Siempre mal pensados, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
En estos días vi por diferentes redes sociales imágenes de unos señores encapuchados con unas escopetotas que, la verdad, no sé ni cómo se llaman. De armas lo único que conozco son los vuelacercas dados en el Fenway Park de Boston o en el Estadio Universitario de Caracas, por Antonio, el de Puerto Píritu.
Lo cierto es que en la serie de fotos, esos señores aparecían como parando y chequeando los vehículos. La información que acompañaba a estas imágenes aludía a una especie de alcabala improvisada, colocada a la altura de Makro, en la autopista Gran Mariscal de Ayacucho con sentido oeste-este o, para más señas, «la que va pa’ Guarenas», como mejor la conoce la gente.
En sí mismo ese hecho no constituiría noticia relevante, sobre todo si estamos en un país donde hay más alcabalas que bombas de gasolina. Lo que llamó la atención era que estos individuos estaban vestidos como para plantarse a beber cerveza un sábado en la mañana en la licorería de Don Goyo, la que está ubicada en la calle Sin Ley del Barrio San Blas, en Petare.
En vez de vestir con esos tenebrosos trajes negros sacados de algún capítulo de Star Wars, los muchachones estaban de lo más relajados con chores y zapatos deportivos. Estos últimos, por cierto —y estoy muy seguro—, eran originales y no imitaciones chinas, de esas que venden en el bulevar de Sabana Grande.
Como era de esperarse, hubo un revuelo de la gente mal pensada. Esa que ve en cada acción gubernamental, una malucada más para hacernos la vida de cuadritos.
Los primeros tuits señalaban que se trataba de colectivos con armas largas, martillando a los conductores para financiar la rumba de la octavita de carnaval. Otros, menos jodedores, decían que sí eran funcionarios policiales, pero con camuflajes de colectivos para despistar a la gente.
Como yo no soy cogido a lazo y he tenido una vasta experiencia en eso de caer por inocente con los fake news, me decidí a llamar a mi comadre Camucha, quien tiene relaciones “estrechas” con algunos jerarcas del gobierno.
Hice lo que los periodistas serios recomiendan, a saber: confirmar y no dejarte obnubilar por lo primero que ves.
Ese consejo también se lo doy a mi sobrino, el Harold, quien gusta ir a esas fiestas que organizan en las plazas en tiempos de carnaval. ¡Qué peligro!
*Lea también: El carnaval del fin del mundo, por Reinaldo J. Aguilera
La comadre me indicó que la gente es muy mal pensada y que hice bien en llamarla. Me aclaró que lo que pasaba podría tener varias explicaciones, pero ninguna de ella tenía que ver con los colectivos.
Me alertó que esos rumores se dejaban colar para desacreditar al gobierno, quien está cumpliendo con su deber de proteger a la población de Guaidó y de los invasores gringos.
Insistió en que no era necesario molestar a sus amigos del gobierno porque estaban muy ocupados dirigiendo la guerra contra el imperialismo, sus sanciones, así como la defensa del revolucionario Alex Saab.
«La gente debería ayudarlos, ya que, una vez el país liberado de esas sanciones y de vuelta el camarada Saab, podremos todos ir a comer en un restaurant en Las Mercedes o comprarnos un Ferrari, tal como sucede en cualquier país comunista normal».
La explicación fue muy lógica. Según Camucha, a esos muchachos se les aplicó el mismo régimen de flexibilización que a la población. La diferencia es que para ellos, también incluía las prendas de vestir. «Espera a la semana radical y los verás uniformados como siempre», me aseguró.
Quedé satisfecho con la respuesta. Por eso siempre hay que preguntar antes de opinar y, sobre todo, es fundamental escoger bien a quien se le va a preguntar. Debe ser una fuente objetiva, imparcial y confiable.
¡Gracias camarada Camucha!
Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
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