El reto inmediato de la Venezuela democrática, por Pedro Méndez Dager
El gobierno se paró del diálogo, pateó la mesa y hace lo que mejor sabe hacer: correr hacia adelante. El mismo día se pauta el remedo de votación y se hace público el nacimiento de una nueva organización política desde las entrañas del poder. Estos hechos muestran con mayor claridad, lo que hasta ahora era un secreto a voces, la división de los herederos de Hugo Rafael.
¿Es esto una oportunidad? Puede ser. Pero está lejos de ser todo lo que se necesita para ponerle fin a la pesadilla socialista de los últimos 18 años. Lo crucial es que nosotros, los partidarios de la libertad en Venezuela, podamos construir y mantener una coalición amplia, coherente, ágil y con claridad sobre la naturaleza totalitaria y la condición armada del régimen y sobre los métodos para enfrentarla.
Lo más importante es entender, aceptar y corregir nuestra propia naturaleza: somos como somos. Cada aspirante a líder, en esta larga batalla por la libertad y por la democracia, piensa que su organización es la llamada a reunir a todos los demás, con la condición de que todos los demás entren, se pongan en cola, se queden callados o casi, y no hagan ruido. Ocurre que casi todo el mundo piensa y siente lo mismo. Lo primero que debemos cambiar no es a Maduro sino esa actitud-cultura, y nuestra incapacidad social para cooperar, incluir y aceptar que otros pueden tener también razón y “yo” puedo estar equivocado, y que lo menos importante ahora son los “egos”. Salir de Maduro es una parte del problema. Salir de la banda que se apoderó de Venezuela, en nombre de la “revolución”, es un desafío mayor aún. Es el procedimiento cubano de control del poder, y su sistema de alianzas en el mundo comunista, cuasicomunista, excomunista, neocomunista y antioccidental. Venezuela, o lo que de ella queda, sigue siendo una presa demasiado deseada, que no soltarán, que defenderán, están defendiendo, con los dientes y con todos los argumentos: todos. No son juegos.
Pero lo más desafiante es que nosotros reconstruyamos un futuro decente, a partir de la ruina y la desolación en la que encontraremos todo, o casi todo, y superemos a marchas forzadas los vicios, amarguras y resabios culturales y políticos: la baja capacidad autocrítica, para empezar. ¡Autocrítica! De verdad: “el que esté libre de culpas que tire la primera piedra”. Pero llegó el momento a partir del cual, la Patria que nos queda, como dijo El de Belén, nos está gritando: “el que no recoge conmigo, desparrama”.
Superar esto es buena parte del reto que tenemos en frente para la conformación y sobre todo el mantenimiento, dirección y gestión de una gran coalición para impedir las elecciones fraudulentas propuestas por el ministerio de elecciones y sobre todo para liberar al país. Tenemos en frente la necesidad de construir un frente amplio que agrupe a todos y en el que todos asumamos nuestra cuota de responsabilidad (y de riesgo) para construir el cambio desde la organización social, desde la solidaridad y desde la coherencia estratégica y discursiva.
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