sábado, 4 de diciembre de 2021

El “socialismo blando”: globalismo para construir un Estado Universal

 

El “socialismo blando”: globalismo para construir un Estado Universal

El Socialismo Blando representa una reingeniería socio-económica estructural del marxismo clásico, y es una faceta más del marxismo posmoderno

El marxismo se ha ido transformando a lo largo de la historia. De hecho, nunca ha sido el mismo, porque en cada país y en cada época ha sido “aterrizado” según el contexto cultural y socioeconómico. No ha sido lo mismo el socialismo de Nicolae Ceaușescu, que el de Salvador Allende; no es lo mismo la China Popular de Mao Tse Tung, que la Venezuela de Maduro, o el México de Andrés Manuel López Obrador.

Todas las versiones recientes entran ya en el marxismo posmoderno, donde se fragmenta el discurso de la modernidad, y en el que el socialismo clásico ha sido reemplazado por cientos de socialismos. Sin embargo, el objetivo de todos es el mismo de siempre: tomar el control total de la sociedad e imponer un totalitarismo de pensamiento único, argumentando el ideal de la igualdad y la justicia social.

 El trabajo subterráneo y tejido fino del hiperactivo canciller mexicano Marcelo Ebrard Casaubón no puede pasar desapercibido, como para muchos lo ha hecho, siendo que en sólo tres años de gobierno, ha logrado colocar al presidente López Obrador como cabeza de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) y ahora del Grupo de Puebla.

El origen ideológico de la “Cuarta Transformación” es su simpatía con personajes de la vieja escuela del marxismo clásico, aquel que llamaba a los pobres a ser adoctrinados para adquirir “conciencia de clase”, y hacer una revolución armada contra los dueños de los medios de producción, para imponer una dictadura del proletariado. Que dicho sea de paso, nunca, en ningún país, fue del proletariado, pero sí una dictadura de élites, los nuevos ricos, todo aquello que decían combatir.

El tabasqueño ha sido un confeso admirador de la lucha revolucionaria cubana encabezada por el multimillonario Fidel Castro y el sanguinario Che Guevara, y una vez muertos ambos su estima se ha extendido al nuevo tirano, Miguel Díaz-Canel, a quien invitó incluso a un evento de carácter muy nacional, las celebraciones de la Independencia, el 16 de septiembre de 2021. Donde realmente no tenía nada qué hacer el cubano.

La ideología de la revolución cubana es aún la del marxismo clásico, que incluso era homófoba y racista. Pero para sumar más votos y ganar elecciones hoy en día, el partido de López Obrador, Morena, no puede dejar fuera las luchas de las izquierdas del marxismo posmoderno, que no son otras sino los supremacismos feminista, homosexual, negro, indigenista, y eco-animalista.

La lucha de López Obrador había venido siendo, durante años, “soberanista” y “nacionalista”, hasta que el 9 de noviembre, el presidente hizo una propuesta ante el Consejo de Seguridad de la ONU, con la que dio un salto cuántico de izquierda al globalismo, que es tan rojo como todos los otros marxismos posmodernos.

Su propuesta ahora rebasaba el terreno nacional de México, e incluso el de América Latina, donde ya tenía un liderazgo con la CELAC y con el Grupo de Puebla (le falta encabezar el Foro de Sao Paulo, pero Lula no se va a quitar tan fácil de ahí), y brincaba para buscar extenderse a nivel mundial.

La propuesta de AMLO fue el “Plan de Fraternidad y Bienestar”, mismo que ahora el Grupo de Puebla ha adoptado como su piedra angular, lanzando así también desde esa plataforma  una nueva cepa: el Socialismo Blando.

Bajo este nuevo paradigma del marxismo posmoderno, ya no es necesario tomar las armas para llegar al poder, sino que se llega a él con elecciones legítimas, al menos la primera vez. Ya después, como en Venezuela, en Cuba, y en Nicaragua, habrá sólo simulaciones.

Pero tampoco el poder se construye “desde abajo”, con el adoctrinamiento de los pobres a través del estudio de teoría política, sino que se le adoctrina a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, encauzando su pensamiento para adecuarlo a las ideas del oficialismo.

Pero sobre todo, ya no es necesario que haya una revolución armada contra los ricos, primero porque este esquema caducó con la caída de la URSS en 1991, y segundo, porque ahora el Socialismo Blando plantea que los ricos y sus empresas deben darse cuenta de que es necesario detener la pobreza para evitar estallidos sociales.

En esa lógica el slogan de López Obrador ha sido durante años: “Por el bien de todos, primero los pobres”. Es decir: “Oigan señores ricos, mejor donen dinero, antes que los pobres se organicen y se levanten contra uds”. Ha hablado una suerte de Robin Hood marxista.

Por esto es que la principal característica de esta reingeniería estructural del socialismo clásico que ha hecho López Obrador, consiste en pedir —en algún momento será coacción— que los mil más ricos del mundo y las mil empresas más acaudaladas, donen el 4 % de sus fortunas, para destinarlas a los pobres. Y que los miembros del G-20, aporten el 0.2 % del PIB de sus países.

Con esos donativos se podría reunir hasta un billón de dólares, según el mandatario mexicano. La ONU podría otorgar “certificados de solidaridad” a todos los donantes, propuso.

AMLO también planteó integrar un “Estado Mundial”, peligroso concepto culmen del globalismo, donde cuajan los sueños de todos los artífices del “nuevo orden mundial”. Por ello, su Socialismo Blando no es patriota, ni soberanista, sino globalista.

“Instaurar un Estado Mundial de Fraternidad y Bienestar que garantice el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que viven en condiciones de pobreza”, así lo dijo el mexicano. Y expuso la idea de dar subsidios universales.

Como es de esperarse, todo ese asistencialismo crearía una dependencia económica de quienes lo reciben con respecto al Estado que se los otorga, o más exactamente, al gobierno que da tales dádivas. A partir de este asistencialismo se genera una estructura social que será una base sólida electoral con la que el gobierno dadivoso se ve beneficiado.

El Robin Hood del Socialismo Blando pareciera declarar lo siguiente: “No haremos revolución armada, pero uds, los ricos, tienen que dar dinero a nuestros gobiernos. La ONU les expedirá un certificado por su nobleza y cooperación. Y con ese dinero, nosotros, los gobiernos defensores de los pobres, crearemos programas asistencialistas  para la gente, que a su vez votará por nosotros, con lo que podremos quedarnos en el poder por siempre, y así habrá paz social para ricos y pobres. La fórmula perfecta”. Y así es como se cierra el círculo de la “nueva felicidad socialista”.

En resumen, el Socialismo Blando representa una reingeniería socio-económica estructural del marxismo clásico, y es una faceta más del marxismo posmoderno, con las siguientes características principales:

  1. No arrebata con violencia armada la riqueza a los dueños de producción; pide donativos a los más ricos del mundo y usa a organismos internacionales para validar las entregas.
  2. Con ese dinero donado, estructura un sistema de programas asistencialistas que constituiría la base para un Estado Mundial, un globalismo de izquierda que distribuiría tales recursos a los gobiernos nacionales.
  3. Gracias a tales programas sociales, los ciudadanos más pobres tendrán algo de recursos, pero se les creará una dependencia con el gobierno.
  4. Los gobiernos garantizan que esa base social vote por ellos y así puedan perpetuarse en el poder indefinidamente.

Hay muchos problemas con todo este planteamiento, ya que el asistencialismo sólo es un alivio muy momentáneo para el ciudadano pobre, pero nunca va a resolver de forma estructural los problemas económicos, porque no crea empresas, no estimula las pymes, no ofrece oportunidades, ni acrecienta las clases medias.

Los gobiernos deberían mejor buscar inversión privada en sus países, no pedir donativos para despilfarrarlos para mantener contentos a sus votantes.

Este tipo de gobiernos de izquierda más bien causan temor en los mercados y ahuyentan la inversión, como ha pasado en Venezuela y en México recientemente, de donde salieron 266 mil millones de pesos de inversión extranjera sólo en 2021.

Ahí viene el Socialismo Blando. Cuidado con el Robin Hood marxista posmoderno.

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