En el 2024: ¿sálvese quien pueda? O ¿habrá un milagro?
Cuando los venezolanos están a pocas horas de que concluya el año 2023, el balance de lo vivido y sucedido en dicho período arroja una serie de coincidencias colectivas, según las cuales no son otras que «realidades comunes».
Las mismas son aquellas apreciaciones con las que la ciudadanía juzga, trata, evalúa y analiza como hechos inobjetables de acuerdo, el tratamiento que hombres y mujeres consideran de acuerdo al llamado «peso de bolsillo», y el cual no es otro que: año tortuoso, complicado, trágico. Porque, de acuerdo a tales juicios sociales y económicos, los efectos describen que no pueden ser otras que las manifestaciones propias de una sociedad en lo que lo común, real y difícil evidencia que Venezuela, sencillamente, se ha ubicado en una verdadera disyuntiva o situación inquietante.
Desde luego, los juicios optimistas o pesimistas que emergen de los balances que cada sector se plantea en la subjetividad de sus análisis, dejan entrever que se puede o no pensar en si hay o no esperanzas de superar este ya prolongado y tortuoso efecto del capítulo que se ha vivido o sufrido durante 25 años, Pero, además, que cuando se trata de relacionar lo real con lo que pueda suceder durante el venidero año, el registro objetivo arroja que no es posible encontrar caminos confiables, cuando la consecuencia del análisis -se repite- no puede ser otro que aquello que indica la verdad de los hechos.
De lo que se trata, es de que el análisis y los efectos concluyen en lo inocultable: no pueden haber cambios con miras hacia el optimismo, si la base de los hechos registran que se sigue soportando un mandato con una economía ruin, salvaje y cargada de corrupción y miseria. Pero, además, sin capacidad de evitar que se mantenga y se expanda lo más duro del juicio que acusa y acusa: una diáspora o estampida ciudadana de una cuarta parte de la población, imposible de detener .
Las navidades en Venezuela -por qué negarlo- abrieron las puertas a la esperanza y confianza en posibilidades milagrosas para el venidero año. Se dio como alternativa contraria entre discursos, juicios y análisis la necesidad e importancia de ser optimistas. Tanto que se llegó a exponer y plantear la importancia de «aspirar» a que el nuevo año le traiga a los venezolanos en sus alforjas el efecto de la bendición y de la Paz, marcando el inicio de la recuperación, pacificación, reconciliación y progreso para todo el país. Sin embargo, no es posible construir optimismo cuando, a la par de la esperanza, se apela adicionalmente a la oferta complementaria de que tal evolución sólo puede darse, si los componentes de la misma se mantienen atados a lo que se ha sostenido durante un cuarto de siglo.
Hay un dicho popular que reza la firme garantía de que «LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE». Sin embargo, tan valioso recurso emocional, una vez más, pasa a ser atado y relacionado con una verdad dominante, que no es otra que el alcance de la confianza. Y esa excepcional alternativa registra el hecho como posibilidad cierta, tanto que se considera que «es verdad» que Venezuela está muy próxima a iniciar su recuperación económica y estándar de país democrático. Sólo que el hecho, en su conjunto, necesita darse apegado al cumplimiento y acatamiento de la ley, del derecho y del orden constitucional.
La convicción cívica y democrática demostrada por el pueblo venezolano el pasado 22 de octubre del 2023, al haber asistido masivamente a las elecciones primarias, superando todas las trabas, dificultades y obstáculos impuestos, fue un claro y rotundo campanazo de advertencia ciudadana, al haber concurrido más de 2.6 millones de ciudadanos a votar. Se trató del evento electoral en el que, sorpresiva y contundentemente, la candidata Ingeniera MARÍA CORINA MACHADO, se alzó con más del 93% de los votos, constituyéndose en la gran favorita y líder del pueblo para dirigir los destinos de la nación.
El resultado de esas elecciones primarias fue lo más parecido -o semejante- a una gigantesca encuesta nacional, en la que intervinieron casi tres millones de personas. Fue un hecho en el que se dieron claros indicios de que, de efectuarse hoy unas elecciones presidenciales, dicha dirigente política sería imbatible y resultaría victoriosa, ante cualquier contundente.
Ese particular resultado, junto a la gigantesca abstención ante el llamado al referéndum convocado por las autoridades, y pertinente a la recuperación del territorio Esequibo -«CON LO CUAL ESTAMOS TODOS DE ACUERDO, PERO NO ASÍ CON EL CONVOCANTE» – quedó claramente demostrado, y sin lugar a dudas, que el pueblo venezolano quiere y aspira a un cambio para un gobierno democrático, con camino al éxito.
Adicionalmente, los resultados en los mencionados eventos demostraron un claro rechazo al «ESTATU QUO». Es decir; tanto para con el régimen, como para los líderes de partidos políticos de la oposición. Y exigiendo, a su vez, un cambio radical en la conducción del país apegados a la ley y a la Constitución por un gobierno progresista: Que desburocratice y descentralice la administración pública, ampliando la autonomía regional, respetando la propiedad privada, eliminación conceptual del Estado empresario, dignificar o igualar el salario mínimo a la canasta humanitaria, estabilización de la moneda, favorecer el desarrollo y crecimiento de la libre empresa, instaurar un eficiente sistema de salud pública, garantía de acceso a un sistema de educación de avanzada, y recuperación de los Servicios Públicos.
Siendo Venezuela poseedora de un territorio agraciado de recursos naturales, tierras abundantes y fértiles con grandes recursos hídricos, la población no puede menos que aspirar a una pronta iniciación de recuperación y reconstrucción del país. Es decir, de la manera que, al igual como se dio en los años 50 del siglo pasado, y cuando se sucedió la época en la que vinieron extranjeros, «diásporas» de todas partes del mundo. sucedió el hecho complementario para los cambios progresivos.
Dichas «diásporas» fueron el reflejo de la voluntad de trabajar. Asimismo, amables. Y eso se tradujo en la respuesta respetuosa para los que fueron recibidos al llegar al país. Desde luego, eso mismo hizo posible que la respuesta para ellos fueran las acciones de otorgarles igualdad de condiciones como a los nativos, cuando llegaron en búsqueda de oportunidades para lograr » EL MILAGRO VENEZOLANO» de superación personal donde todo era posible.
Muchos de los componentes de esas «diásporas» se nacionalizaron, formaron familias y se hicieron productivos y exitosos. Al igual que venezolanos de la época, ellos terminaron logrando y construyendo un país democrático, envidiablemente rico y bondadoso para todos sus habitantes.
Como conclusión, es fundamental reflexionar y actuar en favor de la unidad en Venezuela. Para alcanzar ese hecho, todos los venezolanos están obligados a llegar a acuerdos de paz, hacer posible la unidad si se desea recuperar el país. De lo contrario, irremediablemente, por hambre y miseria, puede haber un conflicto o estallido social de impredecibles consecuencias. El gran objetivo para el 2024, entonces, debe ser la lucha en favor de la unidad del país.
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