La economía venezolana también es una víctima de la inseguridad
La seguridad es un elemento fundamental para el desarrollo de la economía. En estos días, el país ha visto atónito como expresiones de la delincuencia organizada en sectores de Caracas han desatado una situación de violencia y anarquía que debe ser evaluada en todas sus dimensiones, aunque, por supuesto, la primera y más importante es la imprescindible necesidad de proteger la vida.
No se han cuantificado las pérdidas que estos sucesos han generado en los negocios que debieron cerrar sus puertas por la violencia desatada por bandas criminales cuando estaban habilitados para operar en la pasada semana de flexibilización.
El Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) ha estimado en diferentes estudios que la criminalidad fuera de control puede significar una pérdida superior a 10% del Producto Interno Bruto (PIB) anual en Venezuela; sin embargo, hay que evaluar en concreto cuánto afecta a la actividad productiva este fenómeno de la irrupción de delincuencia organizada.
En Venezuela, las empresas tienen muchos años enfrentando con herramientas propias a la inseguridad del entorno. Son cuantiosas las inversiones que se deben hacer en seguridad perimetral, protección del personal y en dispositivos de control logístico que intenten generar mayor seguridad, sobre todo en procesos de distribución.
La situación planteada en Caracas es altamente preocupante –alarmante, de hecho- pero debe servir para poner de relieve un tema que afecta a las empresas de todo el país y que ha sido dejado de lado en el debate público, debido a otras manifestaciones de la crisis económica del país.
Diversos testimonios hablan del incremento de la delincuencia en el campo, a través del abigeato y el robo de cosechas, fenómenos que se suman al cobro de “vacunas” tanto por parte de bandas criminales como por efecto de la corrupción de funcionarios.
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