martes, 31 de octubre de 2023

Docencia contra pobreza: 7 de cada 10 apureñas profesionales son educadoras

 

Docencia contra pobreza: 7 de cada 10 apureñas profesionales son educadoras

En Apure, uno de los estados históricamente más pobres de Venezuela, las mujeres tienen más de 30 años viendo en la carrera docente una gran aliada para lograr su autorrealización

Sulay García –IPYS,   06/10/23

En Apure hay más mujeres profesionales que hombres. Según el último censo del Instituto Nacional de Estadística 2011 (INE), de 459.025 habitantes (232.929 hombres y 226.096 mujeres), sólo 34.528 (7,5 %), tiene algún grado universitario y, de éstos, 21.405 (9,5 %) son mujeres y 13.123 (5,6 %) hombres. 

Así mismo, de cada 10 mujeres profesionales sondeadas para este trabajo en San Fernando, la capital de Apure,  siete son educadoras. 

Por ejemplo, en el bloque seis (de siete edificios populares que albergan a 450 familias  de San Fernando), siete de las 10 profesionales que habitan la planta baja son educadoras. En los pisos superiores del edificio la proporción de mujeres profesionales es similar.   

Idéntico caso ocurre en la educación pública de la entidad. De acuerdo con Milagros Cordero, jefa de la División de Supervisión y Evaluación de la Zona Educativa de Apure (ZEA),  de los 18.171 docentes que laboran en las 1.030 escuelas del estado, 11.500 son mujeres (63,28 %).

Esta plantilla de la ZEA incluye la nómina de la gobernación del estado Apure migrada al Ministerio del Poder Popular Para la Educación (MPPE), en febrero de 2022.

De esta esta nómina de 5.696 docentes migrada al MPPE,  4.312 son mujeres (76 %) y 1.370 hombres (24 %), afirma Martín Paredes, presidente del Sindicato Único del Magisterio Apureño (Suma) y del Comando Intersindical del Magisterio (Cima).

Se estima, además, por la tendencia imperante, que la proporción es similar en el sector privado. Por ejemplo, en el colegio católico Sagrada Familia, de San Fernando, de 14 docentes de educación primaria, sólo uno es hombre.  

Pobreza femenina

Según la Encovi-2021 la población de Apure es de 567.503 habitantes  (49,85 % mujeres y 50,1 4% hombres). De ese total, 70 %  está por debajo de la línea de pobreza extrema porque sus ingresos no alcanzan ni para la canasta alimentaria: 71 % son mujeres y 68 % hombres.

https://insoencovi.ucab.edu.ve/indicador-pobreza/

Ya en el 2017, la Encovi revelaba que en la región “el riesgo de pertenecer a hogares cuyos ingresos son insuficientes para la satisfacción de las necesidades básicas es mayor entre las mujeres y entre la población infantil (menor de 15 años)”. https://retopaisvenezuela.org/wp-content/uploads/2018/07/Apure.pdf

En épocas precedentes, durante las décadas de 1980 y 1990, Apure encabezaba la pobreza extrema de Venezuela. Según la Oficina Central de Información (OCEI) en ese lapso: “El índice de pobreza extrema varía de 7,58 % a 37,09 % de hogares ubicados en ese estrato. El menor índice lo tiene el Distrito Federal y el mayor, el estado Apure”. 

https://produccioncientificaluz.org/index.php/espacio/article/download/2335/2334

 “Nos apropiamos de la carrera”

En la década de 1970 las apureñas “nos apropiamos de la carrera docente” a pesar de que era un ámbito de hombres, afirma Minerva Ortega, quien recuerda haber aprendido sus primeras letras y números de tres hermanas de apellido Morillo, que impartían clases en su propia casa, en San Fernando. 

La educadora graduada en inglés en 1982, atribuye la afinidad de las mujeres apureñas con la carrera docente al “instinto maternal” y también a que, antes como ahora, el sector educativo ha sido una de las pocas fuentes de empleo estable de la región. 

Ella, junto con otras apureñas que ya trabajaban como maestras, se profesionaliza fuera del estado porque aún no comenzaba la Universidad Simón Rodríguez, primera en impartir la carrera docente en Apure, a partir de 1976.  

“Las mujeres, muchas sin conocimiento pedagógico porque no éramos graduadas, dimos origen a un movimiento de educadoras que nos fuimos inscribiendo en el Instituto Rural El Mácaro, hoy Universidad Pedagógica Experimental Libertador, en Maracay, a donde viajamos para recibir clases y presentar exámenes”, recuerda.

Ortega asegura que estaba determinada a ser educadora. Previamente, se había inscrito en el Pedagógico de Caracas donde no culminó por los compromisos que tenía como campeona primer remate de la selección nacional de voleibol y que la llevaron a estudiar inglés en Inglaterra, por seis meses.

Gracias al deporte le dan su primer cargo como profesora de Educación Física, pero sus conocimientos de inglés y la necesidad de esta especialidad en la región determinan, luego, su profesión. 

“La docencia me ha dado todo, me inculcó el amor y la protección a los demás”, sostiene la educadora de 41 años de graduada de los cuales, lleva más de 20, como la única mujer presidenta de la Federación de Trabajadores del estado Apure (Fetrapure).

Una escuela una luz

A Milagros Cordero, cuya vocación le viene de un padre educador y de una profesora de Castellano a la que admiraba, no le extraña que las apureñas se inclinen por la docencia porque “nosotras nacemos con eso, por naturaleza somos educadoras, protectoras, ser mujer y madre, nos permite orientar y guiar a la familia mucho mejor”.

La profesora en Lengua y Literatura de la Universidad Simón Rodríguez de Apure, desde hace más de 30 años, explica que “por el lento desarrollo del estado, las oportunidades laborales y de crecimiento económico no abundan, pero lo que sí hay en todo lugar es una escuela y donde hay una escuela hay luz”. 

Entonces, el gusto por la carrera junto con el instinto maternal, puede deberse a la cercanía social que históricamente ha tenido la escuela y el ejercicio docente en un estado rural como Apure, prosigue la también Jefa de la División de Supervisión y Evaluación de la Zona Educativa Apure.

Más allá de que el sector educativo sea un espacio de empleo seguro y surja de allí la necesidad de un cargo en el Ministerio de Educación, el hecho de que hasta en lo más recóndito del territorio haya una escuela alrededor de la cual orbita una comunidad, tiene un impacto social profundo, analiza.

Este impacto parece ser mayor en la apureña que, a través de esta carrera, ha aprovechado el poder transformador de la educación a pesar de que no hay estadísticas que indiquen lo que la enseñanza ha hecho por ellas y lo que ellas, desde su ejercicio académico, han hecho por Apure.

“Puede ser que no se le observe en lo material, pero en su actuación, su vocabulario, su toma de decisiones y en la disposición inquebrantable para alcanzar sus metas, es otra. A mí en lo personal y profesional la carrera me ha brindado satisfacción total”, afirma la docente universitaria.

Aunque Cordero rehúsa presumir su nivel académico, sus logros son una muestra del amor de las apureñas por la docencia. 

Ella tiene maestría en Docencia Universitaria, especialidad en Dirección y Supervisión Educativa, doctorado en Ciencias de la Educación, doctorado en Gestión para la Creación Intelectual y PHD en Epistemología e Innovación Educativa.

Anhela tener más tiempo para seguir estudiando. “No me voy a quedar metida en la casa al jubilarme”, recalca. 

Preparación para la vida

La docencia mientras más se ejerce, más prepara para la vida, porque el aula enfrenta al docente a los problemas familiares y sociales con cada estudiante y ese doble beneficio también lo perciben las apureñas, afirma Deisy Solórzano.

“A mí me pueden llegar varios niños con autismo, pero es distinto cada caso y, por eso, tengo que estudiar siempre”, ejemplifica la profesora en Educación Especial, mención Dificultades del Aprendizaje, egresada del Pedagógico de Caracas, hace 25 años.  

Considera la también presidenta de la Federación Venezolana de Maestros (FVM) en la región, que la apureña afectada por la depresión histórica del estado, se identifica como mujer y como madre con las necesidades de los niños y jóvenes y siente la necesidad de ayudarlos.

Indica, además, que son intuitivas, recursivas y resolutivas y, en contextos como el apureño, esas cualidades favorecen la elección de la carrera docente como una forma de extender a la escuela, la protección y guía que brinda en el hogar. 

“Por eso, vemos más mujeres dentro del entorno educativo. Es común que los niños sientan más confianza con una maestra porque ella se da cuenta cuando llegan arrugados a clases, cuando tienen mal semblante, cuando no han comido y para ellas es más fácil abordarlos”, asevera la docente de escuela y universitaria.  

Solórzano es hija de una maestra, pero indica que eso no influyó en su decisión de elegir la carrera, sino una actividad deportiva de niños con necesidades especiales que, desde muy joven, presenció y la impactó. “Me enamoré, allí dije: yo voy a trabajar para ayudar a formar a estos niños especiales”. 

Con maestría y doctorado en Ciencias de la Educación Superior y varios trabajos de documentación sobre dificultades del aprendizaje, Solórzano actualmente reúne información para una investigación sobre las dificultades para leer y escribir bien, que tienen los adolescentes egresados del sexto grado.

“Yo nací para ser educadora. Antes y ahora, nosotras lo que buscamos es contribuir con Venezuela, porque estamos claras que si no hay educación no vamos a salir adelante”, sostiene. 

Columna vertebral   

La vocación de servicio de las mujeres también es otro factor de elección de la carrera en Apure, asevera Zuleima Amaro, educadora Integral mención Lengua, de la Universidad Simón Rodríguez de Apure, desde hace 35 años. 

Por esa vocación, al graduarse de bachiller Amaro quería ser médico, pero al no existir la carrera en Apure comienza con unas suplencias que le consigue una madrina en la Unidad Educativa Casa Hogar San Fernando, donde permanece 37 años, 23 de estos como directora, hasta jubilarse en 2022.

Al pasar de suplente a docente fija, coordinadora, subdirectora y directora de Casa Hogar, con más de 20 promociones de estudiantes que pasan por sus manos, comprueba el modo integral de servir que ya había experimentado a través de su madre, también educadora. 

“Si volviera a nacer volvería a escoger ser educadora porque todo lo que hay que mirar en la sociedad se encuentra en la educación, es la columna vertebral y las mujeres asumimos nuestra responsabilidad”, manifiesta.

También coincide con el resto de sus colegas en que, en la esencia amorosa, tierna y protectora de la educación, se sustenta la inclinación de la apureña por la docencia y esta prevalencia femenina en el sector educativo es una doble ganancia para la sociedad. 

Indica, por ejemplo, que durante la pandemia favoreció mucho la creatividad y recursividad de las maestras para sobreponerse a los retos que supuso el abandono de la presencialidad y llegada de la virtualidad. 

“Nos hace más humanos, además, vamos siendo formadas en la medida que formamos y eso hace que nuestro estado vaya saliendo a flote y sobreponiéndose a las adversidades”, recalca.

En los últimos años, la feminidad también ha favorecido la capacidad de emprendimiento del gremio docente apureño, la cual lamenta haya sobresalido por una crisis que pulverizó su salario y obligó a buscar otras opciones de ingresos. Ella misma vende tortas y trabaja en proyectos locales de apoyo a la mujer.

“El hecho de que sigamos allí al frente del proceso educativo, en medio de estas circunstancias, habla de una mujer con ganas de salir adelante”, sostiene. 

Superación

Otra perspectiva la ofrece Mildred Caro, profesora activa de San Fernando, quien ve a la docencia como una compañera fiel que siempre ha estado al lado con una oportunidad de superación.

“Es un amor incondicional, nunca nos dice que no, nos abre sus puertas y nos da todo su arsenal para que alcancemos nuestro máximo potencial. Ella nos ama y nosotros a ella”, se expresa la licenciada en Educación Integral de la Universidad Nacional Abierta, desde hace 17 años.

Añade, que la población más necesitada, que en Apure es la mayoría, es la que más se ha beneficiado de este amor y, así, es como muchas madres solteras, luego de tener sus primeros hijos, se han profesionalizado en la docencia, los han levantado y se han sobrepuesto a la pobreza.  

“Las apureñas como toda venezolana, somos echadas para adelante, trabajadoras, así no tengamos estudios siempre andamos pensando en cómo mejorar nosotras y a nuestra familia y estudiar educación nos ha facilitado las cosas a muchas”, asegura la especialista en Planificación y Evaluación.

Ella también es técnico superior en Administración de Empresas desde hace 24 años, pero abandonó esta carrera para dedicarse a la educación en la población de Elorza, capital del municipio Rómulo Gallegos, Apure adentro, donde asegura, la enseñanza cobra un valor sin igual. 

Se refiere a que los maestros rurales de Apure, caminan horas y piden cola para llegar a sus escuelas, ellos mismos y los estudiantes realizan el mantenimiento y con lo que ganan en otros trabajos hasta suplen las necesidades de los niños y de la institución. La prensa ha reseñado la situación.  

https://cronica.uno/maestros-rurales-de-apure-caminan-horas-para-dar-clases-porque-el-sueldo-no-da-ni-para-el-pasaje/

Según Caro, que impartió clases en la escuela de Mereyal, a la entrada de Elorza, en las comunidades aisladas, sabana adentro, la escuela y el maestro son el eje de las acciones comunitarias y, aunque hay mayores dificultades,  la satisfacción por enseñar es doble.

“No hay mayor inspiración que ayudar a los niños a descubrir el mundo, no hay abrazo más honesto y sonrisa más bella que la que regalan los niños, sus logros son mis inspiraciones”, manifiesta.

Empoderadas

La vocación docente es una tradición familiar en Apure. En siete de los ocho apartamentos de la planta baja del bloque seis, habitan dos y tres docentes, pero las  educadoras, son las que más desempeñan cargos de responsabilidad dentro y fuera del ámbito educativo regional. 

La jefa de la división de Supervisión y Evaluación de la ZEA, confirma que más del 50 % de los cargos de supervisión, dirección y aula de los planteles educativos del estado, así como el 90 % de la gerencia de la Zona, está en manos de educadoras. 

Igualmente ocurre en las universidades que imparten docencia en el estado, donde la precaria situación de los educadores y abandono de las aulas por la crisis del país, aún no han reducido la mayoría de mujeres en sus matrículas. 

Por ejemplo, en el municipio José Antonio Páez, fronterizo con Colombia y segundo más importante de Apure, 8 de cada 10 estudiantes y 7 de cada 10 miembros del área coordinadora de la Universidad Nacional Experimental del Magisterio (Unem), son mujeres, indica Jhonny García, uno de sus coordinadores.

La proporción es similar en la Universidad Simón Rodríguez (USR), Universidad Nacional Abierta (UNA), Universidad Nacional Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (Unellez) y Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), donde se imparten las diferentes modalidades de la carrera.  

Otras profesionales también se están acercando a la docencia. “Últimamente han venido ingenieros, abogados y de otras profesiones, la mayoría mujeres, a solicitar ingreso al MPPE, por los conocimientos que tienen en un área específica”, revela Cordero. 

Además, proporcionalmente a su población, Apure es uno de los estados del país con más educadoras con formación de quinto nivel o postgrados: especializaciones, maestrías, doctorados y postdoctorados, afirma la jefa de Supervisión y Evaluación de la ZEA y lo confirma la presidenta de la FVM.  

La mayoría de las mujeres que ejercen posiciones de liderazgo en el estado Apure, también son educadoras.

La alcaldesa del municipio San Fernando, la jefa de la Zona Educativa, la vicerrectora de la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (Unellez), la coordinadora regional del núcleo de la Universidad Nacional Abierta (Una) y la jefa de la Dirección de Educación Universitaria del Ejecutivo Regional, son sólo algunas.

Aporte

“Es indudable el aporte de la mujer a la educación regional, basta con ver los numerosos planteles educativos en los siete municipios del estado de los que son epónimas insignes educadoras apureñas”, prosigue Paredes.

Entre muchas, recuerda las escuelas Luisa Clotilde farfán, Carmen de Colmenares, Teresa Morales de Parra, Ana Leonor Mayol, Miguelina Morillo, Ramona Figueredo, María Nicasia Gamarra y Rosa Díaz de Artahona, en San Fernando, el municipio capital.

Asimismo, Herminia Pérez, Herminia Zapata, Ana Mery de Guerrero, Eva Quintero y Ana Rosa Sosa de Caro, en el municipio José Antonio Páez. Aidee Patiño de Silva e Ignacia de Mayol, en Rómulo Gallegos, así como Olga Rivero, en Muñoz.

Este impacto continuará en las próximas generaciones. “No es casualidad que la docencia en educación inicial, prácticamente en un 100 %, sea atendida por maestras”, destaca Paredes.

La jefa de Supervisión y Evaluación de la ZEA confirma que la presencia, casi total, de mujeres en la educación maternal y preescolar, aunque no es un hecho exclusivo de Apure, ha tenido y seguirá teniendo un impacto positivo en la iniciación a la escolaridad en el estado.

“Es trascendental el trabajo de las maestras. El proceso de adaptación a la educación amerita un crecimiento biológico-emocional de los niños y niñas y la mujer, por su afectividad y condiciones innatas como madre, es la indicada para acompañarlos”.

   

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