La enorme deuda social, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
Esta Semana Santa hemos visto un viacrucis en la calles de Caracas. En lugar de ser la puesta en escena de lo que ilustra la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, eran parte de nuestros empleados públicos, que también sufren a diario las penurias de la pérdida del poder adquisitivo y los míseros salarios a los que los tienen condenados.
Son, junto con los habitantes de barriadas y zonas marginadas, el grueso de nuestra gente, y no están en ninguna de las burbujas. Tampoco son beneficiarios de los milmillonarios negocios que han quedado evidenciados con los últimos escándalos de corrupción que han salido a la luz pública.
El pequeñísimo grupo que se erigió en el poder diciendo defender a los pobres y dándole esperanzas a los más necesitados, hoy se ha vuelto una casta, causante de la enorme deuda social que aniquila al pueblo: sueldos y salarios, pensiones y jubilaciones, llevados a bonos que no generan riqueza, sino que desarrollan el control sociopolítico, a través de la transmisión dineraria.
Ese grupo que usó a la «revolución» como premisa, hoy ha olvidado por completo que fueron nuestros padres empobrecidos y asqueados quienes los pusieron allí. En poco o nada ha cambiado la situación. Los mantienen marginados de los beneficios, en toda la extensión de la palabra, percibiendo ingresos mensuales menores a los que hoy estipulan tablas salariales de países arruinados como Haití y Cuba.
El pequeño grupo se ha excusado en la guerra económica y más recientemente se ha victimizado con las sanciones internacionales (medida que rechazamos por perjudicar gravemente al pueblo de Venezuela); ese grupo hoy no da la cara a los empleados públicos venezolanos. Anuncian con bombos y platillos un bono de Semana Santa estipulado en 100 bolívares.
Estos hechos indignan. Genera profunda decepción que jueguen con el hambre de nuestros ciudadanos. Mientras se pierden, despilfarran, se roban más de 3.000 millones de dólares, los beneficiarios del sistema Patria reciben una asignación que no supera los cuatro dólares americanos.
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La enorme deuda social marca un gran abismo entre nuestros ciudadanos. Aquella igualdad que se generó en la mal llamada cuarta república, donde el hijo del campesino y el empresario se sentaban en el mismo salón de clases, hoy no existe.
Es la secuela de haber acabado con la clase media que languidece a medida que vuelven a explotarse las burbujas.
Es inconcebible que se siga justificando que la grave situación económica proviene de las sanciones que diversos países han impuesto a Venezuela. Los mercados negros que se han generado desde el poder para burlar estas medidas internacionales se han vuelto demoledores para la muy golpeada economía venezolana.
La corrupción, que ha sentado una crisis sin precedente en materia de economía nacional, así como las sanciones; suponen hoy un cóctel letal para los ciudadanos de a pie, esos que estaban acostumbrados a vivir modestamente bien.
En Venezuela urge un nuevo modelo, que supone más allá de un simple cambio de Gobierno, que establezca las bases para la recuperación de la economía y que con esto dé respuesta a todos estos hombres y mujeres que hoy llevan a cuesta la cruz de unos salarios paupérrimos que no les permiten llevar el pan a su mesa.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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