El padre Daniel María Klimek, fraile franciscano y profesor asistente de Teología en la Universidad Franciscana de Steubenville, en Ohio (EE. UU.), relató con valentía su camino espiritual de agnóstico a católico devoto. Él atribuye esta transformación a la intervención de la Virgen María.
“María fue fundamental en mi vida espiritual, en mi conversión, al llevarme a Jesús y permitirme apreciar la fe católica más profundamente”, declaró. También descubrió un verdadero arsenal para defenderse en la batalla espiritual que estaba librando. En primer lugar, el Rosario no es solo una serie de oraciones, sino un símbolo de resiliencia, compasión y un puente divino entre el cielo y la tierra.
«Desde un punto de vista femenino, podemos ver el Rosario como un ramo de rosas que ofrecemos a la Madre de Dios. Es hermoso, es tierno. Y desde un punto de vista masculino, el Rosario es una espada, un arma espiritual”.
En segundo lugar, la "presencia constante de María" en la vida diaria actúa como un bálsamo calmante y una luz que nos guía en las luchas espirituales. El padre Daniel anima a los creyentes a establecer un diálogo abierto con María, a compartir sus vulnerabilidades y sus sufrimientos. «Hay que entender que María está buscando intimidad y, para tener intimidad real con alguien, tienes que abrirle tu corazón”, sugiere. «Invítala, ten ese diálogo, ten esa conversación, comparte con Ella lo que está pasando en tu vida, pídele sus oraciones, pídele su intercesión».
Finalmente, la comprensión y aceptación de los "estigmas de María" constituyen la tercera guía en el combate espiritual. El padre Klimek presenta este concepto como una forma de sacar fuerzas del sufrimiento que María compartió con Cristo durante su pasión. Al identificarnos con su dolor, podemos encontrar el valor para perseverar en nuestras propias luchas y batallas. «Se crea una profunda intimidad cuando nuestras heridas se unen a las de Jesús en la cruz y a las de nuestra Madre. Este sufrimiento compartido puede guiarnos en nuestras batallas espirituales, hacernos más fuertes y resistentes».
Como dijo sucintamente el padre Klimek: «Todo hombre necesita una mujer en su vida y, para el sacerdote, esa mujer es la Virgen, alguien por quien luchar». Toma tu rosario, abre tu corazón a su presencia y saca fuerzas de su sufrimiento compartido.
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