Paraguay en su puente colgante, por Ana Rivas Tardivo
El Paraguay viene transitando desde hace un buen tiempo por un puente colgante donde todo es inestable. Las bases del sistema institucional han sido puestas en tela de juicio. La democracia, que hasta ahora se daba por sentada, está en duda.
Egresada del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile (1989). Trabajó en el diario La Tercera, Televisión Nacional de Chile y La Red Televisión en Chile. En Paraguay, fue cronista y columnista y la primera mujer jefa del área política del diario ABC Color, además de editora y coordinadora general del primer canal online de Paraguay, ABCTV.
El Paraguay intenta despabilarse luego de un resultado inesperado. La rotunda victoria del oficialista Partido Colorado en las elecciones presidenciales, y su amplia mayoría en las cámaras del Legislativo, ha propinado una bofetada a todas las estimaciones.
Para los colorados, el terminante apoyo electoral del 43 % a Santiago Peña, abanderado del expresidente Horacio Cartes, fue una sorpresa. Para la oposición, agrupada en una coalición liderada por el Partido Liberal, fue la concreción de una pesadilla. Apenas alcanzó un 27 %.
El aspecto más resaltable de estas elecciones generales fue el salto de un factor antisistema, el movimiento Cruzada Nacional, liderado por Paraguayo Cubas, autodenominado anarquista, que dividió a la oposición. Su principal herramienta fue la violencia como arma política y con un discurso incendiario logró el 23 % de los votos.
La alternativa imposible
El esfuerzo opositor de cara a la elección no había sido menor. La dupla entre Efraín Alegre, como candidato a presidente por el PLRA, y Soledad Núñez como independiente candidata a vicepresidenta, llevó meses de negociaciones, búsqueda de consensos e intentos de unión desde la derecha moderada hasta izquierda convencida.
Se trató de dar una nueva oportunidad a la alternancia que, desde 1989 con la caída del movimiento de Alfredo Stroessner, sólo se logró una vez, cuando ganó el ex obispo católico de izquierdas, Fernando Lugo. Y fue precisamente Lugo quien, debido a su deteriorada condición de salud, desapareció del panorama político justo antes de dejar cerrados los acuerdos que hubieran podido torcer, al menos en parte, los adversos resultados opositores.
Ante la duda, el pueblo paraguayo eligió ratificar a un Partido Colorado cargado de acusaciones de corrupción, prebendarismo, clientelismo, vínculos con el narcotráfico y el crimen organizado. Pero, ¿por qué una mayoría aplastante en apoyo a semejante modelo? Los motivos son complejos y no van a desaparecer sólo porque los oficialistas consiguieron cinco años más al frente del poder. Trataremos de dar un pantallazo a las causas de un fenómeno casi inexplicable.
El puente colgante de Paraguay
El Paraguay viene transitando desde hace un buen tiempo por un puente colgante donde todo es inestable y todo puede bambolearse. Es una especie de punto de quiebre, de transición, donde todos los estamentos han sido puestos en tela de juicio y donde aquello que hasta ahora se daba por sentado, está en duda.
Uno de los debilitados hilos tensores de este puente colgante es el recambio etario. Están en retirada los liderazgos que surgieron después de la crisis de marzo de 1999, cuando el país superó la amenaza del autoritarismo al anular al exgeneral Lino César Oviedo y sus pretensiones presidenciales. Luego de treinta años, el modelo de gobierno surgido de aquella crisis está en franca decadencia, con sus códigos pasados de moda y con la lenta desaparición de sus figuras emblemáticas.
La lucha contra el stronismo y los regímenes autoritarios ya son cosas lejanas, historia antigua para un electorado joven que sólo ha vivido los años de la democracia y que cree, erróneamente, que las dictaduras son un fantasma del pasado.
Narcopolítica y crimen
El otro hilo tensor —esta vez muy sólido— es la incursión de la narcopolítica y el crimen organizado en los niveles de toma de decisiones. Es decir, en los estamentos de gobierno. El megaoperativo internacional denominado A ultranza, organizado para desmantelar un poderoso cártel que se dedicaba a enviar grandes volúmenes de cocaína a Europa, evidenció la protección política y la incursión de los narcos en el Parlamento.
Un diputado fue acusado y permanece preso por ser parte del esquema, mientras un segundo legislador, que acaba de resultar electo senador, sigue en la impunidad a pesar de las evidencias en su contra, gracias a la protección política de la ex fiscal general. Esta es acusada de tener vínculos con el sector al que pertenece el parlamentario: el de Horacio Cartes.
Otro de los hilos del puente bamboleante es el propio Cartes. El gobierno de los Estados Unidos declaró al expresidente significativamente corrupto. Y la Oficina para el Control de Activos Extranjeros lo sancionó y lo obligó a desvincularse de sus numerosas empresas, ya que no pueden operar en dólares ni con intereses estadounidenses. Cartes es el mentor de la candidatura de Santiago Peña, elegido nuevo presidente de la República gracias a su estructura basada en su inmenso poderío económico.
Extraoficialmente, se conoce que su fábrica de cigarrillos Tabesa llegó a reportarle la friolera de 5 millones de dólares semanales de ganancias en concepto de venta de cigarrillos, los mismos que caían en los controles de la Receita Federal brasilera, ya que entraban de contrabando al territorio brasileño. Consultado al respecto, el electo presidente Santiago Peña dijo que la tabacalera no era responsable del contrabando, ya que «no podía controlar» lo que hacían los compradores de los cigarrillos de Cartes.
Nuevo sistema electoral
Un hilo más del inestable puente de la institucionalidad paraguaya es la propia innovación del sistema de votaciones, el que se inauguró con la aplastante victoria oficialista. El paraguayo de a pie es extremadamente conservador y la inclusión de máquinas de votación, con la impresión de las actas de votos, es un bicho raro para una mayoría que además sufre de un nivel educativo precario, muy por debajo incluso de la media latinoamericana. Este último es además el perfil clásico del puntero partidario, aquel personaje que hace de su vinculación partidaria un modo de vida y que no solo cobra por su voto, sino que consigue más electores a quienes comprar, a veces por montos irrisorios. La pobreza, combinada con un sistema históricamente prebendario y clientelista, hace el resto.
El triunfo colorado no hace más que añadir un nuevo cabo al puente de la inestabilidad, a pesar de lograr guarismos nunca antes alcanzados en la transición democrática. Ante la debilidad de un presidente «tutelado» por un líder cuestionado, enfrentará una oposición feroz en su propio partido y una nueva figura completamente impredecible: Paraguayo Cubas. Cubas es un exdiputado y dirigente social de frontera, autodefinido anarquista y posiblemente encasillable en el extremo de las posiciones políticas de derecha.
Antisistema
Cubas fue electo senador para el período 2018-2023 pero fue destituido del Senado luego de protagonizar innumerables incidentes, impedir el normal desarrollo de las sesiones y una pelea a golpes con concejales departamentales defendiendo una invasión de tierras. Es una figura inestable y peligrosa, debido a su reivindicación de la violencia como herramienta política. Sin embargo, él capitalizó la bronca de la gente por una sociedad desigual, que sufrió ferozmente el embate de la pandemia sin medicamentos ni sistema sanitario capaz, especialmente con la llegada tardía de las vacunas, lo que causó miles de muertos, la debacle de los puestos de trabajo y el atraso curricular estudiantil a niveles nunca vistos.
El desafío para el nuevo gobierno es detener el bamboleo del puente, cambiar los cabos por otros más sólidos y fortalecer las instituciones públicas. Por ahora, solo hay dudas sobre si Santiago Peña tendrá la capacidad siquiera de ver el puente y, sobre todo, saber cómo llegar a tierra firme.
Diálogo Político
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