Simón García: Tócala, Sam
Cuando personas amantes del cine oyen piano bar puede emerger la imagen de Ingrid Bergman suplicándole a DooleyWison: “Tócala, Sam, toca As time goesby”.
En la escena de esa película oculto están los elementos de un piano bar: un pianista que ejecuta en vivo su repertorio y un público, a veces en segundo plano, que mientras oye la música ligera conversa, la recuerda, la acompaña o la ignora. Tal vez el café de Rick no era un piano bar,pero lo presentía. Como entre nosotros el botiquín al Bar.
Unos diez años después del estreno de Casablanca, aparecieron en Italia los primeros salones donde se podía, sentados en muebles más cómodos que un taburete de barra, escuchar música de piano en directo, envueltos en una canción que fluye armónicamente en el ambiente.Lugares de entretenimiento que propiciaban la conversación en una atmósfera afectiva, amistosa o romántica. Música que nació del encuentro entre la canción romántica italiana y un género que crearon compositores académicos con los sonidos nuevos que proporcionaban los instrumentos electrónicos y que uno de sus promotores eruditos, Eric Satie, llamó música de mobiliario.
La música “ambient”, origen del hilo musical, la caracterizó el cantante inglés Brian Enocon una definición que en criollo podríamos resumir como música de fondo.
El piano bar se propagó en Valencia, durante las décadas 60 y 70 del siglo pasado en salones, restaurantes y algunos hoteles. Entre los más concurridos estuvieron el Veiramar tipo afterwork en el Centro Comercial Ara de la Miichelena. En la Av. Bolívar El Regio, uno de los más elegantes atendido por Pepe y su hermano en el Centro Comercial Saca; el del hotel Le Paris; Il Cantone; el Ibrahim piano bar en el sótano del Centro Comercial frente a la librería La Alegría, el del Intercontinental y el de Lomas del Este. Hubo uno muy concurrido en La Matricciana donde acudían a comer y deleitarse con la digitación de la pianista que era la esposa del dueño. El del Pin 5 de Guaparo fue famoso entre los mejores. Al final Alexis Oropeza abrió el Nashville.
Entre los pianistas de bar más celebrados en Valencia hubo dos nombres.Ibrahim, el marchante musical que durante años deleitó con su trabajo a estudiantes y adultos, especialmente en el pasillo al aire libre del Germania Grill donde había cantantes, del público o contratados. Otro maestro del piano bar fue Chucho Villasana, guariqueño de San José de Tiznados, cuyo templo fue el Intercontinental.
Termino esta reseña con Le Seine, un piano Bar al lado del Hotel Carabobo donde su dueña francesa interpretaba canciones de Ediht Piaf, Mirelle Mathieu, Aznavour, o Gilbert Becaud. Los abogados del pasaje Tarbes, profesores de la Facultad de Derecho y personajes del ámbito artístico y cultural conformaban su casi exclusivo grupo de fieles.
Uno de ellos, el profesor Pedro Antonio Maninat, bohemio en el limpio sentido de la palabra, excelsa copa, extraordinario conversador y apreciado como una mente de las más lúcidas en el Foro carabobeño es el protagonista principal de la noche en la que La Seine dejó de ser piano bar.
El profesor, amante de la música, no quiso perderlo todo. Así que arregló de improviso la adquisición del piano y de la tarima de madera. Se fue al Mercado, contrató un camión y se llevó el corazón de su piano bar, que quizá era también el suyo, a su casa.
Así la declinación de la música romántica, la seducción de otras formas de entretenimiento, modas y gustos sumergieron el piano bar en un recuerdo de la Valencia que ya no existe. El tiempo pasa.
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