Sangre cierta, rumores falsos.
Represión y desinformación marcan las directrices empleadas por el régimen para encubrir su intención hegemónica
Golpe de estado. Que nadie se engañe. Ni convocatoria de Asamblea Nacional Constituyente ni ocho cuartos. La información más relevante de todo cuanto acontece en Venezuela en este momento es la reiterada intención del chavismo de perpetuarse en el poder a toda costa. La “salida jurídica” que pretendieron aplicar desde el TSJ contra la Asamblea Nacional les resultó contraproducente, se abrió la caja de pandora con las fuerzas democráticas reclamando sus derechos fundamentales con mayor ímpetu y el chavismo ha vuelto a reaccionar, fiel a su estilo de “huidas hacia adelante”, con la tropelía que anunció Maduro el primero de mayo.
Nico llamó a su pana Tibisay y cuadró rápido los detalles. El CNE que no había tenido plata ni voluntad política para organizar el revocatorio ni las regionales vencidas saltó raudo y veloz para avalar esta convocatoria írrita. El miércoles 3 al mediodía tenían firmada “la cosa” por obra y gracia de la genuflexión de poderes: ni el Judicial ni el electoral se atreverán a contrariar al “hijo de Chávez”. (El Poder Moral disimula vacaciones en el Líbano.)
El legislativo sí enfrentó el nuevo exabrupto, esta vez también desde la calle y arropado por las mismas mayorías que lo eligieron. Los asambleístas opositores reclamaron su espacio, marcharon hacia el Capitolio, y llevaron “plomo y gas del bueno” como alguna vez prometió Hugo para sus adversarios, muchos de los cuales ya no lo cuentan en este mundo: quién sabe cuántos muertos y ni hablar de heridos. Dictadura es igual a barbarie y a estas alturas ya se les cayó el disfraz a los corderos rojo-rojitos que iban en busca de diálogo y paz. ¿Verdad Delcy? ¿Fue por eso que te ordenaron sacar al país de la OEA?
Las imágenes de la violencia desbordan nuestros sentidos. Es peor cuando nos tocan de cerca con algún familiar o amigo. Duele más, obviamente, cuando el golpe pega en uno. Todos ya llevamos alguna cicatriz de esta guerra: en el cuerpo, algunos. En la mente, todos, incluso ellos. Quizás al déspota le importe menos pero lo cierto es que ya todos estamos marcados por la violencia. El rostro de la muerte cambia en función de la actualización funesta de la data. El martes se llamó, por ejemplo, Ángel Moreira. El miércoles Armando Cañizales. Estamos frente a una política de estado que utiliza la represión y la impunidad para sembrar el miedo entre los ciudadanos como medida disuasiva contra cualquier protesta o “insurrección” popular. “Terrorismo” como lo califica este gobierno para justificar las detenciones arbitrarias y los presos políticos.
De ñapa, los rumores. Para alimentar el clima caótico saltan las bolas por todos lados buscando desinformar, una situación que el régimen emplea con bastante acierto creando confusión. Las redes sociales en este punto se vuelven armas de doble filo pues sólo su uso responsable es capaz de desnudar las patas cortas de las mentiras. La ciudadanía va aprendiendo, se filtran cada vez más los mensajes falsos. De paso, cada quien sabe lo que está viendo, cada vez más gente vive en directo lo que ocurre y no hay Diosdado que pueda negar que hay tanquetas atropellando gente, ni heridos, ni muerte.
Que nadie pierda la calma ni la perspectiva. Los rumores son cortinas de humo para encubrir la terrible situación que subyace tras los “autogolpes” de Maduro. Un colega muy estimado compartió la reflexión que inspiró este artículo: “estamos, ciertamente, ante un golpe de estado con el que quieren desconocer la voluntad del pueblo. El gobierno juega fuerte con las cartas que le van quedando, la fuerza represiva y la desinformación.” Así lo expresa Eduardo Orozco y lo refrendo con sus consejos de “confirmar los datos, verificar y divulgar sólo la verdad”. Gracias profesor.
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