Desde el 7 de marzo de 2019, los bajones y apagones prevalecen en las ciudades, y en Caracas se sienten con mayor intensidad. La inestabilidad del suministro es un indicador de que la aguda crisis eléctrica avanza. Es un alerta de mantenimientos vencidos e incapacidad, advierten especialistas.
Caracas. Desde que ocurrió el gran apagón nacional el 7 de marzo de 2019, Zurita de Sousa vive entre bajones de electricidad y la intranquilidad de que se repita aquella oscurana, en un apartamento ubicado en la parroquia Altagracia. Y cree que de seguir el sistema eléctrico como va, no le bastará la velita de medio dólar que compra quincenal.
“Ya nos estamos acostumbrando a esto, pero cuando ocurre cada bajón nos quedamos a la espera de si se va o no se va, de si viene el apagón definitivamente. La zozobra es permanente. Y eso que estamos a una cuadra de Miraflores”.
Altagracia es uno de los sectores de Caracas más afectados por los “bajones” en lo que va de 2021, reporta el Comité de Víctimas de los Apagones. Y al menos una vez a la semana se queda sin electricidad. Dos apagones importantes ocurrieron en menos de 12 días, a lo largo del municipio Libertador, entre enero y febrero de 2021. Sin embargo, la secuencia se repite, indistintamente, en el sur, en el norte, o en el sureste de la ciudad. Y dura horas.
Esta volatilidad eléctrica es un indicador de que la aguda crisis de energía que ha venido arropando a las regiones, avanza en la capital. A dos años de aquella grave interrupción en el Guri que sumió a casi todo el país en la oscurana, las autoridades eléctricas dan pocas luces sobre la atención y real dimensión de las fallas.
Es un alerta, señalan ingenieros conocedores del tema.
Caracas está siendo racionada de una manera disimulada todos los días. Ya vendrán períodos del año en que no se podrá librar enteramente de lo que en la provincia de Venezuela se convirtió en cotidianidad”, dice el asesor y especialista en sistemas eléctricos.
Y explica por qué en El Hatillo o en la parroquia San Pedro ocurren más bajones y apagones que en otras zonas. “Eso depende de la condición de deterioro de la infraestructura de la distribución de energía eléctrica que le queda a la Gran Caracas. Y también de la discrecionalidad del operador de la estatal Corpoelec”.
Además, las fallas que ocasionan los bajones o parpadeos de luz son más frecuentes.
En El Valle, por ejemplo, la disminución abrupta de energía ocurrió con una intermitencia de 20 a 25 minutos, varias veces en un solo día, durante enero y febrero. El problema es mayor porque la mayoría de los edificios en la Intercomunal tiene hasta 20 pisos y vive mucha gente de la tercera edad. Y en ocasiones no funciona el ascensor.
La recurrencia de los bajones tiene una explicación técnica, afirma el ingeniero Miguel Lara, exdirector de la Oficina de Operación de Sistemas Interconectados (Opsis), instancia encargada de dirigir y coordinar la operación del Sistema Eléctrico Nacional.
“Los elementos que permiten regular y mantener la calidad del servicio estable y uniforme se han ido deteriorando. Y no existen suficientes para garantizar un servicio que cumpla con los parámetros de calidad de voltaje, firme y del nivel que requieren los equipos. Además que la frecuencia se mantenga en valor fijo. Por eso, los operadores se ven obligados a sacar de servicio equipos para poder operar medianamente el sistema”.
A dos años del gran apagón
Y es que a dos años del apagón nacional que dejó hasta siete días sin luz a varios estados y afectó seriamente el sistema eléctrico, solo se ha mantenido la opacidad oficial sobre el origen de las fallas, indican los expertos.
“Lo que no se ha hecho representa mucha tela que cortar”, apunta Aguilar. “No se le ha dicho la verdad a la nación y se maquilla con el discurso mediático del sabotaje”.
Mientras, el sistema eléctrico sigue su espiral de deterioro indetenible en todas las áreas de la cadena de valor. Estas son la Generación, Transmisión, Distribución y Gestión Comercial de Atención a los Clientes.
La razón es muy sencilla. El sistema eléctrico viene arrastrando un gran cúmulo de mantenimientos vencidos y la única actividad de mitigación, como lo es el mantenimiento, no se hace ni en la cantidad ni con la calidad suficiente, ni con la anticipación que impone el desafío”.
Aguilar indica que la empresa eléctrica tiene la responsabilidad de prevenir y evitar la condición de black out. Y refiere una pertinente comparación técnica.
“En los años noventa, Venezuela experimentó apagones nacionales y en ambos eventos la carga del país fue recuperada a las tres horas, sin ningún daño en la infraestructura. Por contraste en el apagón del 7 de marzo de 2019, la restauración tomó 124 horas y los daños a la infraestructura en la Transmisión, Distribución y Generación fue de tal magnitud que hasta la fecha no ha sido solventada. Esto refleja un colosal fracaso en la calidad de la gestión del operador de la estatal eléctrica y su cúpula. En síntesis, solo por el tiempo de restauración el desempeño en el año 2019 fue 41 veces peor”.
Y es que en dos años, los perjuicios en el sistema se tradujeron en un suministro deficiente, sostienen los especialistas.
“La disponibilidad de la generación hidroeléctrica que fue de un 90 % hoy es de 50 %. Y de la térmica es similar: de mantener una disponibilidad de 75 % hoy a duras penas llega a 10 % de la capacidad instalada. Y por eso la generación no es suficiente, a pesar de que la demanda ha caído hoy a 5000 MW por debajo del máximo histórico, hay deficiencia sobre todo hacia la región lejana de Guri”, apunta Lara. También, las líneas de transmisión se han ido deteriorando.
Si bien todo sistema eléctrico –aun los mejores mantenidos y operados– puede ser objeto de un gran apagón, inclusive total, lo importante es la destreza del personal a cargo en el momento de la ocurrencia.
No es este el caso del sistema nacional. A las carencias se agrega la inexperiencia y la escasa capacitación de trabajadores que lo operan, además de la llegada de personal importado con conocimientos de ingeniería ajenos al sistema eléctrico venezolano. Este fue uno de los más avanzados del mundo en capacidad de plantas de generación y niveles de tensión de sus líneas de transmisión, añade Lara.
Del creciente deterioro y abuso de la infraestructura del sistema dan crédito las cifras que recogen la oscura tragedia nacional.
Solamente en enero pasado se registraron 11.055 interrupciones eléctricas, de acuerdo con el Comité de Apagones. Y se calcula que puede hasta triplicar las 85.956 fallas que se registraron en 2020.
Mérida sobrevive a la oscuridad
En este contexto, Mérida con 1345 aparece como el segundo estado, después de Zulia (1883), con más fallas eléctricas que se han hecho tragedia después del apagón nacional. Es también el segundo más castigado por la indiferencia. No obstante, su caso no es aislado porque pertenece al sistema interconectado.
De esta desventura da fe el merideño Leonardo León, fotógrafo de profesión y conductor de un programa radial en la ULA. Asegura que desde que ocurrió el gran apagón de 2019 tenía por costumbre anotar en una agenda los días que hubo luz y los que no. “Pero ya me ladilla. La luz se va en promedio tres veces al día, durante tres horas o más. En una oportunidad mi programa tuvo que salir del aire por nueve días”.
Aparte de los apagones, padece de unos 10 a 12 bajones diarios que los operadores eléctricos no han podido estabilizar. “En la ciudad lo único que se oye cuando se va la luz es el sonido como de mil motos que desprenden las plantas eléctricas, pero ya no hay casi porque ya no hay gasoil”.
A la falta de luz, dice, se suma la escasez de gas doméstico. “O preparas la comida con antelación o va para el patio bajo el sol para que tome temperatura ambiente. Otra gente la pone en el capó de los carros que están calientes”.
Los pormenores de los cortes eléctricos en Mérida los recoge la ONG Promedehum. En enero de 2021 aumentaron 54%. Fueron desde los 5 minutos hasta más de 31 horas continuas sin luz en algunos sectores, relata en la cuenta de Twitter.
Atribuye las fallas a la falta de mantenimiento en el sistema eléctrico nacional. “Se han incrementado las explosiones de transformadores, situación que deja a los sectores por prolongados periodos sin luz”.
Las fluctuaciones también se incrementaron durante enero, señala Promedehum. “Habitantes del municipio Rangel señalaron que “son muy comunes los bajones de luz, uno tiene que estar pendiente de desconectar televisores o neveras para evitar que se terminen de dañar”. Y solo durante el mes de enero se registraron más de 29 horas a oscuras debido a 13 cortes eléctricos. Esto representa un aumento del 123 % en relación con diciembre de 2020.
El problema en Mérida es de larga data y de una mala inversión cifrada en más de 5,0 millones de dólares, en la región, advierte Aguilar.
“La estatal eléctrica fracasó en sus intentos por mejorar una región energéticamente deficitaria desde el punto de vista eléctrico con limitada transmisión que está en la cola de la cadena de suministro desde el Guri y plantas del bajo Caroní. Su gestión termoeléctrica ha sido inútil por la corrupción y mal accionar de sus proyectos”.
El problema se agudiza en las épocas en que la estacionalidad climática aprieta las temperaturas, lo cual está por venir. Y también por la errática administración de sus embalses.
Los Andes hubiera tenido un sistema regional mejor acoplado al resto del país, con mejor gestión ética y profesional. Y además serviría de apoyo al ahorro de combustibles y al mantenimiento de las plantas térmicas no solo de la región andina, sino también para la región zuliana, sostiene Aguilar. Pero no ha sido así
Con el tiempo el servicio eléctrico nacional se ha hecho cada vez más vulnerable, afirman los especialistas.
“Su confiabilidad para dar suministro en el país se ha degradado en todas las áreas. Hay escaso mantenimiento y no reemplazo de los equipos. Y la práctica de llevarse equipos de un área a otras para resolver los problemas allí, son pañitos calientes a costa de que se agrave en otras zonas”, precisa Lara.
No es correcto vaticinar otro apagón aunque en Venezuela puede repetirse porque las correcciones no se toman a tiempo. Pero se puede asegurar que la condición operativa del servicio eléctrico es peor hoy que la de mañana, porque no hay capacidad gerencial ni conocimiento ni recursos para solventar el problema”.
Los expertos están convencidos de que para recuperar la infraestructura y restaurar el servicio eléctrico se debe cambiar el modelo de gestión.
“El estado actual del sistema es consecuencia de las decisiones que adoptó el modelo político. Aunque eso les fue advertido. Debe haber una conciencia en las autoridades de que las deficiencias técnicas lo resuelven los profesionales y no los políticos”.
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