San Maximiliano Kolbe (1894-1941) nos explica cómo hacer válida y llena de gracias nuestra consagración a María:
Cada uno de nosotros necesita sentirse amado, pero también necesitamos amar, amar hasta sufrir por amor y sentir que nuestro amor es grande. San Maximiliano Kolbe se atrevió a tomar este camino y aspirar a un amor así de profundo...
«Nada de gran importancia en los asuntos de Dios se hace sin sufrimiento. Además, ¿puede haber un sacrificio demasiado grande cuando se trata de la Inmaculada? Y si no nos detenemos en la lucha por conquistar el mundo para la Inmaculada, el sufrimiento no dejará de fundirse entre nosotros... Pero solo hasta la muerte. ¡Después es la resurrección! (12 de julio de 1935).
El amor a la Inmaculada no consiste solo en un acto de consagración recitado incluso con gran fervor, sino en el hecho de sufrir muchas privaciones y trabajar por Ella sin cesar (2 de octubre de 1937).
La Inmaculada desea no solo que trabajemos, sino que suframos por Ella. Hay un inmenso campo de trabajo a través del sufrimiento. Las pequeñas cruces de cada día hay que llevarlas con serenidad, es decir, entregándose a la Inmaculada (17 de enero de 1937).
No busquemos siempre sentir la dulzura de la devoción a la Inmaculada, porque eso sería avaricia de espíritu. También para nosotros debe haber pruebas, sequías y abandonos, etc. Dejemos, pues, que Ella, cuando quiera, aplique los medios necesarios a nuestra santificación» (9 de abril de 1933).
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