Los sombríos Mercados Artesanales Industriales en Cuba
El desabastecimiento, la mala calidad y el maltrato, son algunos de los rasgos distintivos de los MAI en la actualidad
Miércoles, mayo 15, 2019 | CUBANET Gladys Linares
LA HABANA, Cuba.- Cuando el gobierno cubano eliminó de la libreta de racionamiento los productos de aseo personal, no desconocía que la mayoría de la población no puede comprar artículos de primera necesidad en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD). Por eso, como una alternativa para adquirirlos en moneda nacional, comenzó a comercializarlos en las tradicionales ferreterías expropiadas a sus dueños en la década de los 60, a las que luego les cambió el nombre por el de Mercados Artesanales Industriales (MAI). Pero desde 2011, cuando el jabón de baño y de lavar, la pasta dental y el detergente líquido comenzaron a venderse de forma liberada en estos mercados, el desabastecimiento ha sido la mayor dificultad.
Durante algún tiempo estas tiendas no eran una mala opción, pues aunque había menos calidad con respecto a las de CUC, determinados productos se encontraban aquí a precios ligeramente inferiores, como los tubos de luz fría. Hoy, muchos se preguntan qué ha pasado con ellos que sólo se venden en CUC. Alrededor del 2013 todo parecía augurarle un buen futuro a estos mercados artesanales, que comenzaron a vender productos de la marca Provari, fabricados en el país: colchones, almohadas, todo tipo de muebles para el hogar, pero al poco tiempo también desaparecieron. Dada su buena calidad, no es de extrañar que hayan corrido la misma suerte de los tubos de luz fría, o el puré de tomates de la marca Ceballos: darle otro destino que le reporte más ganancias al gobierno.
Como parte de una disposición gubernamental para favorecer el ahorro, en su momento también los bombillos ahorradores se podían adquirir con frecuencia en los MAI, a la vez que se vendían en las TRD sin mayores problemas. Hasta que comenzó su ausencia prolongada en esos mercados. Después de casi un año sin encontrarlos, María, una vecina, pudo comprar dos. Inmediatamente fue a avisarle a una amiga y le comentó que hasta los habían rebajado a 15 pesos. Esta, recelosa, los revisó y descubrió que eran de 220 W. Mi pobre vecina se lamentaba de que el dependiente no la alertó, a pesar de haberle manifestado sus dudas sobre el precio de los bombillos.
En sus inicios, en los MAI podíamos encontrar con frecuencia cazuelas de aluminio, algunos muebles, colchones, toallas, sábanas, manteles, telas, ropa de hombre, mujer o niño que, si bien eran confeccionadas artesanalmente cubrían las necesidades de las personas de poco poder adquisitivo. También en un lapso breve ofertaron cemento, pinturas para el hogar, puertas, ventanas, juegos de baño. Así se evitaban los trasiegos que se originan en los rastros. Pero con los años y la falta de mantenimiento estos establecimientos se han convertido en locales poco atrayentes. Además, las mercancías que se exhiben no tienen la calidad requerida, como tampoco una presentación agradable, ya sea en las vidrieras o en el suelo donde acostumbran a ponerla.
Otro rasgo distintivo de estos comercios es la inestabilidad del personal que allí labora, algo que debe estar asociado a los bajos salarios que perciben los empleados improvisados, que se caracterizan por su mala atención al público, siempre impacientes por terminar y reacios a orientar al cliente. Otra de sus limitaciones es que no poseen el más elemental conocimiento de algunos artículos que tienen poca salida, a pesar de llevar años en exhibición.
Recientemente me encontraba en el MAI de 16 y Dolores cuando escuché a una señora preguntarle a la dependienta por un codo plástico. Pero la pobre mujer, que olvidó la medida, formaba un círculo con los dedos índice y pulgar. La empleada, sin apenas mirarla, le respondió con un gesto que no había. Entonces, un hombre que esperaba para comprar le señaló donde estaba el codo y le dijo: “Mira, es de los de dos pulgadas”. Mientras de mala gana buscaba el codo, la dependienta rezongó: “¡Es que hay cada uno!”.
Y es que, como sucede con cada proyecto concebido para proporcionarle “bienestar” a la población, su tiempo de duración es corto, ya sea por el abandono o el poco valor de cambio que el gobierno le da al peso cubano. Aun así, no se cansan de repetir que los productos ofertados son subsidiados, y los mercados artesanales no son la excepción.
Durante algún tiempo estas tiendas no eran una mala opción, pues aunque había menos calidad con respecto a las de CUC, determinados productos se encontraban aquí a precios ligeramente inferiores, como los tubos de luz fría. Hoy, muchos se preguntan qué ha pasado con ellos que sólo se venden en CUC. Alrededor del 2013 todo parecía augurarle un buen futuro a estos mercados artesanales, que comenzaron a vender productos de la marca Provari, fabricados en el país: colchones, almohadas, todo tipo de muebles para el hogar, pero al poco tiempo también desaparecieron. Dada su buena calidad, no es de extrañar que hayan corrido la misma suerte de los tubos de luz fría, o el puré de tomates de la marca Ceballos: darle otro destino que le reporte más ganancias al gobierno.
Como parte de una disposición gubernamental para favorecer el ahorro, en su momento también los bombillos ahorradores se podían adquirir con frecuencia en los MAI, a la vez que se vendían en las TRD sin mayores problemas. Hasta que comenzó su ausencia prolongada en esos mercados. Después de casi un año sin encontrarlos, María, una vecina, pudo comprar dos. Inmediatamente fue a avisarle a una amiga y le comentó que hasta los habían rebajado a 15 pesos. Esta, recelosa, los revisó y descubrió que eran de 220 W. Mi pobre vecina se lamentaba de que el dependiente no la alertó, a pesar de haberle manifestado sus dudas sobre el precio de los bombillos.
En sus inicios, en los MAI podíamos encontrar con frecuencia cazuelas de aluminio, algunos muebles, colchones, toallas, sábanas, manteles, telas, ropa de hombre, mujer o niño que, si bien eran confeccionadas artesanalmente cubrían las necesidades de las personas de poco poder adquisitivo. También en un lapso breve ofertaron cemento, pinturas para el hogar, puertas, ventanas, juegos de baño. Así se evitaban los trasiegos que se originan en los rastros. Pero con los años y la falta de mantenimiento estos establecimientos se han convertido en locales poco atrayentes. Además, las mercancías que se exhiben no tienen la calidad requerida, como tampoco una presentación agradable, ya sea en las vidrieras o en el suelo donde acostumbran a ponerla.
Otro rasgo distintivo de estos comercios es la inestabilidad del personal que allí labora, algo que debe estar asociado a los bajos salarios que perciben los empleados improvisados, que se caracterizan por su mala atención al público, siempre impacientes por terminar y reacios a orientar al cliente. Otra de sus limitaciones es que no poseen el más elemental conocimiento de algunos artículos que tienen poca salida, a pesar de llevar años en exhibición.
Recientemente me encontraba en el MAI de 16 y Dolores cuando escuché a una señora preguntarle a la dependienta por un codo plástico. Pero la pobre mujer, que olvidó la medida, formaba un círculo con los dedos índice y pulgar. La empleada, sin apenas mirarla, le respondió con un gesto que no había. Entonces, un hombre que esperaba para comprar le señaló donde estaba el codo y le dijo: “Mira, es de los de dos pulgadas”. Mientras de mala gana buscaba el codo, la dependienta rezongó: “¡Es que hay cada uno!”.
Y es que, como sucede con cada proyecto concebido para proporcionarle “bienestar” a la población, su tiempo de duración es corto, ya sea por el abandono o el poco valor de cambio que el gobierno le da al peso cubano. Aun así, no se cansan de repetir que los productos ofertados son subsidiados, y los mercados artesanales no son la excepción.
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