sábado, 27 de mayo de 2023

Carencias del economista socialista

 Carencias del economista socialista Por Antonio José Monagas

La mediocridad de economistas formados en universidades gubernamentales, se debe  a la falta de rigurosidad académica que exige el aprendizaje de la teoría económica en todos sus ámbitos de aplicación. Tan atrevida carencia de conocimientos hizo que el respectivo profesionalismo sucumbiera exento de la vergüenza que tan bochornoso acto representa.

Estos economistas han creído que por el simple hecho de portar el carnet rojo que los identifica como adláteres del partido político del gobierno, pueden arrogarse el desparpajo que implica desconocer las  funciones  económicas del gobierno. Particularmente, en lo que corresponde al discernimiento de la profesión,.

Sus capacidades para razonar las eventualidades que convergen en el centro de la crisis que la ingobernabilidad ha inducido, evidencian los desaciertos que como economistas exponen. Principalmente, cuando las mismas se achacan a criterios económicos errados. Aparte de subordinarse a un modelo de economía diseñado a instancia de la intención de perturbar la democracia. Tanto, como la de dislocar las estructuras sobre las cuales se han erigido sentimientos nacionales, regionales, locales, familiares asociados a tradiciones y al  costumbrismo característico venezolano.

La impotencia de sus análisis ante la crisis política que padece el régimen político opresor y represivo, va de la mano con la incapacidad de estos economistas para pautar regulaciones y disposiciones que han llevado la economía nacional al piso. Por su culpa, se ha minado la confianza en la economía nacional. Sus reiteradas equivocaciones indolentemente cometidas, han llevado al país a verse entre los últimos lugares de cualquier indicador económico internacional que evalúe logros alcanzados en materia económica, democratización y de transparencia administrativa.

Realidad política de “capirote”

Estos economistas parecieran haberse formado bajo programas de estudio, que no obligaban el aprendizaje de temáticas tan puntuales y determinantes respecto de una economía imperfecta. Como en efecto sucede con una economía que sea sacudida por problemas de escasez. O por los mecanismos imperfectos de mercado en escenarios críticos. O atacada por el problema que crea la coexistencia de la inflación con el desempleo. La inestabilidad de la economía a consecuencia de la dinámica política. Los salarios en mercados de trabajo imperfectos. El impacto de la desigualdad de los ingresos. O  por hechos que no terminan de reducir la desigualdad en el marco de la pobreza.

De manera que si el país se atiene al dictamen de economistas huérfanos de la formación que requieren los compromisos de los que se precia un gobierno regido por preceptos democráticos, las respuestas de las realidades son las que actualmente azotan y asolan al país.

Resulta profundamente contradictorio “hablar” desde una perspectiva distinta de la que regula el “hacer”. Estas dos configuraciones, al chocar entre sí, causan una hecatombe a lo interno de toda realidad. Venezuela no escapa del espantoso drama que dicha colisión genera. No solamente en terrenos de la economía. Igual ha ocurrido en la política. Y hasta con doble efecto, dada la condición de víctima y de victimaria al mismo tiempo.

Esperanzas frustradas

El pasado primero de mayo, como suele suceder más por populismo que por razones de crecimiento económico y desarrollo social, el Ejecutivo Nacional dejó plantada a la  población trabajadora venezolana. La misma, esperaba con suma ansiedad un aumento real del salario que percibe.

Aunque el régimen creyó haber saciado la necesidad económica, al sancionar el juego cruel de cantidades que se compensan entre sí. Se refería a la cesta-ticket y al bono de alimentación o de “guerra económica” anunciados como “indexados”. O como señala el Diccionario Razonado de Economía para aludir al citado vocablo: “es la actualización del valor de la moneda para compensar su depreciación derivada del fenómeno inflacionario”

Es decir, no es otra cosa distinta de “un escape por la tangente” del régimen para así evitar cargar el monto “indexado” a las prestaciones del trabajador reclamadas al final de cada período laboral. De esta forma, el régimen en su condición de “patrono”, busca mantener constante el valor del salario real para así desprenderse de más compromisos contables.

Es una práctica propia de todo sistema inflacionario. Seguramente, decidida por algún grupo de economistas del régimen laborando al mejor estilo de “mercaderes de oficio”. De esa forma, sigue dificultándose la instrumentación de lo que es un programa de ajuste económico. Vale decir que tan fiera práctica económica, termina por provocar la hiperinflación. O mantenerla activada.

Además, las tendenciosas medidas económicas adoptadas por el régimen usurpador, gracias a economistas refugiados en la oscuridad de las realidades políticas, provocan las distorsiones a las que, demagógicamente, el régimen se “compromete” a evitar o eliminar de la faz del país pues dice “actuar en defensa del trabajador”. Pues según la oficialista, este es un gobierno “obrerista” ya que su máximo benefactor es “obrero”.

El desastre que todo ha resultado

En consecuencia, trabajadores de todos los estamentos ideológicos y de los distintos estratos funcionales del Estado venezolano, se llevaron un duro golpe al no dictarse el incremento del salario que había animado esperanzas y destapado necesidades de un sector importante de trabajadores venezolanos.

Lo ocurrido no podía ser diferente de lo vivido, toda vez que el país está bajo la égida de un Estado socialista-comunal donde la inexistencia del salario como contraprestación del trabajo, cede el terreno a la bonificación sobrentendiendo la misma como “dádiva”. William Churchill refería ello como la “distribución igualitaria de la miseria” Es lo que pone al descubierto, un sistema político condenado al fracaso, regido por la ignorancia ¥ entregado a la  práctica de la envidia, el odio y el egoísmo.

Justamente, en medio de la crisis que padece el país, el régimen apeló a economistas que ayunaron el exacto conocimiento de la teoría económica. Por tanto, se subordinaron al servicio irreflexivo de un Estado desaforado que ha buscado reducir al venezolano a una condición en que la pobreza lo caracterice y lo inhiba en todas sus manifestaciones de libertad, desarrollo y dignidad.

He ahí la razón que llevó estas líneas de aludir a lo que queda del salario del venezolano. Pero analizando desde las precariedades del conocimiento de la economía del economista sumiso al régimen. Es decir, de las carencias del economista socialista.

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