Hoteles, las “shopping” clandestinas de Cuba
El mercado informal ha devenido la principal fuente de abastecimiento para los pocos cubanos que pueden evadir las colas tumultuosas, la violencia, la desesperación, la escasez a perpetuidad y la inflación.
LA HABANA, Cuba. – Para comer un poco mejor que la media de los cubanos y cubanas, Orlando dice no necesitar de las llamadas “tiendas en MLC”, los únicos establecimientos comerciales medianamente abastecidos en la Isla y en donde solo pueden entrar quienes reciben depósitos en divisas en sus cuentas personales ya porque, de modo excepcional, las ganan por su trabajo legal o ilegal, o ya porque las obtienen como remesas de sus familiares y amigos emigrados.
Orlando, que no tiene acceso de manera estable a ninguna de esas ventajas pero, en cambio, sí gana buen dinero como reparador de celulares y computadoras, acude a lo que él llama “la otra shopping”, una estrategia que califica de “más eficaz” para comer y beber “normalmente” en medio de una economía plena de “anormalidades” donde tiene más posibilidades de sobrevivir aquel que —como decimos en Cuba— tiene “FE”, es decir, familiares en el extranjero.
“No hago colas ni compro dólares en la calle. No me preocupo ya por si sacaron pollo o si sacaron aceite. Hice mis contactos y ahora me lo traen a la casa, el pollo, el jabón, los cigarros”, asegura este señor que ha tenido la fortuna de dar con esos empleados de hoteles o intermediarios de estos que ingresan un dinero extra a su economía personal vendiendo aquellas mercancías que logran “extraer a escondidas” de los establecimientos donde trabajan, con los riesgos que tales hurtos implican.
Carnes y bebidas de todo tipo, mariscos, frutas, vegetales condimentos de las mejores calidades, incluso jabones, detergentes, sábanas y toallas, todo proveniente de los bien abastecidos hoteles y, además, todo silenciosamente traficado a diario en el mercado informal, incluso a precios muy inferiores (y hasta en pesos cubanos) a los que exhiben los mismos productos en las tiendas estatales en divisas.
Marlene, que reside en las inmediaciones de uno de los hoteles más emblemáticos de La Habana, también ha seguido la estrategia de Orlando de comprar solo lo que obtiene por la vía del contrabando generado en la red hotelera de la ciudad.
A diferencia de Orlando, ella sí recibe remesas del exterior con regularidad, lo cual le permite cierta solvencia financiera, pero nos asegura que tampoco pierde su tiempo en hacer colas en las tiendas porque incluso, en las actuales circunstancias de escasez general, ella consigue “buena mercancía” que ni siquiera encontraba antes en los comercios donde se pagaba con los llamados “pesos convertibles” o CUC.
“Para mí es divino (comprar de contrabando) porque en las tiendas te cogen el dólar a 1 por 24, además que no compras lo que quieres sino lo que alcanzas después de una perra cola, mientras que de esta forma hasta puedes escoger, porque hay variedad, y siempre hay (…), vendo el dólar por transferencia a 1 por 50, y pago en moneda nacional, y además me lo traen hasta la puerta de la casa”, dice Marlene como si no hubiera nada ilegal en lo que hace, como si el hurto y el contrabando fueran parte del estado natural de las cosas en Cuba. Y sin duda alguna lo son.
Piernas de legítimo jamón serrano enteras o deshuesadas por apenas 5 000 pesos cubanos, mientras en las tiendas estatales superan hasta entre cinco y diez veces ese precio; filetes de salmón ahumado, el kilogramo entre 300 y 500 pesos; aceite de oliva, aceitunas, calamares, ostras, filetes de buen pescado, bolsas de leche en polvo, quesos importados por apenas la mitad de lo que costarían en el mercado de 3ra. y 70, en Miramar. Son estas algunas de las exquisiteces que se venden en el mercado negro proveniente del saqueo constante en los hoteles, un fenómeno que para nada es novedoso en la Isla pero que, en estos tiempos de crisis, sin las propinas que deja el turista extranjero, se ha convertido en fuente de ingresos fundamental para muchos empleados del sector turístico en Cuba.
Enrique, joven mesero, es uno de tantos trabajadores que se han visto afectados por la paralización del turismo. Aunque más por influencias de un familiar que por fortuna, logró no ser despedido ni enviado a la agricultura cuando redujeron a menos de la mitad el personal del hotel donde laboraba, de modo que fue reubicado en las obras de mantenimiento en otro establecimiento de la ciudad, lo cual no compensó sus ganancias habituales por concepto de propinas pero, al menos, le dio acceso indirecto a una bien abastecida despensa.
“Si mi salario me alcanzara para todo lo que tengo que comprar en el mes por supuesto que no tendría que hacer lo que hago”, afirma Enrique. “De hecho, jamás lo hice pero no hay turistas, no hay propinas y todos estamos en lo mismo. Desde el almacenero hasta los custodios porque todo el mundo necesita comer (…), además es penoso ver que hay de todo allá dentro pero cuando uno pone un pie en la calle, no hay ni agua”.
“Hay que estar ahí para ver cómo se bota comida”, nos dice Maribel, una joven cocinera. “A veces nos la venden cuando están en fecha de vencimiento o a punto de vencer pero también la botan, cajas y más cajas de comida echada a perder porque no hay turistas (…) o no se usa en la comida que se vende para llevar, eso es otra cosa (…), porque son productos caros y si se usan en la elaboración el precio de la ración se eleva demasiado, o no se pueden cobrar en pesos cubanos porque no se les ganaría nada, en fin, es un crimen porque prefieren botarla antes que venderla o regalarla a los comedores, a los asilos”, se lamenta Maribel, a la vez que justifica lo que sucede en el mercado negro.
“En tiempos normales siempre se han sacado cosas de los hoteles pero no como ahora donde no hay nada y cualquier bobería se vende fácil”, dice la joven cocinera. “Si sacas diez cajas de camarones, las diez se te van de las manos en un segundo. Antes lo pensabas para sacarlas porque era difícil venderlas pero ahora tienes una lista de encargos que parece una sábana, ni siquiera necesitas poner un anuncio en Facebook, cualquier cosa que vendas te la compran. (…) ¿Que eso es robo? Por supuesto que lo es, pero en Cuba si no robas es difícil que sobrevivas. Con más posibilidades o con menos aquí roba todo el que tiene algo que robar, poco o mucho, pero lo hace. Y que venga alguien a decirme que no es así”.
En contraste con el paraíso prometido y vendido al turista extranjero, mediante promociones que hacen pensar que el hambre de los cubanos es un mito creado por los detractores del régimen comunista, está el desabastecimiento total de la red de comercio en pesos cubanos más las dificultades de buena parte de la población para acceder fácilmente a las llamadas tiendas en MLC. En consecuencia, el mercado informal ha devenido en la principal fuente de abastecimiento para quienes la cotidianidad de la existencia significa colas tumultuosas, violencia, desesperación, escasez a perpetuidad, inflación e inutilidad de los salarios estatales.
Comer en Cuba es, en el presente, nuestro mayor desafío en un contexto de crisis económica que, sin ignorar los verdaderos efectos del embargo de los Estados Unidos, no tiene su origen exclusivamente en él ni en la emergencia sanitaria actual, sino sobre todo en errores y torpezas acumuladas en el tiempo y cometidos una y otra vez por quienes llevan las riendas del poder en Cuba.
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