Lo ocurrido en Barinas es insólito. Sin disimulo alguno la revolución bonita decidió quitarse la máscara y dar el zarpazo al Estado de derecho. La acción llevada a cabo fue anticipada el pasado 28 de noviembre de este 2021 por el inefable Diosdado Cabello, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela.Su categórica posición estuvo subsumida en lo que dijo ese día en la entrevista que le hizo Ernesto Villegas: “Para nosotros Barinas es Chávez, es un bastión nuestro;de ahí nació el comandante Chávez”.

Diosdado fue iluminante al señalar que no tiene problema con que se pierda por escasos votos en poblados menores o poco importantes, como son los casos de Capacho Viejo y Carrizal. Pero con Barinas todo cambia. Su posición en ese específico caso fue terminante:“Respetaremos los resultados en Barinas, pero impugnaremos si es necesario”; o sea, en el caso de perder. Para no dejar duda alguna en el aire, Cabello agregó: “Nosotros hemos perdido alcaldías por cinco votos, pero donde haya que impugnar se impugna. Ahora donde ganemos por un voto, la vamos a defender sin importar lo que diga el mundo entero”.

Es obvio que lo relevante para él es mantener el dominio revolucionario, sin importar lo que haya que hacer y cómo se haga; sin detenerse a considerar que lo que se lleve a cabo se desenvuelva dentro del riguroso marco legal.

Ya la tardanza del Consejo Nacional Electoral (CNE) en anunciar al ganador de Barinas presagiaba lo que finalmente ocurrió. Una semana no fue suficiente para que dicho organismo emitiera el inevitable pronunciamiento. Ese solo hecho fue suficiente para imaginar lo que de una u otra forma se nos venía encima.

Todos los venezolanos sabíamos que el candidato opositor por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Freddy Superlano –quien fue indultado previamente por Nicolás Maduro–, era el seguro ganador. Además, con ocasión de la rueda de prensa que organizó Argenis Chávez el pasado martes 30 de noviembre, este reconoció que en el último conteo realizado Superlano tenía 37,6% de votos a su favor, mientras que él capitalizaba el 37,2% de los sufragios. A renglón seguido el hermano de Chávez hizo pública su renuncia al cargo de gobernador. De ese modo puso de manifiesto su intención de no prestarse a ningún tipo de patraña.

La conclusión que se saca de lo anterior es obvia: eso es la hecatombe para la dictadura. Perder el estado donde nació el prócer revolucionario Hugo Chávez Frías es simplemente una ofensa extrema. Peor aún, ello constituye el inicio de un descalabro que es más que evidente: la mayoría de los venezolanos–donde incluimos el importante contingente que no fue a votar- no quiere verlos ni en pintura.

Eso último es lo que explica que Nicolás Maduro haya saltado al ruedo el pasado lunes 29 de noviembre, un día después del speech de Cabello, y dicho con claridad y contundencia que sólo reconoce como gobernadores de la oposición a Manuel Rosales (Zulia), Alberto Galíndez (Cojedes) y Morel Rodríguez (Nueva Esparta). De modo pues que la revolución bonita no quiere nada con el más simbólico de los ganadores: Freddy Superlano, el vencedor de Hugo Chávez en su propio terruño. Para la dictadura roja rojita esa es una bofetada mayúscula.

Las acciones de Diosdado y Nicolás escalaron entonces a la altura más sublime con la “intervención” de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, la cual, sin esperar un pronunciamiento del CNE, ordenó a dicho ente comicial realizar nuevas elecciones para gobernador en Barinas. El evento fue fijado para el 9 de enero de 2022. Pero eso no fue todo. También se procedió a inhabilitar al ganador de la emblemática contienda. Mayor arbitrariedad es imposible.

Con todo ese enrevesado embrollo se confirmó lo sabido: Jalisco nunca pierde, pero cuando pierde arrebata.

@EddyReyesT