A Juan José Peralta, In memoriam.

Hoy cerró sus ojos mi amigo, mi mentor y consejero en estas lides de escribir opinión pública, el periodista y escritor, el cronista y director de medios, el demócrata a carta cabal. Se fue a dormir el sueño de la tierra mi querido Juancho Peralta, cariñosamente también conocido como Popeye. El llamado virus chino hizo lo suyo.

Estoy triste. Aun así, pido la palabra en este momento cuando damos el último adiós a nuestro querido y respetado Juancho.

Me arrogo esta oportunidad en el intento de interpretar el sentimiento de todos quienes lo conocimos. Presentes, y de los ausentes, quienes también sabrán guardar por siempre en sus corazones el mejor de los recuerdos por quien hoy parte se ha mudado al otro barrio. La muerte la tenemos detrás de la oreja. Nadie está preparado para darle la bienvenida.

En breve semblanza diré, que se va sin dejarnos el padre, el esposo, el familiar, el amigo, el colega y consejero. Nacido en Humocaro, municipio Morán del estado Lara. La tierra que lo vio nacer entendió a cabalidad haber parido a un hombre de bien, un ser humano cuya bonhomía demostraba a diario. Su talento como periodista y escritor, cronista y narrador le permitieron ganarse el respeto y la admiración de su entorno, que fue muy amplio.

Caigo en el lugar común del “amigo de los amigos”, pero no podía ser de otro modo cuando un ser humano forma familia, procrea y cría hijos para el bienestar civil, los principios de libertad y la formación cívica y civilista. Nunca en él una expresión de agravio para nadie, loable su vocación de servicio, ejemplo a seguir para quien decidiera tomar o abandonar el rumbo que quisiera, particularmente en la política.

Actualizado en los temas más acuciantes del país, preocupado, de afable trato, un conversador tan divertido como nutriente. Aún resuenan en mi cabeza los consejos de él recibido por el amor a la lectura, autores recomendados, la poesía y sobre todo, su carácter irreversiblemente civil ante la adversidad que significan los gobiernos de oprobio, las detestables tiranías. Redactó el prólogo de mi libro de palíndromo Oren en enero.

Por lo que llevo dicho ya sabrán de su constante preocupación en esta hora aciaga que vive Venezuela, lo cual nunca le fue ajeno. Perseguido y acosada en Barquisimeto, fue a dar a Maturín. Allí dirigió El Extra. Me llamó para colaborar en sus páginas. Después viajó a Puerto La Cruz, donde desempeñó loable trabajo en el reconocido diario El Tiempo. Pero volvió a su Barquisimeto natal.

“Que hagan conmigo lo que quieran –me dijo– pero jamás podrán callar mis ideas ni habrá bozal que oculte mi hambre de libertad”.

Era un romántico. Llevaba la poesía y la civilidad en la piel, nunca mejor dicho. Nos hará falta su voz, sus letras y en espera quedamos de su libro sobre sus encuentros Gabriel García Márquez, de quien fue acompañante y chofer en una de las secretas visitas de Gabo a Venezuela.

Por mi parte procuraré difundir tus enseñanzas plenas de vigor democrático. Sin dejar de lado su pasión por la protección del ambiente. Deja obra escrita sobre el particular, específicamente de su paso por el extinto IMAU y la aún existente Hidrocapital.

Le preocupaba la gente, el país, su Lara natal. La destrucción del patrimonio cultural, la desmemoria y los despropósitos de esa cosa que todavía se halla aposentada en Miraflores.

Discutimos en varias ocasiones la sed de Guanape, el pueblo de mis padres, en Bruzual, Anzoátegui y sobre otros males de parecida o peor naturaleza que aún golpean las realidades de nuestros pueblos.

Pergeñamos alguna solución, aún nuestro pueblo espera.

Hoy, por la inevitable ironía de la vida y esa terquedad de la muerte, aquí damos el postrero adiós, querido Juan José. Los que te quieren y admiran honraremos tu memoria.

Lara por ti representado, el país que supo de tus ejecutorias y méritos profesionales, emblema de varias décadas del mejor periodismo, echarán de menos tus programas de radio, tus crónicas y tus artículos de opinión. Tu buen humor de dicharachero y popular origen, tus chistes, anécdotas y ocurrencias quizá sigan siendo celebrados con hilaridad.

A principios de este año apareció su novela Esos muertos míos, una aproximación a la vida del poeta venezolano Pedro Luis Hernández, quien murió a los cuarenta años. La obra fue publicada en Amazon por la casa Barralibros.editores. Ojalá puedan leerla. https://letralia.com/entrevistas/2020/06/21/juan-jose-peralta/

Estas experiencias de amistades, vecinos y familia perdurarán en el recuerdo, porque la verdad es que no fue difícil admirar, querer y respetar las virtudes inherentes a Juancho Peralta.

El amor de Juancho Peralta por Venezuela, por la humanidad, por Lara y su gente se reflejaba en sus escritos cuando en sus líneas exteriorizaba puntos de vista apuntando en dirección de una sociedad superior, donde la elaborada planificación del hombre, sobre la base trabajo-riqueza constituya el norte del esfuerzo colectivo para elevarnos como pueblo a niveles de categoría primermundista.

Si hoy nos embarga la tristeza, y un doblar ronco de campanas nos aturde, porque una tumba pareciera robarnos en horas de angustia a un ser querido, tengamos la resignación cristiana y sepamos encontrar en el recuerdo del amigo, lo mejor de sus enseñanzas.

Hoy expreso con dolor el último adiós a un ser humano especial, nuestro ser especial, al buen ciudadano que ha partido al último destino, el sueño último y eterno, y ya no lo tendremos cerca.

Pero no es menos cierto que este dolor se aclara con el recuerdo de la inmortalidad y de la resurrección feliz; el cristiano va tras la sombra de la muerte, el aleteo de la eternidad y sabe que no todo muere, ni todo se trunca ni todo se acaba.

También la ausencia del ser querido, es recuerdo de paz y de alegría, máxime cuando al morir dieron la última de sus lecciones y el más elocuente de los ejemplos.

Hoy en el abrazo a su familia, amigos y allegados, con la convicción y la conciencia que acompañó a nuestro querido Juan José Peralta hasta el último hálito de vida, como seguramente siempre él lo pidió, decimos adiós.

Tengamos presente que la verdadera muerte comienza con el olvido, y la bondad y el pan infinito del amor de un ser querido son inolvidables.

De sorpresa me alcanza tu vuelo, Juan José. Confieso que no me veía afirmando hoy que eres un muerto mío, pero así es la muerte, como el amor, cuando va a llegar, nadie la espera.

Hasta siempre, Juancho.