Derechos en Acción | El crimen de perseguir. Por Zair Mundaray
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En política, lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno.
Konrad Adenauer
La verdad, es una de las primeras víctimas de los autoritarismos, estos modelos llevan aparejada la mentira y la distorsión absoluta de la realidad como elemento distintivo. Para ello, se valen de la imposición de narrativas con las que se bombardea a la sociedad en procura de posicionarlas como “verdades” indiscutibles. En Venezuela se le denomina a la dictadura cubana “mar de la felicidad”, así la población padezca las penurias de una tiranía brutal; el 4 de febrero, fecha de ejecución de un acto criminal contra la democracia, se convirtió en “día de la dignidad”, e incluso a pesar de haber cientos de presos de conciencia en el país, algunos voceros han optado por decir que en el país no hay presos políticos, sino políticos que cometen actos terroristas.
A la par de la verdad, los derechos ciudadanos son las otras víctimas de regímenes como el que padece nuestro país. Todos los derechos y la posibilidad de reclamarlos, se suprimen desde el poder, mientras intentan imponer la farsa de que protegen y fomentan los derechos humanos. Esa dupla de verdad y derechos, se convierte en muchos casos en la guillotina que lleva a la cárcel a muchos, pues expresar la verdad frente a la vulneración de un derecho, se convierte por mandato del régimen, en un acto de insurrección. A la par del encarcelamiento, la recurrente amenaza de prisión, de desaparición, tortura, o de ser “invitado” a rendir declaración ante los terroríficos órganos de la inteligencia (DGCIM, SEBIN y la DAET de la Policía Nacional), constituyen documentados mecanismos de persecución contra disidentes reales o así percibidos y sus familiares, pero también contra cualquiera que quiera desafiar la verdad oficial.
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Para perseguir, cuentan con “instrumentos” especializados…
Para perseguir, cuentan con “instrumentos” especializados como la ley contra el odio, los tribunales con competencia en terrorismo, los delitos de traición a la Patria y conspiración, así como fiscales bien adiestrados en el oficio de criminalizar a quienes ningún delito han cometido. Por el momento los persecutores se creen impunes, pero lo que no manejan es que existe un crimen que define la naturaleza de sus acciones. Este crimen no prescribe y además puede juzgarse casi en cualquier jurisdicción del mundo a partir del principio de jurisdicción universal. Además este crimen se encuentra en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, y es el de persecución.
Este crimen se comete, cuando el autor haya privado gravemente a una o más personas de sus derechos fundamentales en contravención del derecho internacional. Además, tal conducta debe estar motivada en razón de la identidad de un grupo o colectividad por motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos o de género, como parte de un ataque sistemático y generalizado contra la población civil. La simple descripción de este crimen, permite visualizar el funcionamiento del sistema de justicia diseñado por la revolución: policías, fiscales, jueces, funcionarios del sistema penitenciario y hasta los defensores públicos, coludidos para perseguir a personas por sus opiniones o acciones como miembros de sindicatos, organizaciones de defensa de los derechos humanos, por ejercer el periodismo o formar parte de algún gremio o agrupación civil.
Reducción del espacio ciudadano…
Cada acción persecutoria, hace parte de la reducción del espacio ciudadano, demuestra el plan de Estado contra la gente, pero también deja la huella indeleble de los partícipes. Las actas policiales, acusaciones, sentencias y otras resoluciones, tienen la firma y sello de los autores, esos que hoy ejercen con prepotencia sus cargos, pero que cada vez que suscriben un documento, aportan la prueba íntegra de sus crímenes. Es por ello, que conservar con celo las copias de estos actos, puede ser crucial para la realización de la justicia próxima.
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