El champán de los trabajadores, por Pablo M. Peñaranda H.
Twitter: @ppenarandah
«Un buen Martini realza la experiencia del momento.
La cerveza exagera lo que uno ha sido en el pasado».
Martini Filosófico Dede Ryan
A Gambrinus –un miembro de la corte de Carlomagno– se le adjudica el descubrimiento y aplicación del lúpulo, una planta herbácea con propiedades aromáticas que mejoró el sabor de la cerveza. Pero mucho antes, con el nombre de siraku, aparece registrada en las transacciones comerciales del pueblo sumerio (4000 a.C), un tipo de bebida que se obtenía a partir de la fermentación de granos de cereal y, cuya popularidad se extendió por el Mediterráneo oriental. Aunque es en el antiguo Egipto donde se reseña el primer vestigio de la cerveza de malta. Los egipcios lograron mejorar la formula original de la cerveza, refinando su sabor y aroma, al utilizar ingredientes como el azafrán, la miel, el jengibre y el comino.
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Antonio Escohotado, en su erudito libro La Historia de las Drogas, nos informa que en una tablilla cuneiforme (que data del 2200 a.C.) se recomienda la cerveza como tónico para mujeres en estado de lactancia.
En América al igual que en muchas sociedades de la antigüedad, las tribus mexicanas, en sus rituales utilizaban una bebida de grano fermentado. Los tarahumaras, una tribu del norte de México, la utilizaban antes de la llegada de Hernán Cortés. Pero la cerveza elaborada a partir de la cebada hace su aparición en tierras mexicanas a partir de 1544 de la mano de Alfonso Herrera, miembro de la expedición de Cortés, quien tenía la autorización del monarca Carlos V para fabricarla en el Nuevo Mundo.
La cuestión es que con las vueltas que ha dado el mundo, algunos investigadores de la cuestión social y económica, con cierto prestigio como Jamie Woodcock han revivido el interés por aplicar a un millón de trabajadores en Inglaterra (2017) una encuesta parecida a la que en 1880 aplicó el legendario Karl Marx y cuyo cuestionario estaba compuesto por 101 preguntas, la cual pasó a conocerse como la Encuesta Obrera, publicado por primera vez en ese año del siglo XIX, en el periódico francés La Revue Socialiste. Y distribuida en 25.000 ejemplares a los trabajadores de toda Francia. Las preguntas estaban orientadas para una investigación objetiva sobre el mundo del trabajo. La finalidad era permitir a los obreros transmitir información y al mismo tiempo, llegar a una mayor comprensión del proceso de trabajo dominado por el capital.
La revalorización de la Encuesta Obrera tomó un nuevo impulso desde los años 2000, como consecuencia de las diferentes transformaciones o mutaciones acaecidas en el mundo del trabajo con el avance de la precarización, combinada con la robotización y las innovaciones producto de la digitalización de los procesos, que coloca a millones de trabajadores a actuar desde sus propias casas, es decir, la denominada «crisis del trabajo». (Revista Archipiélago, 48, 2001)
En una compilación coordinada por Robert Ovetz, Workers’ Inquiry and global class struggle (2021), puede verse algunos artículos sobre este aspecto referidos a diferentes países.
La cuestión es que Marx, al elaborar la encuesta incluyó el consumo de cerveza y esto fue criticado duramente por el editor, de manera que esa temática fue eliminada del cuestionario. Pero al llegar la encuesta a Gran Bretaña, su carnal Engels y el editor Londinense insistieron en incluirla y para ello, enviaron una carta al autor llena de frases tan graciosamente elaboradas a favor de la cerveza, que algunos propagandistas e interesados en su comercialización la utilizan como razones inobjetables para su consumo.
En fin que esta bebida extendida en todo el planeta, se ha ganado el título de La reina de las multitudes.
El cuento es que con motivo de la pandemia del covid-19, los venezolanos vivimos una temporada de terror frente a la muerte y una desinformación a todos los niveles, sobre todo en lo referente a la distribución de la vacuna, de manera que se formaban largas colas en las instituciones señaladas por el Ministerio de Salud para recibir las dosis y más de las veces o no llegaban las vacunas o no alcanzaban a cubrir la totalidad de los asistentes.
Un viernes, mientras me encontraba en una inmensa cola esperando mi turno por la vacuna, un alboroto desmedido llamó mi atención. Una mujer de mediana edad al salir de haberse colocada la vacuna, lanzaba toda clase de imprecaciones contra la autoridades sanitarias, ineptos, desgraciados, eran las palabras de menor calibre que se escuchaban; ya que las más soeces se las reservaba para menor volumen.
Interesado, como profesional de la salud que soy por la situación, y pensando en una iatrogenia o en los imponderables que rodean todos los actos de este ineficiente gobierno, me acerqué a la persona y con cautela, le pregunté qué le pasaba. Sin miramientos, me respondió: «nada, que estos ineptos y mal nacidos no me dijeron que durante tres días no se podía beber alcohol. ¿Te imaginas? si me hubieran dicho eso antes no me vacunó un cipote. ¡Hoy es viernes y yo ya tenía cuadrada mis cervecitas, que riñones tienen estos ineptos!»
No pude aguantar la risa y regresé a mi larga fila con ánimo para recibir mi vacuna y lamenté no conocer el estilo de vida y las condiciones laborales de aquella enfurecida amante del champán de los trabajadores.
Solo eso quería contarles.
Pablo M. Peñaranda H. Es doctor en Ciencias Sociales, licenciado en psicología y profesor titular de la UCV.
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