López Obrador, derrotado
Los resultados de este domingo si bien hablan de victorias y derrotas relativas, como en cualquier democracia, también hablan de una derrota política y personal del presidente López Obrador
AnunciosConcluyeron anoche unas tensas elecciones en México. Los primeros resultados oficiales se han dado a conocer, aunque en los próximos días tendremos un cuadro más preciso. Por ahora, podemos decir que no hubo grandes derrotados ni grandes ganadores. Hubo más bien ganadores que perdieron. O perdedores que ganaron. Junto a un presidente López Obrador en entredicho, al que no le funcionaron todas las ilegalidades, triquiñuelas y chantajes que efectuó. Precisemos.
Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, fue el partido que más votos obtuvo en la elección a la Cámara de Diputados, con alrededor un tercio de los votos, 35 %, y entre 190 y 203 asientos, de 500 en disputa. Sí, ganó muchos votos y el mayor número de asientos. Pero muy lejos de todo lo que esperaba al inicio del proceso electoral: la mayoría absoluta de la Cámara (334 asientos), 14 de 15 gubernaturas y la mayoría de alcaldías de la Ciudad de México, su bastión histórico. Nada de esto se concretó. A pesar de la persistente violación de la Constitución por parte del presidente López Obrador, haciendo campaña por su partido todos los días, del abierto y cínico clientelismo en la entrega de apoyos y en el proceso de vacunación, y la presión presidencial a las autoridades electorales. Nada de esto le valió: Morena es hoy una simple primera minoría.
Concluyeron anoche unas tensas elecciones en México. Los primeros resultados oficiales se han dado a conocer, aunque en los próximos días tendremos un cuadro más preciso. Por ahora, podemos decir que no hubo grandes derrotados ni grandes ganadores. Hubo más bien ganadores que perdieron. O perdedores que ganaron. Junto a un presidente López Obrador en entredicho, al que no le funcionaron todas las ilegalidades, triquiñuelas y chantajes que efectuó. Precisemos.
Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, fue el partido que más votos obtuvo en la elección a la Cámara de Diputados, con alrededor un tercio de los votos, 35 %, y entre 190 y 203 asientos, de 500 en disputa. Sí, ganó muchos votos y el mayor número de asientos. Pero muy lejos de todo lo que esperaba al inicio del proceso electoral: la mayoría absoluta de la Cámara (334 asientos), 14 de 15 gubernaturas y la mayoría de alcaldías de la Ciudad de México, su bastión histórico. Nada de esto se concretó. A pesar de la persistente violación de la Constitución por parte del presidente López Obrador, haciendo campaña por su partido todos los días, del abierto y cínico clientelismo en la entrega de apoyos y en el proceso de vacunación, y la presión presidencial a las autoridades electorales. Nada de esto le valió: Morena es hoy una simple primera minoría.
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O no fue suficiente: la “Cuarta Transformación” (una denominación cada vez más risible) gana mucho menos de lo que esperaba y pierde la capacidad de modificar la Constitución a su antojo, como hasta ahora, de nombrar a una serie de funcionarios, según el capricho y humor del presidente López Obrador, y sobre todo, de desaparecer los órganos autónomos que el presidente había anunciado, además de que Morena se verá en la obligación de compartir el control de la Cámara con el PAN y el PRI. Junto con todos sus aliados, mercenarios políticos todos ellos, obtendría entre 265-292 diputaciones, que tampoco le alcanzan para la mayoría calificada. Para obtenerla, en lo sucesivo tendrá que negociar con la oposición o bien, comprar abierta y constantemente algunos diputados, en un escenario de crónica compra-venta y corrupción legislativa, como vimos en el Gobierno de Lula en Brasil.
Lo que pierde Morena, lo ganaron todos los otros partidos (incluyendo partidos impresentables como el PVEM o el PT), en una clara desautorización del trabajo, las políticas y el rumbo del país con el presidente López Obrador. En conjunto, la alianza del PAN, PRI y PRD obtendrían entre 181 y 213 diputaciones, suficientes para bloquear muchas iniciativas y nombramientos del presidente López Obrador. Así, podemos estar frente a tres años de estancamiento legislativo, lo que cómo estaban las cosas en México, no es necesariamente una mala noticia.
Sin embargo, habrá que ver si PAN, PRI y PRD deciden caminar juntos en la Cámara de Diputados. No hacerlo sería un error: Hace apenas un año, nadie esperaba que una alianza semejante (entre enconados enemigos históricos) pudiera cristalizarse. Hoy, unidos obtienen buenos resultados, superiores a su representación actual, sobre todo por parte de PRI y PRD. Por ello es posible decir que la ciudadanía votó claramente para que la alianza se mantenga unida, sea un contrapeso y un freno al presidente, para que explore la posibilidad de un frente unido con vistas al proceso de revocación de mandato de López Obrador en 2022 y, sobre todo, la elección presidencial de 2024. Pero en los hechos, nadie puede apostar a la seriedad y responsabilidad de ningún partido político mexicano.
En los próximos días veremos los resultados de la elección de gobernadores, cuyos conteos rápidos extrañamente no fueron dados a conocer la noche de este domingo, con la excepción de Nuevo León y Colima. Todo apunta a que Morena obtendrá cinco gubernaturas, la alianza PRI-PAN-PRD otras cuatro y MC una, quedando en la incertidumbre otras cinco, con resultados muy cerrados, lo que se despejará en los próximos días, pero lejos, muy lejos del escenarios de 14 triunfos que esperaban López Obrador y Morena hace apenas un par de meses.
AnunciosUna situación llamativa fue la de Ciudad de México y su Zona Metropolitana en el Estado de México: aunque se preveían resultados cerrados en varias alcaldías y municipios, no se esperaba un derrota tan contundente y dolorosa de Morena: López Obrador y Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno por Morena, perdieron la mitad de la ciudad y gran parte de la Zona Metropolitana.
En un análisis más detallado, la división y pérdida de todas las alcaldías en el poniente de la Ciudad de México y de los municipios mexiquenses conurbados en el noroeste, principalmente, reflejan una deserción de las clases medias y altas que habían dado un voto de confianza a López Obrador y sus correligionarios desde 1997. Si estos datos se confirman en las próximas horas, veremos una derrota histórica y no contemplada de la izquierda mexicana en su bastión simbólico, como resultado, principalmente, del derrumbe de la Línea 12 de Metro y del pésimo manejo de la tragedia por parte del gobierno local y del propio López Obrador. ¿Los nuevos vientos políticos en Ciudad de México anuncian un cambio irreversible de tendencia política en el país hacia el futuro? Podría ser.
Finalmente, cabe destacar las buenas cuentas que entrega el Instituto Nacional Electoral (INE), organizador de las elecciones en todo el país. Organizó las elecciones más grandes en la historia del país con profesionalismo, puntualidad, tranquilidad y en medio de una pandemia, logrando una participación del 52 % del padrón: desde 1997 no se superaba el umbral del 50 % de participación. Estas elecciones fueron un gran éxito del INE y de los millones de ciudadanos voluntarios que participaron en su desarrollo, a pesar del sabotaje constante del presidente López Obrador y de Morena. Si estos insisten en desaparecer el INE en las próximas semanas, antes de que tomen posesión los nuevos diputados, para aprovechar su actual mayoría absoluta, creo que deben ser conscientes de que se enfrentarán a un INE fortalecido por la confianza y la credibilidad ciudadanas.
Los resultados de este domingo si bien hablan de victorias y derrotas relativas, como en cualquier democracia, también hablan de una derrota política y personal del presidente López Obrador. El mensaje de la ciudadanía hacia él fue claro: “El país es de todos los mexicanos, no de un solo hombre ni de un iluminado”.
O no fue suficiente: la “Cuarta Transformación” (una denominación cada vez más risible) gana mucho menos de lo que esperaba y pierde la capacidad de modificar la Constitución a su antojo, como hasta ahora, de nombrar a una serie de funcionarios, según el capricho y humor del presidente López Obrador, y sobre todo, de desaparecer los órganos autónomos que el presidente había anunciado, además de que Morena se verá en la obligación de compartir el control de la Cámara con el PAN y el PRI. Junto con todos sus aliados, mercenarios políticos todos ellos, obtendría entre 265-292 diputaciones, que tampoco le alcanzan para la mayoría calificada. Para obtenerla, en lo sucesivo tendrá que negociar con la oposición o bien, comprar abierta y constantemente algunos diputados, en un escenario de crónica compra-venta y corrupción legislativa, como vimos en el Gobierno de Lula en Brasil.
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Sin embargo, habrá que ver si PAN, PRI y PRD deciden caminar juntos en la Cámara de Diputados. No hacerlo sería un error: Hace apenas un año, nadie esperaba que una alianza semejante (entre enconados enemigos históricos) pudiera cristalizarse. Hoy, unidos obtienen buenos resultados, superiores a su representación actual, sobre todo por parte de PRI y PRD. Por ello es posible decir que la ciudadanía votó claramente para que la alianza se mantenga unida, sea un contrapeso y un freno al presidente, para que explore la posibilidad de un frente unido con vistas al proceso de revocación de mandato de López Obrador en 2022 y, sobre todo, la elección presidencial de 2024. Pero en los hechos, nadie puede apostar a la seriedad y responsabilidad de ningún partido político mexicano.
En los próximos días veremos los resultados de la elección de gobernadores, cuyos conteos rápidos extrañamente no fueron dados a conocer la noche de este domingo, con la excepción de Nuevo León y Colima. Todo apunta a que Morena obtendrá cinco gubernaturas, la alianza PRI-PAN-PRD otras cuatro y MC una, quedando en la incertidumbre otras cinco, con resultados muy cerrados, lo que se despejará en los próximos días, pero lejos, muy lejos del escenarios de 14 triunfos que esperaban López Obrador y Morena hace apenas un par de meses.
Una situación llamativa fue la de Ciudad de México y su Zona Metropolitana en el Estado de México: aunque se preveían resultados cerrados en varias alcaldías y municipios, no se esperaba un derrota tan contundente y dolorosa de Morena: López Obrador y Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno por Morena, perdieron la mitad de la ciudad y gran parte de la Zona Metropolitana.
En un análisis más detallado, la división y pérdida de todas las alcaldías en el poniente de la Ciudad de México y de los municipios mexiquenses conurbados en el noroeste, principalmente, reflejan una deserción de las clases medias y altas que habían dado un voto de confianza a López Obrador y sus correligionarios desde 1997. Si estos datos se confirman en las próximas horas, veremos una derrota histórica y no contemplada de la izquierda mexicana en su bastión simbólico, como resultado, principalmente, del derrumbe de la Línea 12 de Metro y del pésimo manejo de la tragedia por parte del gobierno local y del propio López Obrador. ¿Los nuevos vientos políticos en Ciudad de México anuncian un cambio irreversible de tendencia política en el país hacia el futuro? Podría ser.
Finalmente, cabe destacar las buenas cuentas que entrega el Instituto Nacional Electoral (INE), organizador de las elecciones en todo el país. Organizó las elecciones más grandes en la historia del país con profesionalismo, puntualidad, tranquilidad y en medio de una pandemia, logrando una participación del 52 % del padrón: desde 1997 no se superaba el umbral del 50 % de participación. Estas elecciones fueron un gran éxito del INE y de los millones de ciudadanos voluntarios que participaron en su desarrollo, a pesar del sabotaje constante del presidente López Obrador y de Morena. Si estos insisten en desaparecer el INE en las próximas semanas, antes de que tomen posesión los nuevos diputados, para aprovechar su actual mayoría absoluta, creo que deben ser conscientes de que se enfrentarán a un INE fortalecido por la confianza y la credibilidad ciudadanas.
Los resultados de este domingo si bien hablan de victorias y derrotas relativas, como en cualquier democracia, también hablan de una derrota política y personal del presidente López Obrador. El mensaje de la ciudadanía hacia él fue claro: “El país es de todos los mexicanos, no de un solo hombre ni de un iluminado”.
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