El escenario champán, por Simón García
Twitter: @garciasim
Es un escenario sin aireación; emocionalmente efervescente; de conductas que se desprende, como piel muerta, de los músculos del país y actores que bucean en la superficie de los temas, en vez de internarse en la raíz de las soluciones. La escasa cohesión estratégica impone una fragmentación que parece un invento del diablo.
Este escenario, como el vino francés, se fermenta en unas burbujas políticas sin sustento de realidad y sin fuerzas para ejecutarlas. El gobierno hundido en su gaseosa mitología revolucionaria y la oposición sin iniciativa ofensiva y con su testimonial gobierno que ya llegó al nivel de la definición de interino: “lo que sirve por algún tiempo”.
La confrontación sin frenos no dio resultados. La vía insurreccional fracasó. La élite opositora está exigida de labor autocrítica y empeño en lograr un profundo cambio de estrategia sin pretender que «la realidad debe plegarse a tesis forjadas a priori», como dice Picón Salas en Regreso de tres mundos. ¿Lo está haciendo?
En su contradictoriedad y leves resquebrajamientos, el aparato dominante percibe que no puede seguir aplicando el torniquete para destruir el mercado sin reducir la satisfacción de necesidades a su franja de apoyo duro y al chavismo durmiente que necesita recuperar. También incide en la coloración rosada que toma el escenario las rectificaciones tácticas que introduce Maduro al proyecto chavista para adaptarlo a las restricciones geopolíticas.
Está por verse si el aflojamiento en algunos mecanismo de control, abren posibilidades a la movilización popular, a otras modalidades de resistencia y acción para sembrar cotidianamente relaciones democráticas entre la población. La llave de acceso a estas posibilidades es si la oposición quiere y puede hacerlo, poniendo fin a sus acciones contra si misma.
Ejercer una estrategia democrática en condiciones de dictadura no es novedad. Lo resolvieron los estudiantes, los trabajadores y los partidos durante Gómez y Pérez Jiménez. Es verdad que un régimen democrático es civilización y uno autocrático barbarie. Pero no tiene sentido postergar batallas por las primeras para cuando no haya poder autoritario.
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En esa ruta hay temas complejos sobre los cuales puede haber más de una respuesta. Lo sensato es que los enfoques diferentes no den lugar a divisiones que debilitan a unos y otros opositores, especialmente que nadie se atrinchere en la convicción de que su visión es la única acertada.
Picón Salas ofrece una guía inicial para momentos como éste: que la política no adquiera «un afán totalizador». Este rasgo priva hoy en docentes, empleados públicos y jubilados que se entienden, desde diversas proveniencias para exigir respeto a sus contrataciones colectivas.
La experiencia indica que la relación de confrontación o de acomodo frente al gobierno no sustituye nunca la fuerza y la lucha real por conquistar, palmo a palmo, más democracia y empeños conjuntos.
Otro asunto por analizar en frio es el giro de EEUU que implica ir a la coexistencia entre poder del Estado y focos democráticos de la sociedad. Perspectiva que podría apuntar hacia una transición negociada que incluya un período de cohabitación entre gobierno y oposición.
Nunca es tiempo para las políticas de «Ni un paso atrás», pero menos cuando la oposición no alcanza a corregir sus errores, a tener ideas compartidas, a oír a la gente, mejorar la calidad de sus formas de lucha y aceptar que el triunfo de una parcialidad pocas veces es suficiente para generar victorias de país.
Es hora de unir a los que necesitan unirse y ganar con argumentos a políticos e intelectuales que aún fabrican burbujas.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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