El 17 de enero de 1871 hacía frío, Francia estaba en guerra, París estaba sitiado y los prusianos victoriosos estaban a las puertas de Laval, una pequeña ciudad de Mayenne (oeste). En Pontmain, ciudad cercana a Laval, un niño, Eugène Barbedette, salió a “ver el tiempo” y descubrió encima de la casa de enfrente a una hermosa señora con un vestido plagado de estrellas que lo miraba y sonreía.
Los aldeanos corren hacia el granero. Otros niños también la ven. Un óvalo azul con cuatro velas apagadas rodea a la Hermosa Señora. Se organiza una vigilia de oración en torno al sacerdote y las religiosas del colegio. Se reza el Rosario y luego el Magníficat, cuando se despliega un estandarte entre el óvalo y el techo de la casa. Letra tras letra aparece un mensaje, inmediatamente deletreado y leído por los niños: «Pero orad, hijos míos, Dios os escuchará dentro de poco tiempo. Mi Hijo os oirá».
El fervor crece y los niños expresan su alegría: “¡Oh, qué hermosa es!". De repente, los niños se ponen muy tristes mientras en el rostro de María también se ve una profunda tristeza. Frente a Ella aparece una cruz roja con Jesús completamente ensangrentado. En lo alto de la cruz, sobre un travesaño blanco, está escrito en rojo el nombre de Aquel que allí está: JESUCRISTO. María toma el crucifijo con ambas manos y se lo presenta a los niños mientras una pequeña estrella enciende las cuatro velas del óvalo. Oran en silencio. Todos se arrodillan en la nieve para la oración de la tarde. Cuando todo termina, regresan a casa con el corazón en paz.
Ese mismo 17 de enero, el general prusiano Von Schmidt recibió la orden de dirigirse al Sena en lugar de entrar a Laval. Este cambio de táctica injustificado, que detuvo el plan de aniquilación, hizo decir a Von Schmidt: “Se acabó, no iremos más lejos, allí, del lado de Bretaña, una Señora invisible nos ha bloqueado el camino». Once días después se firmó el armisticio. Los prusianos no entrarán en Laval.
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