El estado soy yo
Sin el menor rubor, el ministro de la Defensa nos pregunta cuántos muertos más hacen falta para detener a los violentos, como si estos no estuvieran bajo su mando, como si él no tuviese responsabilidad en lo que ocurre
Duele intensamente. Armando Cañizales, de 17 años, hijo de colegas, ha sido asesinado por agentes del aparato represor del régimen, sumándose a las casi 40 víctimas, todos jóvenes menores de 30 años, que a lo largo de abril y mayo han dado sus vidas en pro de una libertad que nunca conocieron en esta Venezuela bolivariana, revolucionaria en colas, carencias, miseria, censuras, presos políticos.
Sin el menor rubor, el ministro de la Defensa nos pregunta cuántos muertos más hacen falta para detener a los violentos, como si estos no estuvieran bajo su mando, como si él no tuviese responsabilidad en lo que ocurre, como si el origen de las balas y bombas lacrimógenas estuviera en ciudadanos desarmados que protestan contra el gobierno, en uso de la libertad garantizada en la Constitución. Monopolio exclusivo del Gobierno, las armas letales han sido puestas en manos de unas tropas fanatizadas que en sus ejercicios diarios marchan al ritmo de estribillos vergonzosos que los incitan a desear “un puñal de acero para degollar a un maldito guarimbero”.
Mientras esto ocurre en nuestras calles, del exterior nos llegan apoyos importantes a la lucha que los venezolanos libramos internamente en favor de la libertad y la democracia, visibilizando nuestra tragedia. Ya no está el gran fabulador que a punta del maná petrolero hoy agotado, engrasaba las manos de quienes le servían de caja de resonancia a sus embelecos revolucionarios. Hoy a su mustio sucesor no le queda más alternativa que mostrar al régimen como lo que es, un Gobierno dictatorial aborrecido dentro y fuera de nuestras fronteras, cuyo único desvelo es mantenerse en el poder a perpetuidad y a costa del hambre y la desolación de los ciudadanos de este país. Así las cosas, los gobiernos extranjeros hoy marcan distancia, mientras la OEA y decenas de organizaciones internacionales expresan su malestar por los abusos de poder que derivan en la instalación de una dictadura en Venezuela, a la vez que manifiestan su preocupación por las carencias del pueblo venezolano en estas terribles circunstancias.
El más reciente trapo rojo exhibido por el autócrata absolutista para desviar la atención de tanta muerte y hambre es una propuesta de convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, violatoria de la Constitución vigente. Contra ella se están manifestando la casi totalidad de las instituciones solventes de la nación, desde la Conferencia Episcopal Venezolana hasta las cámaras de comercio e industrias, desde las universidades autónomas y privadas hasta los gremios profesionales y las Academias Nacionales.
Estas últimas emitieron un pronunciamiento en el que expresan que la convocatoria presidencial a una Asamblea Nacional Constituyente es un fraude a la democracia por cuanto sustrae a los ciudadanos su soberanía sobre el poder constituyente originario, del cual es depositario según el texto constitucional vigente. Además, insisten las Academias, el desafío actual de los venezolanos no es cambiar la Constitución sino rescatar la democracia, hacer cumplir la Constitución vigente y restablecer el orden constitucional y el Estado de derecho vulnerado.
“El Estado soy yo” solía decir el rey Luis XIV, el monarca absolutista por excelencia, mientras pasaba sus días en la displicencia de la vida cortesana, ajeno a las desventuras de la población francesa. Dos generaciones más tarde, su nieto Luis XVI y la esposa de este, María Antonieta, perdieron la cabeza, literalmente, al ser guillotinados en nombre de la revolución.
Ya sabemos, porque las historias pasadas y recientes así lo indican, cómo los ideales revolucionarios de “libertad, igualdad y fraternidad” pueden ser prostituidos por quienes, una vez en el poder, aspiran a instalarse hasta el fin de los siglos por todos los medios a su alcance. Afortunadamente para nosotros, su eternidad es siempre más breve que la ambición de perpetuidad.
TUITEANDO
El medio digital venezolano El Chigüire Bipolar ha recibido el Premio Václav Havel a la Disidencia Creativa 2017 otorgado por la Fundación de Derechos Humanos (HRF, por sus siglas en inglés), en razón de “su sátira poderosa que la convierte en instrumento importante para la defensa de la libertad de expresión en Venezuela”. Felicitaciones a Oswaldo Graziani, Elio Casale y Juan Andrés Ravell, creadores de El Chigüire Bipolar, por este merecido galardón.
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