sábado, 2 de enero de 2021

Alfredo Álvarez: Carta del primer día de este año

 

Alfredo Álvarez: Carta del primer día de este año

Temprano, en este primer día de enero intento escribir. Enfrento una leve molestia que me causa el yelco impuesto para una vía parenteral sobre la muñeca de mi mano izquierda. A través de él me administran antibióticos, esteroides y retrovirales para combatir los mortales efectos del coronavirus. Cada movimiento me recuerda su punzante presencia y la advertencia de su devastador efecto entre los mortales. Milagros mi mujer y somos sobrevivimos al 2020 y al terrible coronavirus-19. Estoy vivo gracias a Dios y el apoyo de la gente que me quiere bien.

El Ángel Guardián que cuida de mi mujer y de mi salud durante nuestro impuesto retiro sanitario, acaba de irse, luego de administrarnos todos los medicamentos de este día. Nos faltan dos, y con algo de suerte los obtendremos ante de que finalice el día. Son vitales para dar continuidad a la prescripción de los médicos que velan por la salud de nosotros dos. Hay miles de corazones atentos para socorrernos atentos en su procura y agradezco a Dios toda su gentileza y solidaridad. Sonará el timbre de mi puerta y una bolsita estará deposita con amor, en una pequeña banqueta que Delicia dispuso para que llegaran allí todas nuestras encomiendas. Si alguien me preguntara en este momento si Dios existe, yo tengo todos los argumentos para señalarle que en efecto es así. Se me mostro de diversas maneras.

Lo peor del virus es su alto grado de incertidumbre. A unos los ataca con menos ferocidad haciéndoles creer que se trata de una gripe pasajera, y a otros, los reduce en fracción de segundos. A unos les hace creer que son inmunes mientras otros deben rendir su último aliento en medio de la sorpresa de los suyos mientras buscan auxilio médico. La palabra neumonía pasó a ser la voz de alerta que desata todos los demonios. Los males precedentes hacen una cerrada fila para ver quien actúa primero en el trabajo de despacharte.

Admito que los muertos se contarán por cientos en la medida que enero avance. El incumplimiento a las normas de cuidado y protección nos pasará factura con la saña y crueldad de un cobrador de impuestos del medioevo. La irresponsabilidad de los gobernantes con su subregistro de casos reales, serán la gran mentira de este año pasado y la causante de un estado de inconciencia que reto la gravedad del hecho epidemiológico con la recurrencia a nuestra mitología navideña. Un decreto oficial emitido en cadena televisiva produjo un armisticio virtual que desestimó toda medida de precaución. Mediante una orden oficial, el populismo autoritario decretaba un alto al fuego de la infección, y en consecuencia el virus no atacaría. El anuncio de un pernil inmunizador atenuaba las cuentas por saldar en la orgia populista.

El bicho es feo, muerde con saña, nos discrimina, te reduce y te anula lentamente sino actúas rápidamente. En esta circunstancia de país, eso no es algo posible. El sistema de salud pública esta postrado y reducido a la inanición absoluta. Es muy poco lo que los profesionales de la salud pueden hacer por sus pacientes. Al Covid-19 le importa un bledo todo tu talento y tu filiación ideológica, tu vida pasad, tus méritos profesionales o tus historias de amor. Ignora deliberadamente si eres buenas gente, creyente, buen cristiano o mala gente. Te atropellara para que pases a ser parte de esa oscura estadística, que mediante un twitter despachan los voceros oficiales. En 147 caracteres describen tantos casos, por cada región, un total global desde marzo del 2020 y un impreciso número de anónimos fallecidos. Allí concluye su responsabilidad.

Exorcizar los demonios.

Los ritos constituyen una defensa instintiva del ser humano frente al desarrollo unilateral de la inteligencia y su influjo antisocial. Son una respuesta a la angustia que produce en el ser humano la realidad amenazadora que se le impone y no siempre puede controlar. Representan, a su vez, un buen antídoto frente a la rutina de la vida, al romper la uniformidad y monotonía en que se desarrolla la existencia humana. A esta ruptura del tedio que impone la pesada cotidianidad se refieren sus estudiosos e impulsores cuando dicen que el rito, es lo que hace que no todos los días y todas las horas sean iguales. Así nos defendemos de la incierto.

A lo largo de la historia, los brotes pandémicos han diezmado la sociedad determinando resultados similares a las guerras, borrando poblaciones enteras. Pero paradójicamente también han despejado el camino para grandes innovaciones y avances en la ciencia, la medicina, la salud pública, la economía e inclusive en la política. Hay en este caso una paradójica relación de causa efecto que nos reclama mirar más allá de nuestra circunstancia inmediata. Las anteriores pandemias mataron millones de personas y casi nunca se supo la causa real que las motivo, hasta mucho tiempo después.

En el caso del covid-19 (y en nuestro caso específico) a menos de un año de su aparición los laboratorios científicos en todo el mundo libre (liberal y civilizado) dieron con su origen y elaboraron una vacuna que garantiza inmunidad contra el efecto del COVID-19. Habrá seguramente problemas para su distribución y acceso, pero existe una clara y objetiva respuesta. Las economías más solventes del planeta harán los suyo para favorecer a sus ciudadanos y la OMS tendrá que imponer criterios más humanitarios para que su acceso sea posible a las regiones del mundo menos favorecidas. Eso nos incluye a nosotros, si la torpeza primitiva que alimenta la ideología de los mandantes, no lo consideran una intrusión a su mitológica idea de la soberanía.

Hay una contraparte que la pandemia no revela, pero que también debe ser vista con un criterio menos superficial. Toda epidemia supone afectación de la salud en general de la gran población y es la causante directa de una cantidad considerable de enfermos y muertes, con una lesión económica a la sociedad. Las cifras más conservadoras nos hablan antes de navidad de unos 75 millones de contagiados y 1,8 millones de decesos a nivel mundial. Una valoración de esta circunstancia lleva implícita tres dimensiones que debemos considerar: La dimensión económica que ha sido las más atendida por los especialistas, la dimensión de lo social y la dimensión psicológica. El número de contagiados puede ser homologado respectivamente a las poblaciones de Turquía, Irán y Alemania. Algo muy serio, pero no todo un caso apocalíptico.

Además de la pandemia debemos luchar contra el miedo. El miedo enlaza con otras emociones problemáticas como la ira, el asco, la envidia y nos intoxica. Ahora en lo sucesivo también debemos cuidarnos del miedo conforme me lo sugieren mis solidarios hermanos Edgar Benítez, Pedro Torellas y la bella Cinthya Maza. La respuesta sana es pensar en positivo, y pensar cuesta. Es mucho más fácil temer y culpar, que aventurarnos en la odisea del afecto creativo. La mejor medicina es pensar, y penar bonito desde la sinergia que produce el sentimiento mágico de la amistad de los amigos. El miedo tiende con demasiada frecuencia a bloquear la deliberación racional, envenena la esperanza e impide la cooperación constructiva en pos de un futuro mejor.

El miedo al castigo del monarca garantiza la obediencia. Y el miedo a las amenazas exteriores garantiza la servidumbre voluntaria: cuando las personas tienen miedo, quieren protección y cuidado. Y, en busca de esa protección, recurren a un gobernante absoluto fuerte, por allí vienen los tiros con esa cuarentena radical que no es más que la torpe excusa para cubrir el desastre que la demagogia populista está creando entre todos nosotros. Tan grave como el covid-19 resulta la grosera demagogia de los mandones de turno y su insumo básico es insuflarnos miedo. La materia prima de su operación es miedo y mucho miedo. Debemos combatirlo con más racionalidad.

En 1969 el químico James Lovelock planteó la conocida Hipótesis de Gaia -nombre de la diosa primigenia que personifica a la Tierra- para explicar lo que sucedía en nuestro planeta. La teoría se popularizaría una década después gracias a la acción de la bióloga Lynn Margulis. En síntesis, esta hipótesis sugiere que nuestro planeta se comporta a todos los efectos como un único ser vivo, en el que se incluye la biosfera, la atmósfera, los océanos la tierra, para lo cual dispone de su propia autorregulación. El planeta reacciono a tanta agresión, calentamiento global, deforestación, contaminación de sus fuentes hídricas, polución. Así confrontamos brotes de múltiples virus y enfermedades que se encuentran fuera de control. En otras condiciones el sistema inmune del planeta los hubiese mantenido a raya, pero esta vez no fue así. El planeta también está enfermo y agotado y requiere nuestros cuidados.

Enfermamos al mundo y el mundo nos enfermó a nosotros. Debemos restituir ese frágil equilibrio que representa restituir la capa de ozono, corregir el exagerado consumo de combustibles fósiles, la protección de la cuenca amazónica, detener la agresión en el arco minero venezolano, y una ingente cantidad de tareas pendientes con la salud del planeta. La advertencia es clara y precisa, hay que detenerse. No más.

Hay cosas que ya están cambiando

Las industrias se están transformando en tiempo real y no hay vuelta atrás. El impacto es profundo y los cambios que se habían previsto para los próximos años, ocurrieron en un espacio de unas pocas semanas. Las compañías debieron adaptarse rápidamente al nuevo modo de vida, mientras las demandas de productos y servicios, superan a la capacidad de suministro. Los datos disponibles indican que por lo menos 75% de los consumidores dicen que por efecto de la pandemia aumentará el foco de sus compras en la salud y el bienestar personal.

Un sector de la industria considera que 65% de la demanda pondrá su foco en el medioambiente. Las personas tendrán mayor cuidado respecto de lo que compran y están poniendo especial foco en reducir el desperdicio de alimentos, comprar de forma más consciente y optar por opciones más sustentables. Esta crisis está reforzando el sentido de pertenencia a sus comunidades, lo puedo asegurar, mi comunidad explota en motivaciones de solidaridad, apoyo, cuidado, y una gestión más enfocada en el recurso humano que le sirve y apoya. Somos una isla de excelencia. Adoro mi Valle.

En lo más estrictamente social hay cambios igualmente favorables. Las tendencias globales nos sugieren una mmayor comprensión de las brechas de equidad. Existirá a partir de ahora una mayor preocupación por los problemas de medio ambiente. Habrá brotes espontáneos de solidaridad entre todos nosotros (puede dar fe de ello) y tratamos de superar el mito el mito del abastecimiento inmediato. Hemos comprendido que no hay cama para tanta gente y debemos labrar soluciones al respecto.

Se impone el teletrabajo. la educación digital cobra espacio y debemos actuar en consecuencia para dotarnos de una red confiable de internet que nos asista con mucho mayor solvencia. Venezuela es el último país de américa latina en calidad de conexión. Nos superan desde el primer lugar Uruguay y Cuba por mucha más amplitud en el ancho de banda. Para la merecida fortuna de María Magda Colmenares – quien nos trajo el concepto de lo Glocal al seno del Consejo Consultivo de la Ciudad- este modo de gestión se impondrá con toda celeridad entre las organizaciones de integración y acción social que funcionan entre nosotros. Se feminiza la vida social, hay pruebas para abundar en eso, muy especial en los gobiernos precedido por mujeres que libraron su mejor gestión contra el covid-19 durante la primera ola de contagios. Se reivindica el derecho al disfrute de servicios públicos eficientes y habrá entre todos nosotros una mayor preocupación por lo saludable.

Nos dicen que Giovanni Bocaccio, fue el autor de que ayudo a que se acuñara el término cuarentena. Es una frase de origen italiano que se refería al período de cuarenta días que debían esperar las personas en aislamiento como medida de prevención para evitar los contagios de la peste, antes de ingresar a las ciudades amuralladas del medioevo. En Londres, durante 1665. Isaac Newton era tan solo un estudiante de la Universidad de Cambridge cuando la peste bubónica azotaba la sociedad británica de la época. El prefirió y optó por pasar los 18 meses encerrado en su biblioteca, redactando los textos que luego darían pie a la fundación de la teoría de la gravedad.

Enfermedades como el cólera y la viruela, son algunas de las pandemias más mortales de la historia del mundo, especialmente la segunda pues mató entre 300 y 500 millones de personas en el mundo durante los 12 mil años que perduró el virus sin saberse exactamente de qué se trataba. El COVID-19 todavía luce numeroso, con estadística de plaga amateur, pero no hay que bajar la guardia. Ciencia y racionalidad son los recursos más eficientes de los cuales disponemos y hay que disponer de ellos con más acierto. Así deben verlo los responsables de nuestras vidas, la ideología no tiene espacio en este esta ecuación, y la historia de la humanidad está llena de esos exámenes con lamentables resultados.

La deuda con la democracia

Sin una democracia fuerte y compartida nos será muy difícil enfrentar los retos de la pandemia del coronavirus. Así como a como a nuestra salud personal la pone en peligro el temible coronavirus, a la democracia liberal la acecha con oscura crueldad el ánimo totalitario que corre libre y peligroso entre nosotros Confieso desde mi angustia, a las puertas del 2021, el gran relato nuestro sobre la democracia ha perdido su credibilidad. Es lamentable, doloroso, algo decepcionante pero muy cierto. Sea cual sea el modo de unificación que se le haya asignado es terrible. Como un relato especulativo, o un relato de emancipación, la verdad es que nuestra idea de la democracia ideal ha muerto de senilidad. Estamos marcados por el surgimiento de prácticas antiliberales, incluso autoritarias, dentro de regímenes nominalmente democráticos, que se erigen como un recordatorio de por qué debemos revalorar algunos de los componentes básicos de la democracia.

Los autócratas electos mantienen una apariencia de democracia, a la que van destripando hasta despojarla de contenido. Proteger la democracia exige algo más que temor o indignación. Debemos ser a un tiempo humildes y osados.

La democracia es mucho más que elecciones, pero no hay democracia auténtica sin voto libre, secreto e informado. Recordemos que una sociedad democrática es aquella en la que todas las personas tienen derecho a tener derechos, y que la democracia no se agota en el ejercicio del voto. Pero es impensable si se carece de él. Reinsisto en la idea de que la democracia es un concepto que congrega múltiples significados y expectativas, lo que tiene ventajas y desventajas.

La libertad de expresión y la rendición de cuentas que el empoderamiento ciudadano y la transparencia en el ejercicio de los recursos públicos, la participación ciudadana o la división de poderes. Si bien es probable que no haya forma de gobierno más favorable al desarrollo humano incluyente que la democracia, tampoco hay ninguna que sea tan frágil y vulnerable, desde dentro y fuera, a su propia continuidad. La redefinición de los partidos políticos como instrumento de agregación de preferencias e identidad ideológica es una tarea pendiente, que nos exige serias conclusiones.

La política como deporte, Impugnar los resultados electorales como “práctica sistemática” (la judicialización de la política) o no reconocer el triunfo bien obtenido del contendiente son evidencia de esta forma de entender la política como deporte, del énfasis en evitar.

Deberíamos preocuparnos en serio cuando un político rechaza, ya sea de palabra o mediante acciones, las reglas del juego democrático. Ajustar nuestro grado de alarma cuando niega la legitimidad de sus oponentes, tolera o alienta la violencia. No es sano un gesto que indica su voluntad de restringir las libertades civiles de sus opositores, incluidos los medios de comunicación. La percepción de incertidumbre sobre el futuro, personal y familiar constituye un serio factor de perturbación, frente a la convicción de estar viviendo en un país extremadamente vulnerable. Hay un déficit democrático y un desencanto por los modos políticos de la democracia.

Venezuela requiere de un inmenso esfuerzo para su reconstrucción en todos los órdenes de la vida en sociedad, la economía, lo jurídico institucional, la educación como eje prioritario y sus bases éticas frente a la corrupción, el narcotráfico, la criminalidad y la impunidad. Se avecinan nuevos tiempos, que requerirían la mayor dedicación y sindéresis para lograr tener una sociedad moderna, de progreso, de justicia y paz para todos. Yo abogo por que inventemos nuevamente la verdad. La historia de la reflexión filosófica sobre la comunicación humana, dicho por René Scherer, es ante todo una trabajosa aproximación a la verdad y al ser a través justamente de una profundización vivida en el ser y en la verdad de la comunicación humana. La comunicación, por tanto, es en primer lugar relación de la conciencia con el mundo, del hombre con las cosas; y, en segundo lugar, la acción conjunta de los hombres sobre las cosas del mundo.

En resumen, necesitamos conocernos y responsabilizarnos de nosotros mismos.

Ahora me entero que mi nieta Coral llegó hasta la planta baja del edificio y no pudo subir a ver a sus abuelos. Ella protestó con toda la fuerza de su inocencia no poder vernos y abrazarnos como es habitual. Su video me ordenó que era hora de parar mis reflexiones por hoy. Contra esa realidad no tengo argumento. Me declaro inhábil y confieso que he llorado a las puertas de 2021.

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