lunes, 12 de diciembre de 2022

No hay honestidad más grande que la de un niño

 

No hay honestidad más grande que la de un niño

Nadie debe exigir a un niño que sea sumiso y conformista. Nadie debería sugerir a un niño los silencios. La verdad para un niño es muy clara, y él es capaz de mostrarla sin tapujos

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LA HABANA, Cuba. – Alain no tiene un Delon por apellido ni pasa sus días en la fría Suiza. Alain no tuvo un romance con Romy Scheneider. Alain tiene mucha salud si es que se le compara con Delon, y mejor aún es que no sabe nada de muerte y eutanasia. Alain no pasa de los 10 años y hace pensar que tendrá una larga vida, pero lo que más distingue a ese niño son las inquietudes de sus 10 años, y también el griterío que arma cuando la suerte lo acompaña, cuando es preciso en el tiro y le gana, “a las bolas”, a sus mejores contrincantes.

Alain es el niño más travieso, el más inquieto de entre todos los chiquillos del barrio, y si algo lo hace diferente del resto es su franqueza. La sinceridad de ese muchachito hace que su madre esté siempre alerta. La madre de Alain asegura que jamás consigue estar tranquila, que siempre está alerta para recibir alguna queja de la maestra o de los compañeros de juego de su hijo. Alain es el niño más sincero del barrio, el que arriesga el todo por el todo, lo mismo cuando juega a las bolas que en la escuela.

La madre de Alain sabe que me gusta mucho la alegría de su hijo y que me encantan sus arrebatos durante el juego, pero lo que prefiero de ese niño es su sinceridad, incluso cuando, a escondidas de su madre, me dice: “¿no te sobrarán 20 pesos pa’ comprarme cuatro bolas?”. Alain no lleva mucho tiempo en el barrio, pero sus singularidades lo distinguen, lo convierten en el más peculiar de los niños del barrio.

Lo conocí en casa de su “maestra repasadora”, esa que siempre dice que Alain puso a prueba, y en cada día, su paciencia, y también dice que el niño “rinde” más que un batallón de parvulitos. Alain es el más inquieto, pero también el más sincero de entre todos los niños de mi barrio. Y supongo que su maestra debería decir algo parecido a lo que supongo, sobre todo cuando piense en la sinceridad del resto de sus alumnos, y más en estos días en los que los padres describen sin reparos la miseria nacional, sobre todo a la hora de servir la mesa y luchar con los hijos que nunca están conformes con el plato que antes les sirvieran. Y es que la vida es también comer y comer bien, comer sabroso. 

Alain, el protagonista de estas líneas, juega a las bolas pero también escudriña el entorno en el que vive, le presta mucha atención, lo aprehende para revelarlo luego. Alain está muy atento a todo ese ambiente que comienza en su casa y se extiende por el barrio, por todo el país. Alain reconoce la verdad, y quizá mejor que los mayores, y a diferencia de ellos no reconoce aún el peligro, y ni siquiera sabe que de alguna manera es también un disidente del comunismo, sobre todo cuando reconoce, una a una, las verdades que sufre cada día y, como sus mayores, se acongoja. 

“Los niños son la esperanza del mundo”, decía Martí, y Alain es una de esas esperanzas. Los niños, como Alain, crecen y dejan de ser niños, y alguna vez reconocen la osadía y sus diferencias con la quietud, con el asentimiento. Quienes hoy temen a las represalias también fueron niños, y hoy recomiendan a sus hijos la quietud y el asentimiento pasivo. Y es por eso que la verdad que se nos revela cada día solo consigue como respuesta la quietud y el miedo. 

Y ahora las cortinas ya están corridas y se dejan ver las verdades. Alain las descubrió, ingenua, honestamente, tras el encargo que hiciera la maestra, pero quizá en lo adelante siga el proceder de sus mayores. Después de la refriega el niño será más cuidadoso a la hora de relatar las miserias del país en el que vive y que, como a todos, lo acongoja, al menos hasta que se enreda en una competencia de bolas.

Alain ya tiene una verdad, y la verdad es siempre reveladora. La verdad es, también, una mentira que se quitó la máscara, una verdad que no admite conformidades, y hasta invita a la exposición y a la denuncia. Alain, el niño del barrio, podría ser un hombre sincero si es que la escuela no se empeña en enseñarle a mentir, si sus padres no exigen a los maestros que manejen la verdad, todas las verdades. Alain mostró en su aula un ensarte de verdades y por eso consiguió una reprimenda. Alain mostró, y por escrito, la miseria del país.

Un fragmento del texto escrito por Alain a modo de tarea (Foto: Cortesía)

Y nadie debe exigir a un niño que sea sumiso y conformista. Nadie debería sugerir a un niño los silencios. Alain mostró la verdad desde su ingenuidad, y fue castigado. Alain fue amonestado en la escuela, y luego en la casa, por decir la verdad. Alain podría ser mañana un mentiroso. El niño relató a la maestra, y por escrito, los estropicios que provoca el comunismo, sin nombrarlo, sin saber siquiera lo que es el comunismo. El niño habló, desde su ingenuidad, del hambre y de los precios que pagan sus mayores para conseguir su alimentación, que es lo que, según le cuenta la maestra, sucede en otros países, pero jamás en Cuba.

La verdad para un niño es muy clara, y es capaz de mostrarla sin tapujos. Él escribió y cumplió con sus deberes, pero sobre todo fue sincero consigo mismo, y por decir la verdad le dieron, según él dice, un cero más grande que su cabeza. Alain podría ser en lo adelante un mentiroso. Y quién podría dudar que el muchachito pueda creer, incluso, en la coexistencia de dos verdades contrarias. ¿Qué pensará él en lo adelante? ¿Acaso verá dos verdades encontradas? 

¿Y cuáles serán sus respuestas? ¡Pobre muchacho! Pobre muchachito al que quizá le digan también que su “presidente” es políglota y cosmopolita, que dio muestras de un inglés fluido en su viajecito por el Caribe insular. Pobres pioneros condenados a ser como el Che, a creer que Díaz-Canel habla inglés. El muchacho, y en medio de su formación, está dividido en dos mitades; una de ellas es la que le fuera revelada en la escuela, la otra es la que constata cada día. ¿Y qué va a pasar ahora con él? ¿Cómo hará para que se correspondan la mentira y la verdad? ¿Cómo será Alain? ¿Y dónde estarán entonces los maestros? ¿Acaso en el exilio?    

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