Pasan varios años y nuevas pruebas llevan a Mylène, ya madre, a peregrinar a Medjugorje*. Allí vivió otra fuerte experiencia mariana y, a su regreso, participó en diversos servicios de la Iglesia: catequesis, oración de las madres... “Cuando experimentamos esta paz y este amor, queremos darlos a conocer. El sufrimiento de los demás nos empuja a ser testigos para guiarlos por un camino de curación”.
Después de un retiro espiritual, se produce también un cambio profesional. Mylène opta por estudiar osteopatía, aunque nunca antes lo había pensado. “Siempre he tenido personas en el camino que me han ayudado a no renunciar a mi fe. Tuve la gracia de encontrarme con un osteópata cristiano en ese momento para que me guiara”.
Este trabajo le permite vivir su fe con quienes sufren. “Cada mañana empiezo rezando el Rosario. ¡Es mi motor! En mi oficina tengo un icono misionero de Nuestra Señora de la Claridad, de los Dominicos de Salernes**, que tienen un ministerio de compasión. Durante el día, le encomiendo a todos mis pacientes: “María, tú los ves, los escuchas, ponlos en el corazón de tu Hijo Jesús».
Yo, que a veces soy torpe en mis oraciones, pido a María que las diga a su manera, para que se conviertan en suyas». Testigo silencioso de cada sesión, el icono de Nuestra Señora de la Claridad representa a María con una estrella sobre el hombro... ¡Un hermoso eco de la historia y del camino de oración de Mylène!
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