miércoles, 23 de junio de 2021

De efeméride en efeméride

 

De efeméride en efeméride, por Luis Alberto Buttó

De efeméride en efeméride
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Twitter: @luisbutto3


Quizás porque forman parte inseparable del adorno de calendarios y agendas, quizás porque en toda sociedad constituyen elemento permanente y/o recurrente de lo que podría denominarse cotidianidad informativa, quizás porque integran el grueso de los programas de estudio implementados en la educación básica, se tiende a desestimar la interrogante en torno al significado real (es decir, más allá de lo obvio) de las efemérides.

Dicho de otra forma, ¿a qué ejercicio en concreto invita la celebración de las efemérides? ¿Al simple recordatorio de un específico acontecimiento per se o a la reflexión que propicie el estudio de ese hecho en términos de coadyuvar a una determinada sociedad a descifrar claves para la comprensión de su realidad presente? Esto último, por supuesto, corriendo el albur de exigirle al pasado más de lo que en sí mismo puede dar, en tanto y cuanto a lo hecho pecho.

*Lea también: Historiografía del sinsentido, por Ángel Lombardi Lombardi

Por supuesto, en ciertas circunstancias, elucubrar en torno a estos asuntos adquiere mayor relevancia relativa. Piénsese en el caso de que la efeméride celebrada sea, por ejemplo, la que conmemora el bicentenario de la ocurrencia de la batalla decisiva de la campaña político-militar que, en lo que terminaría siendo suelo venezolano, sentó las bases culminantes del desprendimiento de estos territorios de la sujeción administrativa al imperio colonial que jactanciosamente se ufanaba de que en sus dominios nunca se ocultaba el sol.

Así las cosas, bien podría repararse en el contradictorio hecho de que se celebre el triunfo obtenido en la batalla de Carabobo, dada su importancia fundamental en la conquista de la independencia político-administrativa de lo que devino en ser Venezuela, cuando en parámetros concretos se observa cómo se desdibuja tal independencia, entendida como capacidad soberana de acción. En especial, la capacidad soberana de acción de lo que, en última instancia, es lo que realmente cuenta: el ser humano.

Para escapar de las coordenadas de lo que puede entenderse como formalidad institucional, bien vale la pena preguntarse sobre la independencia verdadera del hombre que, al fin y al cabo, nutre y constituye la patria. Ese hombre, de carne y hueso, es la patria. Lo demás es la cursilería generada, verbigracia, con el transcurrir de los segundos que consume un vídeo reciclado en redes sociales.

Creer que la patria se subsume en montes, caídas de agua, o amaneceres en tal o cual lugar, es irreal y tramposo. La patria se expresa en los rostros que tienen nombre y apellido.

Por consiguiente, nada de impertinente, y sí de necesario, hay en apartarse del tráfago que consume los días, para volcar la mirada con detenimiento hacia el transitar del hombre común y corriente. Punto de partida para pensar, entre otras cosas, en lo que puede significar el concepto de independencia para el hermano desesperado que se sumó a la diáspora porque en estos linderos, donde algunos se valen de la hegemonía comunicacional alcanzada para ufanarse de ser los hacedores de la «verdadera independencia», se le derrumbó el presente al no poder alimentar a su familia.

Para ese hermano, el constructo independencia no encuentra asidero alguno en la realidad. Ese hermano sufre los embates del atraso, el subdesarrollo, la miseria, de los cuales se ha visto obligado a huir ya que, quienes tenían la responsabilidad de desmontar las causales de la postración-país, solo fueron capaces de poner en evidencia su infinito fracaso para encauzar hacia el bien el destino nacional. A los propagandistas de la maldad, podría preguntárseles: ¿de qué liberaron al hermano en cuestión?; ¿de sus sueños de bienestar y progreso? ¡Vaya que hicieron bien la tarea!

La retórica altisonante que desafía al viento ni siquiera sirve para esconder la propia sordera y mucho menos para surtir regularmente de agua permanente las tuberías de las casas. En esas casas, donde todo es carencia, no hay independencia que valga. Diría un querido amigo: ¿hasta cuándo los cazadores de efemérides?

Luis Alberto Buttó es Doctor en Historia y director del Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad  de la USB.

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