Luisa en el Purgatorio
No sabes, Luisa, cómo te defendí. Saltaba enloquecido del whatsapp al tuiter y de éste al whatsapp, clamando: ¡No la lapiden! ¡No la maltraten! ¡Dejen de insultarla que ella está diciendo justo lo necesitamos oír! Pero son esos momentos en que los venezolanos nos dejamos llevar por una emotividad incontrolable, un apasionamiento enceguecedor que en otras ocasiones nos ha hundido en crasos errores
Hola, Luisa, perdona el trato confianzudo, pero después de verte ¡al fin! coincidir con quienes tantas tachas, desviaciones, estropicios y desbordes encontramos en el comportamiento de este régimen, por primera vez te sentimos tan cercana a nuestra vulgar condición ciudadana que lo menos que podemos hacer es tratarte como una vecina con la que desde hacía tiempo no nos encontrábamos en la planta baja del edificio.
Celebramos, pues, que por lo menos esta vez tu mirada se haya topado con el estado deplorable en que se encuentran las áreas comunes de nuestro condominio. Y así mismo lo apreciaron tus empleados, quienes te rodearon y aplaudieron a rabiar mientras tú afirmabas que el hilo -- hilito de saliva restante, pero hilo al fin-- constitucional había sido abatido por los señores del tribunal de las máximas torceduras.
Te vimos radiante, exultante, tanto que no pudiste evitar lanzar besitos aéreos, como nuestra Lila Morillo después de cantar El Cocotero a sus fans enamorados. Yo no sé qué pasó por mi alma, pero sí sé que pasó por la tuya. Era la felicidad, suponemos, de quien se reencuentra con el bien, con el alivio que da el deber cumplido justo cuando más se necesita. Y el aplauso fue largo, largo, pero claro: no tanto como estos años de silencio.
No sabes, Luisa, cómo te defendí. Saltaba enloquecido del whatsapp al tuiter y de éste al whatsapp, clamando: ¡No la lapiden! ¡No la maltraten! ¡Dejen de insultarla que ella está diciendo justo lo necesitamos oír! Pero son esos momentos en que los venezolanos nos dejamos llevar por una emotividad incontrolable, un apasionamiento enceguecedor que en otras ocasiones nos ha hundido en crasos errores.
La opinión generalizada era que estabas formando parte de una nueva tramoya. Si hubiera sido así, pensamos, no hubiera habido necesidad de desempolvar para contradecirte a tu viejo tutor Isaías Rodríguez, el mismo que dijo al darte paso: “Me van a extrañar”, como insinuando: “No saben lo que les espera”• Te confieso que tus posturas muchas veces nos llevó a pensar que no mintió. Tampoco hubieran tenido que recurrir a Escarrá. Por cierto, en estos días alguien me ha recordado que Pérez Jiménez también tuvo esbirros de paltó y corbata.
Después vino la famosa convocatoria al Consejo de la Defensa, que fue en verdad de la defensiva, y volvimos a celebrar que no te apareciste por allí, que eras justamente la representante del poder con el que se había presentado el “impasse” que había que “suprimir”. Menudo impasse, Luisa, qué clase de “rollo” para la historia, como lo calificaron los tituladores del oficialista tabloide ultimeño.
Finalmente fuiste a Miraflores al día siguiente y lo que pasó no lo hemos sabido todavía por ti, sino por el Defensor (dice el cargo que del Pueblo), que se esmeró en decir que la reunión con Maduro fue laaarga y que tú le habías dado visto bueno a la formula salvadora por teléfono. ¿Por qué por teléfono cuando de tu pueblo al suyo, como diría Gualberto, hay un paso, hay un paso?
Lo del “defensor” no extraña, pues también informó que la reunión del Consejo Permanente de la OEA había sido suspendida porque todo había quedado bien bonito y ya no había nada que discutir. Pero saltó la trampa.
El espacio que resta sólo alcanza para decirte que el país sigue pendiente de ti. Quiere saber si te quedarás en el pronunciamiento o actuarás en consecuencia. Queda mucho por hacer. Por lo pronto te has ganado el Purgatorio. Dicen los que creen en su existencia, que de allí se sale. Del infierno no.
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