Los desafíos mundiales del 2021
En Venezuela, seguimos inmersos en una compleja crisis multifactorial y multidimensional que esperemos, guiados por la razón y el bien común, podamos sobrepasar en el venidero año...
A pocas horas de culminar el 2020, año complejo donde todos los pronósticos se vieron alterados ante la irrupción de la crisis sanitaria mundial del coronavirus, la primera gran pandemia del nuevo milenio, se nos invita a reflexionar sobre el porvenir en el acontecer mundial del 2021, en particular los grandes desafíos de la agenda global. La Conferencia de Seguridad de Múnich describe esta situación como una “polipandemia”: regresión en materia de desarrollo, pobreza y hambruna; aumento de la represión política en el marco de grandes protestas multitudinarias en todo el globo terráqueo; la fragilidad y el sisma de algunas instituciones políticas, económicas, culturales, sociales y estatales y el arraigo de distintas formas de violencia que arremeten contra los principios democráticos.
En primera instancia debemos prestar especial atención al desafío mundial de la vacunación masiva de millares de personas, siendo este un desafío económico, tecnológico y logístico sin precedentes en nuestra contemporaneidad mediante un abordarme global fortaleciendo redes de cooperación a escala regional, espíritu que encarnan iniciativas como Covax y también entre ciudades a nivel global, dejando rezagado las ya caducas aspiraciones proteccionistas o incluso nacionalistas, sin dejar a un lado la voluntad renovada por parte de las grandes potencias internacionales de ampliar sus áreas de influencia, utilizando la ayuda sanitaria, y en particular la vacuna, como parte de su arsenal diplomático, como sucedió con la “diplomacia de las mascarillas” inaugurando una geopolítica de la vacuna, que tendrá que venir acompañado de un ambicioso plan de ayuda humanitaria de acción y escala global, marcado por las convicciones del multilateralismo y los principios fundamentales del derecho internacional humanitario encarnados en organizaciones como la Cruz Roja y la Media Luna Roja Internacional, que requiere de la franca cooperación multidimensional de todos los Estados reunidos en Naciones Unidas donde ya la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, advertía que, a octubre de 2020, sólo había recibido el 38% de los fondos necesarios.
En 2021 seguirán bajo exhaustivo examen los distintos modelos e ideologías, bajo el imperio de aquellas que propicien recuperaciones más rápidas, justas y sostenibles. Precisamente, la llegada de una nueva administración en Estados Unidos generará grandes expectativas para la revitalización de un multilateralismo severamente golpeado por el paso de Trump, así como la reconstrucción de las ya debilitadas relaciones transatlánticas. Grandes temas como el frágil equilibrio entre las libertades humanas fundamentales, y el intervencionismo del Estado en materia de salud pública; la privacidad y la normativa digital; el teletrabajo, entre muchos otros, son fenómenos que irrumpen en nuestra realidad con la misma fuerza y vigorosidad del momento presente.
Nos referimos ahora a la emergencia climática que tal como nos advirtió el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, es la batalla de nuestras vidas y no podemos perderla. Frenar la crisis climática debe seguir siendo una prioridad en la agenda internacional. Frenar el calentamiento global y alcanzar los objetivos trazados en el Acuerdo de París de 2015, hoy se ven más factibles tras las últimas declaraciones de Pekín al prometer ser más sostenible y neutralizar sus emisiones de CO2, así como la reincorporación casi eminente de EEUU al Acuerdo de París tras la toma de posesión de Joe Biden el próximo 20 de enero como presidente de Estados Unidos de América. Sin embargo, los gobiernos deberían declarar el estado de emergencia climática hasta que el mundo haya alcanzado un nivel de cero emisiones netas de CO2 como lo ha incentivado Guterres desde Nueva York. Una gestión del agua eficiente y sostenible, el fin a la sobrepesca, edificios y viviendas más eficientes, mayores esfuerzos por salvaguardar la biodiversidad, transportes públicos y privados más amigables con el medioambiente, son acciones vitales para salvar la humanidad en esta batalla existencial contra el calentamiento global, contra el cual no existe vacuna viable. Esperemos que la voluntad de llegar a acuerdos se traduzca en compromisos y acciones tangibles de cara a la COP26 de Glasgow en noviembre.
En el caso particular de América Latina, sumado a los retos antes expuestos, se debe recuperar la estabilidad presupuestaria y el crecimiento económico. Según las previsiones del FMI, la deuda conjunta de la región va a estar por encima del 80 % del PIB entre 2020 y 2025 -en 2012 era el 47 %- y el déficit público superará el 5 % este año para ir bajando muy lentamente hasta el 3,7 % en 2025, tarea para la cual mecanismos de integración regional más eficientes suponen una vía más que deseables, a imagen de la Unión Europea, que ya impulsa masivos mecanismos de rescate económico y financiero para todos los Estados miembros. La educación sigue siendo un flanco frágil; el éxito de la educación remota dependerá de la actualización continua de docentes y alumnos en el uso correcto de herramientas digitales que le permitan mantener los estándares de calidad requeridos a las demandas del hoy y del mañana, situación que parece más viable en escenarios como los países nórdicos y un poco más compleja en Latinoamérica o África por la brecha tecnológica acumulada. Durante los primeros meses de 2021 se publicarán los datos sobre el coste económico inmediato de la Covid-19. Será un momento de recuento de daños, que pasarán factura a los índices macroscópicos y mercados financieros globales. En Venezuela, seguimos inmersos en una compleja crisis multifactorial y multidimensional que esperemos, guiados por la razón y el bien común, podamos sobrepasar en el venidero año. Es tiempo de recordar el espíritu de la Revolución Francesa de Libertad e Igualdad pero sobretarde enfatizar la Fraternidad.
jcpineda01@gmail.com
En primera instancia debemos prestar especial atención al desafío mundial de la vacunación masiva de millares de personas, siendo este un desafío económico, tecnológico y logístico sin precedentes en nuestra contemporaneidad mediante un abordarme global fortaleciendo redes de cooperación a escala regional, espíritu que encarnan iniciativas como Covax y también entre ciudades a nivel global, dejando rezagado las ya caducas aspiraciones proteccionistas o incluso nacionalistas, sin dejar a un lado la voluntad renovada por parte de las grandes potencias internacionales de ampliar sus áreas de influencia, utilizando la ayuda sanitaria, y en particular la vacuna, como parte de su arsenal diplomático, como sucedió con la “diplomacia de las mascarillas” inaugurando una geopolítica de la vacuna, que tendrá que venir acompañado de un ambicioso plan de ayuda humanitaria de acción y escala global, marcado por las convicciones del multilateralismo y los principios fundamentales del derecho internacional humanitario encarnados en organizaciones como la Cruz Roja y la Media Luna Roja Internacional, que requiere de la franca cooperación multidimensional de todos los Estados reunidos en Naciones Unidas donde ya la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, advertía que, a octubre de 2020, sólo había recibido el 38% de los fondos necesarios.
En 2021 seguirán bajo exhaustivo examen los distintos modelos e ideologías, bajo el imperio de aquellas que propicien recuperaciones más rápidas, justas y sostenibles. Precisamente, la llegada de una nueva administración en Estados Unidos generará grandes expectativas para la revitalización de un multilateralismo severamente golpeado por el paso de Trump, así como la reconstrucción de las ya debilitadas relaciones transatlánticas. Grandes temas como el frágil equilibrio entre las libertades humanas fundamentales, y el intervencionismo del Estado en materia de salud pública; la privacidad y la normativa digital; el teletrabajo, entre muchos otros, son fenómenos que irrumpen en nuestra realidad con la misma fuerza y vigorosidad del momento presente.
Nos referimos ahora a la emergencia climática que tal como nos advirtió el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, es la batalla de nuestras vidas y no podemos perderla. Frenar la crisis climática debe seguir siendo una prioridad en la agenda internacional. Frenar el calentamiento global y alcanzar los objetivos trazados en el Acuerdo de París de 2015, hoy se ven más factibles tras las últimas declaraciones de Pekín al prometer ser más sostenible y neutralizar sus emisiones de CO2, así como la reincorporación casi eminente de EEUU al Acuerdo de París tras la toma de posesión de Joe Biden el próximo 20 de enero como presidente de Estados Unidos de América. Sin embargo, los gobiernos deberían declarar el estado de emergencia climática hasta que el mundo haya alcanzado un nivel de cero emisiones netas de CO2 como lo ha incentivado Guterres desde Nueva York. Una gestión del agua eficiente y sostenible, el fin a la sobrepesca, edificios y viviendas más eficientes, mayores esfuerzos por salvaguardar la biodiversidad, transportes públicos y privados más amigables con el medioambiente, son acciones vitales para salvar la humanidad en esta batalla existencial contra el calentamiento global, contra el cual no existe vacuna viable. Esperemos que la voluntad de llegar a acuerdos se traduzca en compromisos y acciones tangibles de cara a la COP26 de Glasgow en noviembre.
En el caso particular de América Latina, sumado a los retos antes expuestos, se debe recuperar la estabilidad presupuestaria y el crecimiento económico. Según las previsiones del FMI, la deuda conjunta de la región va a estar por encima del 80 % del PIB entre 2020 y 2025 -en 2012 era el 47 %- y el déficit público superará el 5 % este año para ir bajando muy lentamente hasta el 3,7 % en 2025, tarea para la cual mecanismos de integración regional más eficientes suponen una vía más que deseables, a imagen de la Unión Europea, que ya impulsa masivos mecanismos de rescate económico y financiero para todos los Estados miembros. La educación sigue siendo un flanco frágil; el éxito de la educación remota dependerá de la actualización continua de docentes y alumnos en el uso correcto de herramientas digitales que le permitan mantener los estándares de calidad requeridos a las demandas del hoy y del mañana, situación que parece más viable en escenarios como los países nórdicos y un poco más compleja en Latinoamérica o África por la brecha tecnológica acumulada. Durante los primeros meses de 2021 se publicarán los datos sobre el coste económico inmediato de la Covid-19. Será un momento de recuento de daños, que pasarán factura a los índices macroscópicos y mercados financieros globales. En Venezuela, seguimos inmersos en una compleja crisis multifactorial y multidimensional que esperemos, guiados por la razón y el bien común, podamos sobrepasar en el venidero año. Es tiempo de recordar el espíritu de la Revolución Francesa de Libertad e Igualdad pero sobretarde enfatizar la Fraternidad.
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