Chile: cómo la derecha cobarde le dio el poder a la izquierda
La izquierda aprovechó el coronavirus para el retiro de fondos jubilatorios y encaminar su futura expropiación
Por Esteban Zapata:
El Congreso chileno votó a favor de que la gente retire 10 % de sus fondos de jubilación de las AFP, para que puedan tener dinero en estos tiempos de pandemia. La centro-derecha nuevamente demuestra su cobardía a la hora de votar a favor del proyecto presentado por diputados de izquierda, que lo único que quieren hacer es acabar con Chile.
Tal como pasó en noviembre, donde se apoyó la idea de realizar un plebiscito para cambiar la Constitución, los diputados y senadores de la coalición de derecha gobernante en Chile prefieren darle la razón a una izquierda que perdió las elecciones del 2017 por un amplio margen de votos y aun así, son ellos los que gobiernan verdaderamente en Chile y cada acto que realizan es una muestra de su poderío.
Si en octubre los chilenos pedían supuestamente a gritos una Constitución nueva que le entregue derechos sociales, cuando en realidad, como sabemos, fue un invento de los políticos de izquierda y de la prensa, controlada por estos, los que querían cambiar la Constitución, la derecha apoyó porque así la situación se iba a calmar y la violencia iba a disminuir (algo que nunca ocurrió). Ahora como el 80 % de las personas exige retirar sus fondos de pensión, los políticos de izquierda se convirtieron en estandartes del “pueblo” votando a favor de esta ley porque supuestamente la “mayoría” quiere retirar dinero de su pensión.
El proyecto votado fue duramente criticado por todo economista serio, ya que beneficia a los más ricos, no a la clase media. Pero al político chileno, impregnado de populismo, no le interesa. Muchos de ellos tienen grandes sumas de dinero en las AFP y retirarlas también los beneficia a ellos. El peligro radica en el 90 % restante puede perfectamente ser expropiado a la larga, como pasó en Argentina, cortesía de una izquierda intransigente con sus ideas y que ha criticado el sistema previsional chileno, el octavo mejor a nivel mundial, considerándolo como “malo”. La izquierda lo que busca es instaurar un sistema de reparto, que ha fracasado en Europa, pero saben que los chilenos no tiene educación financiera y se aprovechan de esta ignorancia para alcanzar sus objetivos.
La coalición de centro-derecha perfectamente podría haber rechazado en bloque este proyecto de ley, pero no lo hicieron. Todo lo contrario, varios diputados y senadores apoyaron la iniciativa, considerándola necesaria y justa. Muchos de ellos también han hablado en estos años de crear una “derecha social” acorde con los tiempos y su voto a favor demuestra que prefieren darle la razón a la izquierda que destruyó Chile el año pasado. No se dan cuenta que la izquierda le tiene un odio irracional a la derecha, a Piñera y a Pinochet (que se murió en el 2006, pero que sigue viva en la memoria de la izquierda).
Un fracaso absoluto que demuestra el poder que tiene la izquierda en este país. Y ese fracaso se nota todavía más cuando, teniendo las herramientas para vetar o ir al Tribunal Constitucional (el proyecto es anti-constitucional porque no le corresponde al Congreso legislar de esta materia, sino que es el presidente el que se encarga de estas materias), el propio presidente Piñera decide que firmará el proyecto, convirtiéndolo en ley de la República, nuevamente demostrando que le tiene miedo a la izquierda y que es un mal político.
Piñera podría estar reactivando la economía, considerando la baja de casos diarios de coronavirus que ocurrieron en las últimas semanas, pero la izquierda prefirió otra cosa: destruir la economía y hacer que los ahorros de los chilenos disminuyan. El gobierno reacciona tarde ante esta acometida, presentando proyectos de ayuda a la clase media pero el daño ya estaba hecho. El retiro iba sí o sí y nadie iba a parar este proyecto.
El problema es obvio: la derecha chilena no tiene narrativa propia y eso se nota demasiado. Cuando ocurrieron las protestas en el año 2011 que exigían gratuidad universitaria (que en Latinoamérica este tipo de políticas públicas han fracasado estrepitosamente) y posteriormente cuando llega Bachelet, la derecha decidió votar a favor del proyecto. No hubo oposición, sino que hubo apoyo integral a la idea.
Y lo mismo pasó cuando ocurrió la revolución socialista del 18-O, donde también varias personas de derecha estuvieron a favor de cambiar la Constitución y el sistema económico chileno, que llevó a este país a tener altos índices de calidad de vida, por uno parecido a Argentina o Venezuela (países modelo para la izquierda), haciéndoles creer a todos que seríamos iguala Nueva Zelanda o Suecia.
Y las razones para que la derecha se comporte de esta manera son simples: la izquierda ganó la batalla cultural en Chile (y lo está haciendo también a nivel mundial). La izquierda controla la narrativa de un supuesto Chile pobre que solo existe en su imaginación: pobre, miserable y que solo hace ganar a los millonarios y empresarios. La derecha solo observó impávida como el bando contrario ganaba popularidad gracias a esta narrativa. Al no querer ser catalogados de anticuados y obsoletos, ellos prefirieron adoptar como suyas las ideas contrarias. Básicamente la izquierda movió la ventana de Overton hacia su lado y triunfó sin que nadie se le opusiera.
La izquierda sabe que es capaz de generar cambios a su favor y ya no tiene miedo en hacer leyes que destruyan a Chile en sus cimientos más básicos. Lo único que tiene hacer es amenazar con volver a un nuevo “estallido social” sino se vota a favor de sus proyectos y la derecha acobardada cede porque tiene miedo a repetir la experiencia desastrosa de octubre. Ya no se tiene democracia, sino que se tiene una especie de oclocracia, en donde pequeños grupos que salen a la calle, son capaces de torcerle la mano al gobierno.
El gobierno de Piñera terminó aquel fatídico 18 de octubre, cuando no se pudo controlar la quema de 80 estaciones del metro. Y el presidente, viendo la marea de chilenos marchando, solo ha sido cómplice pasivo de la destrucción, que solo detuvo el coronavirus. Ese día Chile también sucumbió a las ideas tercermundistas de asambleas constituyentes y de derechos sociales que nadie nunca va a tener. Esas promesas son las que tienen a Chile colgando de un hilo hacia su autodestrucción.
Esteban Zapata es liberal clásico egresado de la Universidad de la Frontera de Chile como biomédico.
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