáles puedan ser los resultados, bien podría aprovechar la oposición para revisar su discurso, sus comunicaciones y, ya que se autodefinen como “unidad”, unificar sus mensajes y desinfectarlos de eufemismos. Por enésima vez: al pan, pan.
Las fallas de comunicación opositoras no son, como ha dicho uno que otro líder, “instrumentales”; son cruciales. Si tardaron más de tres lustros para verbalizar que una dictadura es una dictadura, ya se agotó el tiempo para darles a los crímenes del régimen su justa definición. No hay espacio para ser “políticamente correcto” con los verdugos, mucho menos ahora puesto que se trata de dirigirse primero a los cabilderos del sátrapa –nunca “mediadores”– y, por extensión, a la comunidad democrática internacional, sin cuya ayuda no será posible desmantelar este Estado malandro.
Ya los miembros de la MUD parecen haber cumplido con su papel de demostrarle al mundo que ellos son demócratas. Ahora les corresponde machacar las evidencias de criminalidad del hamponato gobernante. Pero antes nos convendría repasar la gran farsa de esos últimos encuentros que nunca debieron llamarse “diálogo” sino “negociación”. Grosso modo: 1) no habría “diálogo” a menos que se cumplieran previamente 4 condiciones; 2) hubo “diálogo” sin que se hubieran cumplido previamente esas 4 condiciones; 3) la dictadura acordó cumplir con esas 4 condiciones para que continuara el “diálogo”; 4) el acuerdo no se cumplió –¡chapeau a la coherencia de los malandros!– y el inexistente “diálogo” dejó de existir. Ni modo: les toca volver al principio, mal que bien con cierta integridad y ahora sí con todo a su favor para no salirse del libreto: no habrá segundas partes a menos que se cumplan las 4 condiciones harto conocidas. Es la única contrapropuesta posible.
Es decir, que no habrá esa segunda parte porque el régimen nunca cumplirá con lo acordado. No puede cumplir porque, dentro de su lógica perversa y su realidad invertida, no hay presos políticos, no hay crisis humanitaria, la AN es írrita y no se puede hacer elecciones. “No habrá elecciones a menos que las ganemos”, se atrevió a decir hace poco uno de los seres más voluminosamente tóxicos del chavismo. “Olvídense de elecciones”, dijo el gorila del mazo, y las madamas del CNE ni necesitan hacer declaraciones porque ya pusieron cancerberos en sus oficinas para caerle a palo a cualquier demócrata que asome sus narices y venga con esa vulgaridad que mientan “cronograma electoral”.
“El solo hecho de que a estas alturas estemos discutiendo si habrá o no elecciones regionales, o si estas convienen como estrategia política, es una barbaridad”, dice Luis Vicente León, y ese es justo el tipo de cosas que la MUD debe gritarle al mundo. Sin medias tintas. Aunque desde luego que esa es apenas una barbaridad entre las mil cabezas de la hidra, y la MUD no es Hércules. Pero no importa: “por ahora”, mientras esa mesa de tantas patas que es la oposición se reinventa y deja de buscar resultados distintos repitiendo siempre lo mismo, puede apresurar el paso en una escena internacional donde tiene muy buena audiencia: de la Unión Europea a Washington, de la IDC a la Internacional Socialista, de la ONU a la OEA, instancias todas donde saben bien qué clase de delincuentes anidan en Miraflores. El detalle está en el lenguaje.
Precisamente de la OEA salió el año pasado un exhorto muy claro de su secretario general, Luis Almagro, uno de nuestros mejores aliados: “Es hora de dejar de hablar con eufemismos”. Lo dijo después de la malandra suspensión del referendo revocatorio, o sea, antes de que comenzara la patraña del diálogo. Ahora le ha advertido al mundo que “Venezuela entró en una fase de deterioro final” y aquellas primeras palabras tienen más vigencia.
Es en voces como la de Almagro, la de la IDC o la de la Conferencia Episcopal Venezolana, que dice con todas sus letras que la causa de nuestra debacle es el “totalitarismo socialista”, que la MUD se debería inspirar para comunicarse con el mundo libre. Las palabras cuentan. Lo sabe por ejemplo un Carlos Ocariz cuando tuvo el desliz de llamar “privados de libertad” a los presos políticos y medio mundo lo vapuleó hasta sentirse obligado a pedir disculpas.
Y así como no hay “privados de libertad” sino presos políticos, acusados y sentenciados sin pruebas por crímenes que cometieron sus acusadores, también hay que remachar todas las demás verdades verdaderas, llamando las cosas por su nombre, en toda propuesta o contrapropuesta o cualquiera que sea el mensaje. No ha habido, por ejemplo, “trabas” ni “impedimentos” contra el RR y las elecciones, sino violación del derecho al voto y delito contra la Constitución. El pueblo no está pasando por una situación de graves dificultades: está siendo exterminado. Las condiciones de vida diabólicas no configuran una crisis sino un crimen de lesa humanidad. La dictadura ni es incompetente ni mucho menos ha fracasado en la aplicación de un modelo errado: se llama “Plan de la Patria”, es premeditado y le ha dado los dividendos que busca. El Estado no ha sido ineficiente ni negligente en el combate de la criminalidad: el gobierno arma a colectivos de matones y les garantiza impunidad.
La lista es demasiado larga y asquea, pero, tal vez por encima de todo, la oposición agrupada en la MUD no debe caer en la trampa de compartir culpas con el chavismo. Esta secta es la causa del caos y todo intento de empezar a poner algo de orden pasa por su salida del poder. Pero no. Como dijo Carlos Blanco: “Esta gente no tiene intención de entregar el poder de ninguna manera. Lo sabemos. Solo lo entregará cuando se le arranque de sus pezuñas”. Por supuesto que los voceros de la MUD no están obligados a usar la palabra “pezuña” con sus interlocutores internacionales. Basta con que entiendan el mensaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario