CUMPLIMIENTO
DE UN SUEÑO EN BUENOS AIRES
-En Argentina, -explicó- con una guitarra a bordo del subte, ha podido
vivir cosas que antes le hubieran parecido inalcanzables.
Y agregó:
- “¡Qué grande que sos!”, le grita
un desconocido al otro lado del vagón del subte -acá nadie lo llama Metro, ni
siquiera los empleados-. Más cerca, una señora se acerca para dejarle un
billete en la gorra, donde se forma una montañita de dinero que no para de
crecer. Y mientras todo esto ocurre, Luis Castellanos sonríe, pues al finalizar
la noche, luego de dos o tres funciones más, su guitarra le permitirá tener
para pagar el alquiler y la compra en el supermercado, sin que ello lo prive de
poder ahorrar algo.
No puede dejar de sonreír. Por
momentos, siente que flota o que vibra, como las cuerdas de su instrumento, con
el cual está hermanado desde que tiene conciencia, pues cuando era niño, soñaba
con dedicar su vida a la música, una actividad con la que no se conformaba solo
con pasar los ratos de los fines de semana, sino que desde un principio le
apostó sus fichas más fuertes.
Luego apuntó:
-Corría el año 2017 cuando
Castellanos llegó a Buenos Aires. El sueldo mínimo en Argentina, para el
mes de julio, era de 10.000 pesos. Al cambio, unos 571 dólares según la tasa
del Banco Nación, que marca entre 17,5 pesos por dólar y sirve de referencia
para entidades bancarias y casas de cambio. Esa noche, en la que le ha salido
todo de maravilla, logra juntar unos 2.500 pesos. A la felicidad de vivir de la
pasión se suma la tranquilidad de tener las cuentas al día.
Lejos quedaron las noches de
desasosiego para este músico, Luis Javier Castellanos, que dejó atrás su Maracay natal en Venezuela,
donde debía dividir sus horarios entre un pequeño local de desayunos y
almuerzos que fundó, y las tardes de ensayos y noches de presentaciones para
apenas vivir con lo justo.
Pico señaló más adelante que
Castellanos, conocido como Cápsula,se dio cuento que vino a Buenos Aires con
esa idea y de repente vio cómo se estaba haciendo realidad, porque en
Venezuela, en cambio, la música no daba para eso y con contratos y todo, apenas
le servía para el día a día.
-Cuatro años antes, en el 2013,
-recordó El Diario- integró junto con unos amigos el grupo La
Cápsula -el nombre hacía guiño a su local, Cápsula Food-, con los
que solía tocar en fiestas y eventos entre jueves y domingo. Aunque lograron abrirse
paso en la capital del Estado Aragua e incluso ofrecieron conciertos en
Valencia, la crisis económica, la escasez de insumos básicos, la inseguridad y
la represión política se agudizaron con el paso de los años. Por lo que decidió
emprender un viaje hacia lo desconocido y abandonó el país, con el apoyo de su
pareja, pero sin la compañía del resto de la banda, la cual no contaba con
recursos para emigrar, pero cuyo nombre artístico siguió usando Castellanos
fuera del país, del que partió el 1° de enero de 2017.
Pico apuntó en seguida:
-Pese a haber tenido un local de comida y de haber organizado una venta
de garaje con el objetivo de recaudar fondos que le permitieran subsistir en su
llegada a Buenos Aires, a Luis le tocó “vérselas con el agua al cuello” antes
de triunfar en el subte porteño.
Era una época en la que no se
conseguían dólares en Venezuela. De aquella venta, apenas me compraron una
cosa, y cuando llegué a Argentina tenía lo justo para pagar los trámites del
DNI ―Documento Nacional de Identidad, cuyo precio era de 1.500 pesos― y un mes
de hospedaje. Cuando estás así no sabes si gastar en comida u otra cosa, hasta
te lo piensas para viajar en transporte público”, recordó Castellanos.
En medio del apremio tuvo la suerte
de conseguir trabajo en un restaurante de sándwiches argentinos. Por lo menos,
reconoce, no se sentía perdido en una cocina gracias a su experiencia previa,
pero quería, eso sí, dejar ese trabajo lo más pronto posible. Y si podía ser
gracias a la música, se sentiría imparable.
En Buenos Aires deambulan los
músicos. Se les ve en parques, plazas, avenidas transitadas. Los hay con
guitarras, bandoneones, baterías, trompetas. Y así como en una esquina puede
escucharse rock nacional, en la siguiente no faltan el tango o la murga, o
incluso géneros folclóricos de otras tierras, como la flauta peruana.
En el caso de Cápsula, cuando probó
tocar en el subte, pronto se le cruzó uno de los cientos de vendedores
ambulantes que entre andenes y estaciones ofrecen sus productos. Le pidió que
parara: a esa hora no estaba permitido hacer música. Para su suerte, con trato
afable, le indicó que si quería sumarse a la movida, bien podría; las puertas
estaban abiertas para todos, pero debía dirigirse a la estación San Pedrito,
donde tendría que ponerse de acuerdo con el resto de los muchachos.
Posteriormente comenzó a freir
tequeños en casa luego de que una amiga argentina lo animara a probar suerte.
La voz se corrió por su zona de residencia. Sin preverlo, le llovían los
pedidos, que entregaba a pie, hasta que otro amigo argentino le obsequió una
bicicleta.
-Conmigo –reconoció- los argentinos han sido
gente noble, desprendida, servicial. Es parte de su cultura y les estoy
sumamente agradecido.
Pico precisó además que Castellanos
no soltó nunca la guitarra.
-De hecho, -señaló- hoy la sigue
tocando, no en el subte como quisiera, pero sí al aire libre, en compañía de
solistas, dúos y grupos que van desde el clásico “Por una cabeza”, de
Carlos Gardel, hasta la bossa nova brasilera, tambores o rock
latinoamericano.
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